Pero una cosa es que el Comercio vaya arrinconando cada vez más el sentido religioso de las fiestas, y otra muy distinta que se convierta él por sí mismo en religión, y las compras junto con las fórmulas de consumo que las acompañan, se constituyan como un nuevo culto religioso.
Las notas que siguen son probablemente blasfemas. De hecho ponen en duda y en entredicho a la religión más difundida de nuestros tiempos: el Consumo, poniendo en discusión su rito más reverentemente practicado, las Compras; instituyendo las fiestas “litúrgicas” más importantes del año: el Black Friday (ya una especie de Adviento), las Navidades y la fiesta de Reyes. Como antaño para Pascua, cuando todos cumplían con el precepto pascual de confesar y comulgar, el periodo “religiosamente” más álgido del año lo empezamos con ese Viernes Negro, gran fiesta sagrada en que es preceptivo para todo el mundo comprar aprovechando los descuentos clamorosos. La presión del ambiente es tal, que si no cumples con ese precepto al que te empuja todo tu entorno, acabas teniendo mala conciencia. Las ganancias van todas al Santo Padre de Amazon, el Papa Universal del Consumo Jeff Bezos, fundador y Sumo Sacerdote y mayor accionista de la empresa, el inmenso centro comercial virtual global. Quien no está conectado, está excomulgado.
Amazon en las últimas semanas ha sido muy hábil focalizando todos los reflectores sobre ella misma, con las declaraciones fingidamente preocupadas de un Bezos pronosticando una hipotética quiebra de su “criatura” o al menos, atenuando el pronóstico a una vida no muy larga para la empresa.
El mismo Black Friday, una institución desconocida hasta hace dos o tres años en Europa y en el resto del mundo excepto en los Estados Unidos, es hoy en día a nivel mundial el mejor invento del gigante Bezos. Todo el mundo quiere vender en el mayor centro comercial del mundo en la principal fiesta de precepto del Consumo, el Adviento, la Navidad y la Pascua de Su Majestad la Mercancía.
Provocado el aumento de la demanda, el amo alza el nivel de requisitos para que el cliente sacie su ansiosa sed de consumo con la mejor experiencia de adquisición posible en el centro comercial más importante del planeta. Y para convertir esta experiencia en una celebración claramente religiosa, instituye el Black Friday -oportunamente extendido a toda la semana entera- como el gran día en el que es absolutamente inexcusable la peregrinación anual a la Meca del Comercio.
Ahí tenemos una de las grandes manifestaciones del control de la población mundial a través del ídolo del Consumo. Una auténtica dictadura ante la que las industrias manufactureras no pueden sino doblegarse. Todas de hecho quieren estar presentes y conquistar una buena posición en la deslumbrante vitrina de masas online. Es como cuando las autoridades pugnaban entre sí por el mejor puesto en la procesión del Corpus o del santo del pueblo.
Y el precio que se paga por esta presencia es bastante elevado. En este periodo, explican los profesionales del comercio, Amazon cambia sus condiciones de venta, acentuando la presión hacia los proveedores, es decir las industrias de medio mundo. Milagrosamente escapan del procedimiento coercitivo las editoriales y las librerías, ya que ni una sola oferta especial concierne al sector de las ventas culturales.
Jeff Bezos |
El fenómeno Black Friday tiene toda la pinta de fenómeno religioso, pero de secta. Y de las duras Los días que preceden a este gran acontecimiento, forman un periodo de tiempo en el que Amazon mima con particular énfasis a los clientes finales, para que encuentren los productos que buscan al mejor precio. ¿Todos? No, en absoluto. Es Amazon el que escoge qué mercancía se vende, cómo y en qué mercados. El dictador californiano señala a la industria los productos que serán objeto de descuentos. Es decir, los fabricantes no pueden recurrir al portal Amazon y aprovecharse del periodo de descuentos para dar salida a los productos con menos demanda para liquidar stock. ¡Ni en sueños! Eso sería profanar su festividad más genuina y más santa.
Las empresas interesadas en vender a través de Amazon han de calibrar las ofertas al gusto del consumidor, un gusto impuesto por Amazon con campañas publicitarias en los medios de comunicación y en las redes sociales. Si no lo hacen, deben rendirse y ceder ante el competidor titular de la siguiente página de búsqueda. Esta es una estrategia evidentemente camuflada que los expertos en el sector conocen muy bien.
¿Y qué pasa con los ministros que sirven a este dios tan voraz? Ante él es inútil argumentar sobre los bajos sueldos o los frenéticos ritmos de trabajo impuestos en todo el mundo a los trabajadores en los inmensos centros de distribución. Nada importa.
Es indispensable desplegar todo ese frenesí para hacer sentir al consumidor que es el gran beneficiario del sistema. Saben que el homo cónsumens únicamente conoce un tipo de felicidad: la satisfacción de comprar algo nuevo, y mejor si está convencido de haber encontrado un chollo.
Y es indispensable tenerlo narcotizado para que no caiga en la cuenta de que el chollo de verdad lo consiguen los hombres más ricos del mundo, las sociedades limitadas más capitalizadas del mercado financiero. ¿Que miles de pequeñas empresas se van al garete y millones de empleados pierden los ingresos o los empleos en la guerra de la competencia reventando los precios de ese modo? ¿Y que él, el feliz comprador de chollos es la pieza clave para producir esos desastres? El narcótico es suficientemente fuerte como para que pase totalmente de eso. Quien no compra, es enemigo del Mercado y del Crecimiento. Que el mundo se fastidie mientras viva el sistema, llevando a casa las últimas maravillas del mercado con un gran descuento, exclusivo, sólo para mí…
Soy listo, atento, estoy informado y pago con tarjeta de crédito. Yo, el Consumidor Medio Global, esclavo feliz de dictadores bondadosos dedicados a mi felicidad: Amazon, Alibabá (por ahí asoma ya Alibabá con sus 40 ladrones) y los otros arcángeles del luminoso Paraíso de las Cosas. ¿Y me quedarán tripas para completar ese aquelarre laminador del mercado con un “Feliz Navidad”?
Mn. Francesc M. Espinar ComasPárroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet