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El frente de juventudes de Joan Amorós

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 Joan Amorós: «Encara no hi ha un pla concret per desenvolupar el corredor  mediterrani» | NacióDigital
Joan Amorós i Pla
 
Hace unos días Francesco della Rovere nos daba cuenta del surgimiento de un nuevo grupúsculo en el nacional-progresismo eclesial denominado Effathá-Cristians de Base. Un ejemplo más de canes idénticos con diferentes collares que se vienen reproduciendo en el cristianismo nacionalista catalán. Alguien que no se halle imbuido en la materia puede creer que se trata de un grupo de jóvenes que vienen a reivindicar una renovación eclesial desde la base, cual su apelativo indica. A otros, confundiéndolos con los retiros de Effetá, le sonará también a actividad juvenil. ¡Quiá! La nueva asociación reivindicativa se halla liderada por Joan Amorós i Pla (1938), Enric Cirici Delgado (1931) y el claretiano Pere Codina Mas (1937). 
 
El que da la cara es el más joven de los tres. Joan Amorós es un ingeniero industrial que trabajó, desde el año 1969 hasta 2003, en Motor Ibérica, que luego pasaría a ser Nissan-Motor Ibérica, como uno de los colaboradores de Juan Echevarria Puig, camisa vieja falangista y antiguo jefe del SEU en Cataluña. Cuando se jubiló Amorós, decidió que debía recuperar el tiempo perdido y purgar su cotidianeidad con un prohombre franquista dedicándose a abogado de las causas perdidas. Además, así no se quedaba en casa y su jubilación no sería sinónimo de aburrimiento.
 
La primera causa perdida a la que se apuntó fue el hermanamiento occitano-catalán, con magros resultados. Dado que esa primera reivindicación no cogía vuelo, se apuntó a otra más prosaica y con más público favorable: el corredor mediterráneo, articulándola en una asociación denominada Ferrmed, que pretendía ser un lobby de presión a favor del eje ferroviario. En este grupo logró mayores contactos, subvenciones y visibilidad, no en vano se relacionaba con las comunidades valenciana y murciana, interesadas en el proyecto. Sin embargo, el independentismo de Amorós despertó los recelos de esas autonomías, rompiéndose las relaciones y dejando a Ferrmed como una asociación exclusivamente catalana. Era el segundo fracaso del ingeniero retirado.
 
No obstante, el jubilado se hallaba bien de salud y no quería encerrarse en casa. Toda la vida había sido un cristiano con taranná, como buen feligrés de la parroquia de Sant Ildefons, aquella donde guardaban el banco donde se solía sentar Joaquim Forn y donde fue ovacionado en plena misa del gallo, durante un permiso carcelario. Hacía ahí dirigió Amorós su nueva aventura, Effathà-Cristians de Base, que domicilió en la misma sede de Ferrmed, Via Layetana 39 de Barcelona. Era el nuevo chiringuito de Amorós, al que llamó a colaborar a los jóvenes Enric Cirici y Pere Codina. El primero, último representante de los organizadores de la campaña “Volem bisbes catalans” del año 1966 y el segundo, director del fanzine El Pregó y claretiano heterodoxo, de entre cuyas múltiples ocurrencias cabe destacar que considere contraria al Evangelio la genuflexión delante del Santísimo.
       
Olvidados los lazos con Occitania e hibernado el corredor mediterráneo, ahora se prodiga Amorós con su nuevo chiringuito reclamando obispos catalanes y no solo catalanes, sino nacionalistas y “arrelats al país”. Pese a que es hombre tesonero, solo le está comprando la mercancía el diario El Punt-Avui, siempre atento a esos revivals sesenteros, a los que solo falta la voz de Salvador Escamilla. Esta semana ha vuelto a ser entrevistado por ese único medio que le hace caso. La entrevista es un puro desnorte. Se la dejo enlazada para que observen los últimos estertores de una corriente, que tuvo su importancia hace 50 años, pero cuya presencia actual se limita a guettos como el de la parroquia de Sant Ildefons y alguna otra comunidad de las comarcas gerundenses. 
 
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P. Pere Codina Mas
 
De la entrevista, aparte del consabido ataque al cardenal Omella, al que culpa de engañar al propio papa Francisco, obviando que fue el propio Santo Padre el que lo designó como obispo de Barcelona, destacaría dos auténticas boutades: la primera su crítica a los sacerdotes jóvenes, según sus palabras demasiado conservadores y la segunda su elogio de la capacidad de convocatoria del protestantismo evangélico. Ambas afirmaciones son la prueba de su frustración. No hay sacerdotes progres. No hay sacerdotes nacionalistas. ¿La culpa no será de los Amorós y Codina de turno y todo el grupo de Sant Ildefons que han ahuyentado cualquier vocación sacerdotal de su cuerda? ¿No es un enorme fracaso propagar una corriente eclesial que no despierta ni una sola vocación desde hace años? ¿No es un evidente fiasco carecer de un joven menor de 60 años en su nuevo movimiento? Y en cuanto al poder de convocatoria de los evangélicos, especialmente en la colonia latinoamericana, ¿no se ha parado a pensar Amorós en que, a lo mejor, es porque se dirigen a ellos en español y no en un catalán que les resulta extraño?
 
Cuando Josep Torrens, mucho más joven que Amorós, disolvió Església Plural, reconoció que lo hacía por falta de voluntarios. No pensó en el nuevo frente de juventudes o ellos no quisieron pasar por su aro. Sea como fuere, el combativo Torrens va a ser sustituido en presencia mediática por el lobbysta Amorós. Un lobbysta siempre equivocado, que en lugar de acercarse a Roma donde se designan los obispos, se acerca a Waterloo, no en vano el fugado Puigdemont impartirá una de las clases de su nuevo chiringuito en el primer curso organizado bajo la denominación de “Coneixement de Catalunya i espiritualitat”. Otros de los insignes profesores será Cinto Busquet, el cura supremacista de Calella o el claretiano Màxim Muñoz, nuestro hombrede Zarzacapilla. 
 
Oriolt 

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