Estos días la diócesis de Urgell está de enhorabuena, el sábado 29 de enero, dos diáconos han sido ordenados en el Santuario del Sant Crist de Balaguer, de manos del obispo Joan Enric Vives. En una diócesis pequeña las ordenaciones son motivo de júbilo, dado el reducido número de sacerdotes y la edad avanzada de los mismos. Pero no hay que pasar por alto que los dos ordenados, Jerrick Banzuela Rodríguez y Álex Vargas Montcada, no son originarios de la diócesis, sino que provienen de Filipinas y Colombia, es decir que la crisis de vocaciones autóctonas en estas diócesis es más que evidente.
Siempre he pensado que si no salen vocaciones de una diócesis o de una Orden o Congregación religiosa de su mismo territorio, significa que algo no se ha hecho bien, aun así siempre he defendido que la importación de vocaciones extranjeras, es una buena solución, dado que la Iglesia es universal, y que los problemas de presente hay que solucionarlos como se pueda, porque el pasado ya es historia y hay que mirar adelante con sentido de catolicidad y sin caer en racismos anticristianos o mirando para otro lado mientras el edificio se hunde.
En este sentido la diócesis de Urgell es pionera, ya que el antecesor de Vives, el obispo Joan Martí i Alanís, empezó la importación de vocaciones procedentes de Colombia, el experimento no puede catalogarse de éxito, puesto que no todo el mundo vio con buenos ojos esa llegada de seminaristas foráneos, decían que no se acababan de adaptar a esa diócesis y a su "taranná" y como tenían como lengua materna el castellano, no siempre se esforzaban en hablar el catalán, argumentando que en la lengua de Cervantes también los entendían. A todo ello hay que añadir, que cuando los colombianos iban a estudiar a Barcelona, veían otro mundo mucho más atractivo, más plural y adaptable a sus sentimientos que no los pueblecitos de Urgell.
El obispo Vives, que de tonto no tiene un pelo, se dio cuenta de la situación, y sin cerrar la puerta a la importación colombiana de su antecesor, introdujo la llegada de vocaciones filipinas, que tenían fama de ser mucho más adaptables, más dóciles y más abiertos a aprender y hablar el catalán, ya que su lengua materna acostumbra a ser el inglés, algo parecido a lo que ha sucedido con los seminaristas africanos de Vic, que no tienen el castellano como lengua propia y aprenden antes el catalán que el castellano.
Justamente también hace unos días el copríncipe ha recibido la visita de la Consellera de Acción Exterior y Gobierno abierto de la Generalitat, Victòria Alsina, que consiguió muy fácilmente el compromiso de Vives, para promover la lengua catalana en el mundo, la Consellera, así lo dijo en su Twitter en donde no se le escapó el detalle de que el obispo de Urgell es el único jefe de Estado de habla catalana.
Pues más le valdría al obispo Vives, preocuparse del porqué no salen vocaciones sacerdotales en su diócesis y menos a cuestiones lingüísticas que no son de su negociado, es cierto que el prelado de Urgel está muy discretito últimamente, y es que sabe que nada puede hacer frente al cardenal aragonés Omella, por mucho que le pese, que es el verdadero hombre fuerte de la Iglesia catalana y española y que no está por la labor del ensalzamiento nacionalista. Por ello Don Juan José movió los hilos para qué Vives dejara de ser Secretario de la Conferencia Episcopal Tarraconense y fuera sucedido por uno de sus peones, el auxiliar Gordo.
Todo el que conoce a Joan Enric Vives sabe de qué pie cojea, y su posicionamiento claramente nacionalista, pero sus deseos de liderar la Iglesia catalana y de escalar a lo más alto del escalafón eclesial se han visto truncados, y a sus 72 años, difícilmente va a cambiar su suerte. Cuando el copríncipe presente su renuncia dentro de tres años, lo más probable es que Omella siga en Barcelona, a lo máximo que puede aspirar, y no es seguro, es a pilotar su sucesión en la diócesis de Urgell.
Francesco Della Rovere