Si uno no considera su fe, su religión y su iglesia la más hermosa del mundo, igual que el niño a su madre, es que realmente andamos muy mal. Un niño jamás considerará que alguna otra mujer pudiera ser su madre, y por tanto jamás la cambiaría, por maravillosa que fuera la otra. Ni siquiera admitiría que todas las madres son igual de buenas. Pues no, claro que no. La suya es sin lugar a dudas la mejor de todas las madres. Obvio, ¿no? Y quien no ama a su madre con esta ceguera (llamémosla así) es evidentemente un mal hijo. La madre es la madre, y hay que defenderla y amarla a toda costa. Y quien la insulte, como decía el Papa, se arriesga a recibir un puñetazo.
Todos le entendimos perfectamente y nadie le criticó, a pesar de que con estas palabras intentaba explicar por qué los musulmanes tenían todo el derecho de sentirse ofendidos e irritados cuando lo de Charlie Hebdo. No quería decir, como pretendieron algunos, que en cierto modo los islamistas dieron el puñetazo a su manera a Charlie Hebdo por insultar a su religión. No quiso decir eso. Se le entendió muy bien. Si insultan a tu Dios y a tu religión, es normal que te siente fatal y, según cómo seas, el que te ha insultado se está buscando por lo menos un puñetazo.
Hasta ahí, todo bien. Algo vidrioso, pero bien. Las palabras del Papa no levantaron polvareda. ¿Pero qué ocurre en la celebración del aniversario de la matanza de Charlie Hebdo como represalia por haber insultado a Mahoma? Aquí la cosa tiene unos tintes bien raros: en primer lugar, la portada conmemorativa de ese atentado no se la dedica el semanario a Mahoma (con él ya no se atreven: ya han escarmentado). Se la dedican al Dios de los judíos y de los cristianos, eligiendo una iconografía bien clásica, para que no haya lugar a confusiones. Representan a este Dios armado con un fusil (parece un AK 47, dicen los entendidos), y con una leyenda que dice: “El asesino sigue suelto”. Adelanto ya que en esta circunstancia se produce algo mucho más vidrioso que en aquel momento las palabras comprometidas del Papa. Aquí, lo tremendamente vidrioso es el silencio. Comparativamente, un silencio sepulcral. Es evidente que entre la respuesta violenta de los islamistas y las inconmensurables tragaderas de los cristianos, hay un buen recorrido.

Por decirlo todo, hay que decir en descargo de los chulos descerebrados de Charlie Hebdo que Alá, el nombre de Dios para los musulmanes, no tiene imagen. Y como el sincretismo religioso es moneda corriente también en la Iglesia católica, pues habrán dado por bueno servirse de la imagen del Dios de los judíos y de los cristianos (al que tampoco los judíos dieron imagen, pero sí los cristianos) para representar al Dios de los musulmanes. Y que es ese Dios común de todas las religiones, “el asesino que sigue suelto”. Es decir que si los mismos católicos son tan sincréticos que predican sin el menor recato que todas las religiones tienen el mismo Dios, por qué no iban a serlo los ateos de Charlie Hebdo. Y por consiguiente, tampoco tienen motivo alguno para ofenderse, si utilizan la imagen de su Dios para representar al Dios de los otros, como el asesino que anda suelto. Aunque lo más probable es que esos genios del humor quisieran decir que es la religión (no importa cuál), y por consiguiente es Dios (tampoco importa con qué nombre ni con qué imagen) el asesino que anda suelto. Meterse con los asesinos que andan sueltos de una manera tan indirecta y tan sutil, que puedan darse por satisfechos al ver que atacan al Dios de sus enemigos, asegurándose de este modo que no se sentirán ofendidos. Sutilezas del humor.
Pero es mucho más cierto que habiendo podido utilizar la imagen de Mahoma (que sin lugar a la menor duda identifica a los musulmanes), colgándole el fusil y añadiendo la leyenda sobre el asesino que sigue suelto; como eso podía traerles serios disgustos, pues van y, ni cortos ni perezosos, emplean la iconografía cristiana para representar a Dios y añadirle esa leyenda tan criminalmente insultante.
Pues sí, nos están insultando a los cristianos y a los judíos; no sólo nos están insultando, sino además acusándonos de asesinos. Acusándonos de que asesinamos en nombre de Dios, de ese Dios del Antiguo Testamento. ¿Acaso fuimos los cristianos o los judíos los que disparamos contra los periodistas?
Y bien, ahí está el hecho: nos están insultando a la cara de la manera más insolente. Nos están insultando y acusando a los católicos. ¿Alguien suficientemente representativo ha abierto la boca? Pues no, porque nadie se ha sentido insultado. Porque en este lado de la civilización, nos da todo lo mismo; y no importa que la justificada ira de Charlie Hebdo contra los musulmanes, la dirijan injustificadamente contra los judíos y los cristianos. Es que les tira mucho más insultar a éstos que a los musulmanes, que les sirven de ariete contra los cristianos: porque éstos son sus enemigos preferidos, aunque quienes llevan el fusil, disparan y asesinan son los otros.
Y claro, con este panorama los musulmanes nos tienen bien tomada la medida. A una Europa que no se respeta a sí misma, le piden respeto para sus costumbres y creencias. ¡Y tanto que consiguen ese respeto! Cualquier día tendremos al presidente de Francia celebrando el Ramadán y promocionándolo entre los franceses. ¿Por qué? Porque ni el presidente de la República ni todo su sistema de poder respetan la religión y los valores sobre los que se construyó Francia y que aún siguen siendo la religión y los valores de un gran número de franceses. Pero como les gusta perseguir a éstos y acoger a los otros, ahí que van labrando un hueco lo más amplio posible para los musulmanes. Es la moda progre y también conservadora. Apreciar lo de fuera y despreciar lo de dentro. Socavar los cimientos morales sobre los que se construyó su país.
Y esto, obviamente, ocurre también en la Iglesia. Nuestra dedicación a comprender y acoger a los demás es proporcional al descuido y a menudo al desprecio por lo nuestro. El patrimonio espiritual del catolicismo es un bien de toda la humanidad. Un bien que tenemos la obligación de dar a conocer y compartir. A lo mejor es a eso a lo que llaman evangelización. Pero no es esa la música de nuestra copla. Estamos en unos gravísimos niveles de indigencia espiritual, ¿y es eso lo que queremos compartir? Para ofrecer a los demás hay que tener; y tener en abundancia. ¿Pero qué pensamos darles? En realidad no es nuestra idea darles riqueza espiritual, sino que nos la den los demás a nosotros. ¿Eh? ¿Acaso se ha vaciado hasta tal punto el Evangelio que no tengamos nada que ofrecerles?
Bueno, de momento vamos acomodando la navidad a no sabemos qué, e introduciendo reinas magas para alinearnos con la ideología de género. Ésta es la Europa en la que están actuando los musulmanes de múltiples maneras. Los moderados sólo nos piden que por respeto a la diversidad religiosa y cultural que ellos traen, pongamos en sordina nuestra propia identidad cultural y religiosa. Los moderados se conforman con eso. Y a los europeos moderados, y también a los cristianos moderados (cuanto más integristas ellos, más moderados y sincréticos nosotros), nos parece perfecto batirnos en retirada para que ellos se sientan cómodos. ¡Oh, la moderación! Ahora lo que se lleva es ser moderadamente católicos.Cesáreo Marítimo