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La extrema derecha: un miserable fraude léxico

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Está bien claro: quien pone los nombres, es el amo. Y eso desde el Génesis (2,19): quien pone el nombre es el amo. Y nosotros, ingenuos, dejamos que sean otros los que pongan los nombres a las cosas y quienes nos lo pongan incluso a nosotros mismos. Así somos perdedores natos, antes incluso de iniciar cualquier confrontación de ideas. ¿Cómo nos lo hacemos para ser tan cortos? A los católicos normales (que nos atenemos al depósito de la fe y al Magisterio de la Iglesia) nos llaman ultracatólicos, integristas, talibanes, y lo que cuelga. Y nosotros asumimos esa denominación como si fuese lo más normal del mundo, que sean los enemigos de la religión los que deciden quién es quién o quién es qué en el mundo religioso. 

Tenemos hoy la réplica bien divertida en el ámbito político. Los enemigos de la nación y de la democracia, acaban de descubrir la existencia de un partido antidemocrático y reo de las peores taras, entre ellas el fascismo. ¡Los muy fascistas! La denominación en que se cifra toda la maldad de ese partido, es que es de “extrema derecha”. Y como la inercia lleva tiempo en marcha, resulta que el invento funciona a las mil maravillas.
 
Hace poco, en uno de los comentarios políticos  de sobremesa en casa, mi mujer decía que por más que le estén decepcionando PP y Ciudadanos, ella nunca votará a “un partido de extrema derecha”. Ella es católica practicante, y votante alternativamente del PP y de Ciudadanos. Y obviamente, me decía que no tenía la menor intención de votar a Vox.

Protestas en la calle por los resultados de VOX
No respondí a su planteamiento político, porque eso requería una extensa discusión que no podíamos liquidar en un solo día. En ese sentido, nos quedaba abierto un debate para muchos días. Así que me limité a responderle a la cuestión léxica. Y le dije:

Querida, te han levantado la camisa (y lo que sigue). ¿Cómo es que en tu vocabulario no existe la extrema izquierda, y sí la extrema derecha? Observa que los partidos de centro derecha y centro izquierda no tienen ideología propia, sino que asumen en bloque y sin cuestionarla, la ideología de izquierdas (que en realidad es de extrema izquierda). Y tan pronto como aparece un partido de derechas con ideología propia (es decir de derechas), se lanzan furibundos contra él acusándolo de “extrema derecha”: porque no consienten que ningún otro partido tenga ideología. Son ellos los que hasta el momento han tenido el monopolio de la ideología. Ideología única, y de extrema izquierda: que quede claro.

La realidad es que si el único partido ideológicamente de derechas ha obtenido tan gran apoyo popular, es porque hay muchísimos votantes que comparten esa ideología (la que viene guiando nuestras conductas desde hace siglos), y que detestan el esperpento moral de la izquierda: su banderín de enganche, la ideología de género, impuesta en la escuela para realizar desde ella la gran operación de ingeniería social (que es ingeniería sexual) de la extrema extremísima izquierda. Y los partidos de extremo centro (con la ideología extremísima de la extremísima izquierda), tragando sapos y culebras y apuntándose a esas aberraciones de costumbres que detestan sus votantes; unos votantes que se les van porque por fin ha aparecido un partido que tiene ideología propia, que resulta ser la ideología de un segmento vital y posiblemente mayoritario de la población española.

Pero a lo que iba: ¿cómo puede hablar de “extrema derecha” quien ni siquiera tiene en su vocabulario el concepto y la expresión de “extrema izquierda”? Pues esto ocurre hoy en casi todos los medios y en la gente que se alimenta de ellos y traga sin masticar. Eso es tremendamente indigesto, y ahí se lo encontrarán. Y obviamente todos esos a los que les subvierten el lenguaje, son víctimas inocentonas de la subversión de doctrina. Ya se lo encontrarán.

¿Manifestantes de "ultraizquierda"?
Pero lo que no tiene nombre, ni bueno ni malo (¿no lo llaman a eso “ignominia”, cosa que no tiene nombre?), es que la Iglesia justamente en los temas en que choca de frente con la ideología de extrema izquierda, se comporte como los partidos de extremo centro cuya principal característica es no tener ideología: en el bien entendido de que asumen la ideología de los que tienen el monopolio ideológico en vigor (antes de esta catástrofe, lo tuvo la Iglesia). Igual que esos partidos políticos que no son ni carne ni pescado, la Iglesia hace peligrosísimas piruetas para no chocar con esas ideologías de ultraizquierda sin que se le note que con esas piruetas pone en tela de juicio su fiabilidad doctrinal: la conducta de la Iglesia ante esas ideologías que le oponen una enmienda a la totalidad, es realmente preocupante. En la defección uniformemente acelerada de los fieles, tiene su merecido. Justamente igual que esos partidos tan asépticos y finalmente tan extremistas de extremo centro. No tienen ideología (la Iglesia, disimulando ante el mundo, como si no la tuviese); pero como la gente sí tiene ideología e ideas, se les va para recalar en un partido que sí tiene una ideología, que casualmente coincide con la de los votantes.

Pues no, resulta que no. Ni la Iglesia ni el partido que ganó las penúltimas elecciones con mayoría absoluta, pueden sostenerse sin tener ideología u ocultando la que tienen. Hay que tener el valor de defender tu ideología, aunque si es la católica, te llamen ultracatólico; y si tu campo de juego es la política, te llamen “de extrema derecha”. Las dos denominaciones, con la intención de dejarte fuera de juego.

Y en cuanto a dejarnos poner los nombres por nuestros enemigos (¡mira que tiene guasa que sean los enemigos de la Iglesia quienes reparten en ésta carnets de buenos cristianos y en la política, los enemigos de la democracia quienes reparten carnets de demócratas!) hemos de ser especialmente cuidadosos con la coherencia de nuestro vocabulario: raro, rarísimo es que fluya de las bocas y de los medios la expresión de “extrema derecha” sin que fluya con igual asiduidad la expresión de “extrema izquierda”. E infinitamente más raro es que aceptemos que sean personas y medios de “extrema izquierda” quienes le asignan a alguien el sambenito de “extrema derecha”. Allá cada uno con sus equilibrios o desequilibrios. Pero hemos de poner cuidado en que no nos arrastren a nosotros: esos mismos, en cuanto ven que alguien se comporta simplemente como católico, le llaman “ultracatólico”. ¿Por qué será? 

Casáreo Marítimo      

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