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Toni y las sombras (Por Antoni Puigverd)

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Ha  muerto un gran hombre. To­ni Vadell, 49 años, obispo auxiliar de Barcelona. Discre­to y apasionado, era un gran dinamizador de la vida ecles­ial barcelonesa, especialmente entre pobres y jóvenes. Cuando me enteré de que estaba enfermo de un cáncer difícil, le escribí para darle ánimos. Me contestó en un mensaje oral que guardo como un tesoro. "Dios no nos aho­rra lágrimas, pero las seca todas". El diagnós­tico lo golpeó, pero "al igual que Jesús, mien­tras sube al monte en el que van a crucificarlo, entre gritos de odio e insultos, recibe el cariño de Verónica, la ayuda del Cirineo, el amor de su madre y de su amigo, también yo percibo la ternura que proyectan hacia mí los que saben de mi enfermedad". El mal despierta la ternu­ra. He ahí una forma de entender la vida que, aunque no se comparta, impresiona. Invita a la reflexión y al encantamiento. 

He dicho que Toni Vadell era obispo. Anta­ño era este un cargo de poder, ahora se ejerce bajo una presión insidiosa y constante, sobre todo en Catalunya. El escándalo de la pede­rastia, una vergüenza dolorosa que afecta a un ínfimo tanto por ciento de los clérigos de otros tiempos, proyecta sobre la Iglesia cató­lica una sombra siniestra y deformadora, que, sin apaciguar el dolor de las víctimas de hechos de hace 50, 40 o 30 años, causa también un gran daño a inocentes. El desprestigio, la exclusión social y la burla recaen, no sobre los culpables de ayer, sino sobre los clérigos de hoy. La Iglesia caricaturizada como una secta de pervertidos. 

La Iglesia tuvo en su seno personajes in­mundos que se aprovechaban de la jerarquía sobre los niños para hacer desde tocamientos hasta violaciones. Es una de las páginas más sucias del catolicismo. Ahora bien, los abusos se escondían como era la costumbre de todas las instituciones en las que se producían he­chos similares. Por desgracia, la pederastia es una abominación muy extendida. Sin embar­go, el periodismo no ha investigado tales prácticas en el pasado de la escuela laica o de los clubs deportivos y de vacaciones. Un entrenador de niños del Barça se trasladó a Mexico, de donde fue expulsado por miserable. Regresó al Barça y, al poco, fue defenestrado por las denuncias de exalumnos de una escuela. El caso está prescrito. Pero mientras la ola de denuncias en la Iglesia es promovida mediáticamente, ningún periodista indaga, pese a tantos indicios, en el fútbol infantil. ¿Que pudridero oculta la omertá futbolera?
 

 
El periodismo más crítico con esta vergüenza de la Iglesia ensalza a personajes cuya pederastia ellos mismos han proclamado: del sobrino de Mitterand, qwue explotaba niños en Tailandia "porque el clima de esclavitud le excitaba", al poeta Gil de Biedma, que describe el color de los calzoncillos "de color de ala de mosca" del niño que ha comprado; de Daniel Cohn-Bendit, que animaba a los niños de unas colonias a explorar dentro de su cremallera, a Gurruchaga, que cantaba en TVE con la orquesta Mondragón: "Es el hombre de los caramelos, / envuelto en un abrigo gris, / siempre en la puerta del colegio, / te espera para hacerte feliz". ¿Qué es lo que preocupa, la pederastia o la Iglesia?
 
No debería mezclar el elogio de Toni Vadell con estas campañas. Pero tenía que subrayar por qué han quedado parcialmente eclipsados los cinco años de acción social apasionada como obispo de Barcelona de un hombre tan digno y benéfico. El poplvo de una campaña sesgada  todo lo sombrea. Si preocupa la pederastia ¿por qué no se combate radicalmente en todos los frentes?
 
*Escrito publicado porAntoni Puigverd en La Vanguardia el 14 de febrero de 2022.

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