¡Oh príncipes!, despreciad los placeres de una vida impía; creed en Cristo, verdadero Rey del Cielo y de la tierra; rechazad al profeta, que tantos pueblos ha arrojado en el fuego del infierno
(San Eulogio de Córdoba).
El mundo que tuvo la Cruz como símbolo y síntesis religiosa e ideológica, se enfrenta a un gran problema al tener que posicionarse ante ese otro mundo cuyo símbolo es la media luna. Hoy en Occidente la Cruz está proscrita o cuanto menos, celosamente ocultada. La que fue primero religión y luego ideología de Estado, hoy está siendo perseguida hasta que se consiga su total eliminación: es un objetivo inequívoco de la masonería, una fuerza aniquiladora (yo diría simplemente suicida), que es la otra cara de la moneda occidental. El empeño destructor del cristianismo es tan europeo y americano como el cristianismo: es su otra cara. No hay más que ver que no tiene ningún espacio en el mundo islámico, en el que la masonería no ve ningún peligro. Para ellos, el peligro está en el cristianismo al que se han propuesto aniquilar. Y llevan ya dos siglos y pico en el empeño.
El panorama es que el Islam se ha propuesto conquistar Europa, y está en ello. Frente al islam, el cristianismo jugaba un gran papel: era una religión potentísima con un enorme arraigo, puesto que la sociedad europea se había construido sobre ella a lo largo de dos milenios. Pues bien, el cristianismo ha desaparecido de Europa como sostén ideológico y moral de la sociedad. Ha desaparecido como baluarte religioso que fue frente a los intentos de invasión religiosa. El cristianismo en Europa es un residuo religioso absolutamente minoritario que ya no impregna la sociedad, y que está siendo tratado (y perseguido) por los Estados como una secta. La que fue respetada y promovida como religión y moral de Estado aunque formalmente no lo fuese (en Inglaterra, el cristianismo es la religión del Estado), ha sido sustituida hoy por otra religión y moral de Estado, con gran fuerza normativa, pero sin fuerza de penetración en las conciencias: es la ideología de género con todas sus secuelas, impulsada por la masonería con enorme fuerza y con resultados espectaculares.
Y enfrente, el Islam que, éste sí, es el cimiento religioso y moral de muchos Estados que han puesto sus ojos en Europa como tierra primero de inmigración y luego de conquista. Que ése es el modus operandi de la inmensa mayoría de invasiones a lo largo de la historia: los comerciantes y los que van a darse vida, han precedido casi siempre a los ejércitos. Con su religión y con su moral como principal cohesionador: porque vienen cohesionados a una Europa sin más religión que el Estado del bienestar, y sin más moral que la ideología de género. Y todo ello sobre un montaje de “DERECHOS humanos” como arma de combate moral, frente a oleadas de inmigrantes musulmanes que vienen fuertemente armados con su férreo código de DEBERES. La Europa que se rigió durante milenios con el código básico de deberes, que eran los 10 Mandamientos, se ha cansado ya de deberes, y ahora sólo tiene derechos. Y con ellos se ha de enfrentar a un pueblo que viene con una ideología potente y con deberes religiosos que les arrastran con fuerza.
¿Y cuáles son esos deberes? Pues obviamente, la expansión del reinado de Alá a todo el mundo. ¿Y los medios? Bueno, pues eso depende de la oportunidad: si losinfieles son más fuertes que los fieles, mediante el comercio, la negociación, la inmigración, la convivencia. Pero si los infieles están en situación de debilidad física o moral, el medio de extender el Islam es la Guerra Santa. Y no es éste un invento de ahora, que llevan muchos siglos ensayándola. Vale la pena que hagamos un repaso de lo que fue, para estar prevenidos frente a lo que puede ser.
La Reconquista, las Cruzadas, el testimoniode miles de mártires… o incluso los primeros fervores de Teresa de Avila, la intrepidez de Francisco de Asís… no se pueden entender sin remontarnos al año 611, a la cueva de Hira en el monte Nur, sito en Arabia. Allí, un pastor de ovejas analfabeto, que acababa de conseguir un matrimonio ventajoso con una viuda rica de más de 40 años, dice haber visto al arcángel Gabriel sentado entre el cielo y la tierra sobre un almohadón de seda y brocado. Le muestra una tela sobre la que está escrita la “revelación”. Se la lee y le ordena que repita sus palabras: “¡Recita!” (iqra, de donde proviene la palabra “Corán”). Como Mahoma es y será siempre analfabeto, el que redacta el texto es un esclavo liberto, Zaid ben Thâbit. Según Mahoma, el propio Gabriel revisó el texto mientras duró la “revelación” (del 612 al 632).
La recitación tenía que ser exacta, y el menor error era reprendido por Alá severamente. No es que Dios se valga de hombres inspirados -como en la Biblia-, sino que el texto es dictado tal cual por el espíritu que habla por Alá. Hasta la última coma de las 114 suras del Corán es sagrada.

Varios hadices atestiguan que Mahoma escuchó las divinas verdades en sus viajes de juventud por Siria, de labios de monjes y anacoretas. Incluso en La Meca parece que pudo hablar con cristianos. El sobrino de su primera esposa, Khadidja, había traducido el evangelio al árabe, de modo que tuvo a su alcance la verdadera Revelación. Pero en esos años siguió el culto idolátrico al Dios Hoba, morador de la Kaaba, e incluso a sus tres hijas divinas que le acompañaban: al-Ozza, al- Lat y Manat.
El propio Mahoma, al recibir las primeras “revelaciones” del Corán, estaba atormentado por la posibilidad de ser un juguete en manos de Satanás. Es fundamental en este sentido el episodio de los versículos satánicos. La tradición árabe atestigua claramente que cuando Mahoma recitaba la sura 53, versículo 19, pronunció estas palabras: estas grullas (gharanik) supremas, cuya intercesión es de esperar… Se refería a las tres diosas antes mencionadas. Con esta frase Mahoma buscaba la complicidad de los coraichitas, que temían las pérdidas económicas por la supresión de cultos en la Kaaba, pero caía en una contradicción insalvable con su fe monoteísta. Cuando dejó de interesarle el apoyo político-militar de los coraichitas, dijo que ese versículo había sido una tentación diabólica. El gran problema es que provocó una enorme duda que aún perdura: ¿y los demás versículos? Que responda cada cual.
La realidad es que con estos mimbres tejió una nueva religión que tuvo en jaque a toda Europa, cuyo código religioso era el cristianismo. Y sigue teniéndola en jaque, pero hoy esa religión se enfrenta a una Europa que ha abjurado de su religión. Una Europa que ha decidido que sin Dios y sin sus Mandamientos vive muchísimo mejor.
Custodio Ballester Bielsa, pbro.