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La primera semana de la Pasión

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El quinto domingo de la Cuaresma es llamado I de Pasión y con él empieza el tiempo así denominado que incluye la Semana Santa. Así llamaban a estas dos semanas los libros litúrgicos carolingios porque la liturgia pone en escena la persecución y conjura tramada por los enemigos de Cristo, con tono especialmente dramático. En las figuras de David y Jeremías perseguidos, la liturgia evoca a un mismo tiempo los sentimientos de amargura y de profunda confianza en Dios que descubrimos en la persona de Cristo, el Justo, el Inocente, que el odio de los hombres ha dejado sin defensor pero que no se cansa de dirigirse a Dios Padre rogando no le abandone en el día de la prueba. 

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Cristo entre David y Jeremías (Diego de la Cruz 1495)

Pero en su concepción primitiva y en su redacción litúrgica, esta semana no difería de la precedente, sino que más bien enlazaba con ella ya que en el Oficio Vigiliar del sábado al domingo tenía lugar la colación de las Sagradas Órdenes que acababa con la misa del día. Por otra parte los documentos romanos más antiguos reservan el apelativo in Passione para el domingo de Ramos. Así lo recogen el Sacramentario Gelasiano, el Ordo Sancti Petri más arcaico y los sermones de San León Magno.  

Sacramentario Gelasiano

Pero a finales del siglo VII con la decadencia del catecumenado y con la paulatina difusión en Occidente del culto de la Santa Cruz, se va acentuando la tendencia a dirigir los pensamientos a los sufrimientos de Jesús, hacia el final de la Cuaresma. Por eso ese incremento del misterio doloroso de Cristo en los textos litúrgicos, que inseridos en los ya existentes, dieron forma y composición a esta semana de transición. Las oraciones y las primeras lecturas desde el domingo al jueves hacen referencia al ayuno y a la penitencia cuaresmal sin ninguna referencia a la Pasión. Los fragmentos del evangelio hacen referencia a la Pasión y el prefacio es de la Santa Cruz, compuesto originariamente para la misa votiva. Este doble carácter se nota en el Oficio divino: la antífona del invitatorio es penitencial y en cambio los himnos de Venancio Fortunato Vexilla Regis y Pange lingua gloriosi proelium certaminis son una exaltación de la Cruz y de los dolores de Cristo. 

 

Este tiempo de Pasión presenta dos particularidades litúrgicas. Omitir el salmo 42 Judica me Deus al principio de la Misa y la prescripción de cubrir las cruces e imágenes, interpretado como signo de tristeza, pero que originariamente deriva de la costumbre, consolidada en el siglo IX, de extender al principio de la Cuaresma un gran velo ante el altar que lo ocultaba a los ojos de los fieles y que era removido el miércoles santo cuando en el evangelio se leía que el velo del Templo se rasgó (velum templi scissum est). El pueblo que no tenía calendario, al ver el velo sabía que había llegado la Cuaresma (en Alemania lo llamaban Hungertuch– el velo del hambre -por el ayuno que empezaba) y también era un recuerdo de la antigua expulsión de los penitentes de la Iglesia. Al decaer esa disciplina de expulsión, a partir del miércoles de ceniza todos los fieles eran considerados penitentes y con el hurtar la visión del Altar los separaba en cierta manera del Santuario, como antaño, hasta que en Pascua no se hubieran reconciliado con Dios. De ahí el precepto pascual de confesarse y comulgar, recuerdo de la readmisión plena de los penitentes a la vida de la Iglesia. La costumbre pues de tapar las imágenes y las cruces comprendía toda la Cuaresma, como aún se usa en el rito ambrosiano. La regla de limitarlo al tipo de Pasión es del siglo XVII. En el misal de 1970 se prescribe que se mantenga allí donde se crea oportuno. Se convierte pues en un uso legitimo aunque discrecional.


Mn. Francesc M. Espinar Comas 

Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet


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