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El profeta impostor

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Si quieres devolver mi alma al que la crió, es mejor que afiles la espada. Mira, soy cristiano y lo he sido siempre. Confieso que Cristo, Hijo de María, es verdadero Hijo de Dios, y vuestro profeta un impostor, un adúltero, un endemoniado, que os lleva por el camino de la perdición  
(San Eulogio de Córdoba al juez que lo condenó).

La Europa que ha decidido que sin Dios y sin sus mandamientos se vive mejor, tiene enfrente un enemigo al que se ha empeñado en desconocer, ocultando la cabeza en la arena. Es la Europa de los derechos y del Estado del bienestar. Su empeño en desconocer, que no ignorar a su enemigo, nace de un hecho fundamental: se trata de un enfrentamiento religioso. Sí, tal como suena. Pero como es un partido en el que el rival ni siquiera comparece, no es nada difícil predecir el resultado. 

El gran problema está en que Europa, tan obsesivamente empeñada en destruir su religión, no está en condiciones de comparecer en un combate en el que quien ataca es una religión. Una religión poderosísima, no lo olvidemos, puesto que es enorme el poder sumado de unos cuantos Estados que han decidido que es precisamente la religión su arma más poderosa.

Y justo uno de los frutos más impresionantes de su desconocimiento de la fuerza del islamismo, es que si bien lo ignoran absolutamente todo del Islam, no ignoran en cambio a los Estados que tan sagazmente lo utilizan como arma: y pactan con ellos, los arman, los agasajan, se financian con su dinero y los incorporan a su sociedad con todos los privilegios civiles como religión, cuando se dedican a perseguir y satirizar sañudamente la que construyó moralmente a Europa. Prosiguiendo, pues, en el intento por subsanar esa ignorancia, prosigo con el repaso a los cimientos del Islam. 
 
La familia de Mahoma acabó harta de tanta impostura y veleidad, de forma que el que se pretendía profeta tuvo que huir a Abisinia primero (615), y a at-Taif después. Finalmente se dirigió al oasis de Yathrib, a Medina, donde vivían varios clanes de estirpe y religión judías. Nuevamente, la “revelación” se adapta a los intereses de Mahoma: en ese momento el Corán prescribe la tolerancia con judíos y cristianos. La dirección de las oraciones de los musulmanes es hacia Jerusalén, no hacia La Meca. Además son en sabbat -no en viernes- y se respeta el ayuno judío del Tishri. Incluso se impone una legislación que equipara a todos los efectos las religiones monoteístas. 

Pero viendo que no conseguía con eso atraerse adeptos, en 624 deroga todas estas medidas: a partir de ahora la oración se dirige a La Meca, judíos y cristianos se consideran dhimmi -sujetos tributarios sin derechos civiles-, y empieza a decir que la Biblia -escrita hacía siglos- había sido alterada. 

Lo más importante entonces es que el Islam se tiñe de sangre. Mahoma, viéndose ya rodeado de algunos adeptos, ordena practicar asesinatos y bandidaje. Las razzias se inician en an-Nakhla. Unos musulmanes asesinan una caravana de coraichitas a pesar de encontrarse en el mes sagrado de radjab, delito que justifica el propio Corán. Tras la batalla de Badr, un judío convertido al Islam mató a su esposa “infiel” mientras amamantaba a su hijo:
          
          - Has matado a Asma -le gritó el Profeta.
          - Sí, ¿pesa algo sobre mí por ese motivo?
          - Dos cabras no se atacarán con los cuernos por eso.

No había judío que no temiese por su piel, rezan varios hadices… Los judíos qoraiza, por ejemplo, se rindieron sin condiciones tras un mes de sitio en su barrio de Medina. Mahoma entonces decidió que Alá quería que se aniquilase a todos los hombres y se vendiese a todas las mujeres como esclavas. El Corán aprueba su decisión: No está bien que un profeta tenga cautivos mientras no someta a toda la tierra. 

Los nombres de las batallas (Badr, Ohod, Khandak, Al-Hudaibiya…) y carnicerías (exterminio de tribus enteras: banu qainuqa, nadhir, qoraiza, la ciudad judía de Khaidar, los ghatafan, fazar, murra, tayy…)les sonarán a epopeya heroica a los musulmanes, que desde niños han oído narrar estos episodios como modelo de expansión del Islam… El Profeta se apropiaba siempre de una quinta parte del botín y, en varias ocasiones, de las prisioneras que le agradaban.

La Yihad, guerra santa, la violencia como método de expansión, es inseparable del Islam. Los versículos siguientes se comentan por sí solos y son la mejor prueba de la ignorancia al respecto que reina en Occidente. Mientras algunos piensan en “dialogar”, hoy los niños musulmanes de las escuelas coránicas repiten cada día el famoso hadiz: El paraíso está bajo el relámpago de los sables.

Cuando tengáis un encuentro contra los infieles, golpeadlos en el cuello hasta matarlos; apretad la cuerda… Matad a los asociadores dondequiera que los encontréis; cogedlos… preparad contra ellos todo tipo de trampa. Los creyentes combaten por Alá: matan o les matan. No sois vosotros quienes les matáis, es Alá quien les mata.

Además del Corán, Mahoma recibió otra revelación directamente al corazón (nahyi ilmam), que le hace infalible. Por eso, sus razzias, sus matanzas, su bandidaje y sus contradicciones serían moralmente vinculantes y normativas. En los primeros años, Mahoma simuló participar en los cultos pre-islámicos… después dirá que Alá veía su verdadera intención. Esta actitud de Mahoma no sólo no es pecaminosa, sino que es modelo de virtud para cualquier musulmán: tal vez por eso los moriscos simulasen convertirse al cristianismo en España.

Mahoma explotó la codicia de sus seguidores: la razzia de al-Aslami se llevó a cabo sólo para conseguir la dote para una boda. Con el pretexto de la desaparición de unas camellas, se abalanzaron sobre un grupo de tiendas por la noche y pasaron a cuchillo a todos los hombres, vendiendo a mujeres y a niños. El profeta también les prometía curiosos botines ultraterrenos: el paraíso musulmán es una continua fiesta en la que los bienaventurados estarán acostados en lechos, vestidos de seda verde y brocado, con guirnaldas de flores y brazaletes de plata. Beberán abundante jengibre y vino… Y les daremos por esposas unas hur al- ´ain (huríes), mujeres de brillantes ojos verdes, semejantes a perlas escondidas, vírgenes amorosas siempre jóvenes, según el Corán.

Cuando el imán de Fuengirola publicó en un libro cómo pegar a las mujeres, sólo estaba comentando un versículo del Corán que dice: A las mujeres que se desvían, aisladlas en su lecho y pegadles. Los hadices matizan que hay que pegarles, pero menos que a un camello… Además el Corán restringe el número de mujeres legítimas a cuatro (sin contar las concubinas). Parece que Alá se preocupó de que Mahoma tuviera especiales privilegios: Profeta, hemos hecho lícitas para ti las esposas que has hecho viudas, las que posees por botín, las hijas de tus tíos y las creyentes que  con las que el Profeta quiera casarse.

Primero se casó con una mujer veinte años mayor que él, Khadidja, por dinero. Al morir ésta, se casa con una niña de seis años, Aixa, por ser hija del poderoso Abu Bakr. Esta dirá más tarde que la revelación acudía a él cuando ambos estábamos sobre la misma sábana.

Zafia era una judía apresada en una razzia. Tuvo que casarse con Mahoma, el cual no sólo había asesinado a su padre y a su hermano, sino que durante los desposorios negoció otra boda, esta vez con Habiba, que se incorporó al harén pocos días después.

El matrimonio con Zainab fue aún más truculento. Era esposa de su hijo adoptivo Zaid ben Thabit, pero tuvo la mala suerte de ser vista con poca ropa por el profeta. Este no vaciló en obligar a Zaid  a repudiarla, aboliendo la prohibición árabe del matrimonio con la esposa del hijo… Y además, según él, por inspiración divina: Como Zaid ya ha satisfecho con ella su deseo, te la damos por esposa.

Historias parecidas protagonizó Mahoma con sus otras mujeres (Salama, Hansa, Maimuna, Sauda, Ruhaina, Raibana) y con sus concubinas. Es lógico que se diera algún conflicto en su harén. Las llamadas “madres de los creyentes” formaban dos grupos que se peleaban, a menudo por celos. Un hadiz atribuido a Zainab explica que en una reyerta con Aixala insulté tanto que se me secó la saliva. ¡Y cómo gozaba el Profeta!

Todo ello me lleva a recordar las palabras de la Lumen Gentium (Conc. Vaticano II): El designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que adoran con nosotros a un solo Dios misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día.

Más allá de conocer y ver cómo era Mahoma, la primera reacción del cristiano a todo lo expuesto sería inmediata: ¡Qué inmenso don se nos ha regalado al tener tan diferente fundador! Un Maestro divino y humano, pacífico, al que pueden acercarse los cansados y agobiados para encontrar consuelo. Que perdona a la mujer adúltera, enseña a amar a los enemigos y a vencer el mal con el bien. Cristo Jesús se despojó de todo y acampó entre nosotros en pobreza y amor extremo hasta que, como Cordero sin defecto, no se resistió a ser inmolado para nuestra salvación…

Nuestra segunda reacción también es inmediata: ¿Qué no deberíamos hacer para que Cristo sea amado y adorado por los más de mil millones de musulmanes hechos a imagen y semejanza suya? Lo primero será conocer a Mahoma. ¿Que hay elementos positivos como la adoración al único Dios, la limosna, la hospitalidad? Cierto. Pero qué duda cabe de que los acontecimientos históricos que vivimos exigen también un conocimiento profundo de los elementos negativos que, demasiado a menudo, se ocultan a pesar de que periódicamente hemos de sufrir sus desgarradores efectos. Bueno, es la receta: la ignorancia aleja el miedo; y sin miedo no hay prevención ni defensa, ¡ni que sea ideológica! O incluso religiosa, si no es mucho pedir.

Custodio Ballester Bielsa, pbro.

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