En el número 100 de la barcelonesa calle Balmes se halla enclavado el santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, cuya titularidad ostenta la congregación redentorista, con casa en Barcelona ubicada en el pasaje Mercader que comunica con la parte de atrás del templo. Dicha iglesia había tenido antaño numerosa concurrencia y era muy pródiga en celebraciones, hasta el punto de que diariamente se celebraba una misa a las 21 horas, horario bastante inusual en Barcelona. La crisis de las órdenes religiosas (que naturalmente afectó a los redentoristas) provocó una drástica reducción de sus componentes, hasta el punto de que, en estos momentos, solo tres padres octogenarios residen en la casa barcelonesa: el P. Antonio Roncero Sánchez, el P. Lauro Núñez Huerta y el P. Miguel García Leyva. No obstante, pese al descenso cultual, sigue siendo un punto importante de oración. En mi caso, le tengo particular devoción a una imagen de la Virgen de Lourdes, que donaron al santuario dos buenas feligresas de la parroquia de dicha advocación de Barcelona, una vez se produjo la crisis en la comunidad con el arribo de Mn. Cabot.
Fruto del hundimiento de la vida religiosa en Occidente, a los ancianos redentoristas no les llegaron refuerzos de lo que habían sido los tradicionales feudos de los hijos de San Alfonso María de Ligorio, sino que les vinieron del este y de la práctica católica-oriental. Ante el incremento de emigrantes de Ucrania en Barcelona, llegaron de dicho país en 2008 dos redentoristas que fueron acogidos en el templo de la calle Balmes. A partir de entonces, además de ayudar a los tres padres muy mayores, fueron congregando a sus paisanos en el Santuario. Y los congregaban de la forma que más agradecían: con su liturgia greco-católica de rito bizantino. Con su bello y pulcro estilo oriental, nada contaminado por modismos al uso, con el vetero-eslavo como lengua litúrgica, con sus celebraciones ad orientem, con su iconostasio y la vívida fe de sus feligreses. Pronto se instituyeron unas solemnes vísperas marianas los miércoles a las 20 h (los miércoles es el día que tienen dedicado los ucranianos de rito católico a la Virgen) y la Santa Misa el domingo a las 9,30 h. Actualmente, los dos redentoristas que residen en el santuario son los padres Volodymyr Sabat y Andriy Kachmar. La afluencia es tan importante que ya son más concurridas las celebraciones eslavas que las de los parroquianos del lugar.
Además de foco de fe, de nexo de unión entre muchos emigrantes que se encuentran y se saludan en el templo y de conservación de una liturgia propia, de la que no podrían participar en la diáspora, desde la invasión de su país por las tropas de Putin, el santuario de Calle Balmes está siendo el punto neurálgico donde se concentran las ayudas de los barceloneses al castigado pueblo ucraniano. El padre Volodymyr efectuó desde el primer día un llamamiento a la aportación de donativos, alimentos y especialmente medicamentos, sacos de dormir, ropa térmica, impermeables, esterillas, etc., cuyo centro receptor se ha ubicado en la sacristía del templo redentorista, desde donde se reparten y dirigen a las zonas en guerra. Y si la iglesia se halla cerrada se pueden entregar en la casa de Pasaje Mercader 12 que da a su parte trasera. Estuve presente la pasada semana y resulta conmovedor ver el constante goteo de gente de todas las edades, unos con niños, otros solos, otros con mayores, que van entrando en la iglesia con paquetes y cajas de mayor o menor volumen. Verdaderamente, comprobé que Barcelona (y especialmente muchos católicos barceloneses) se están volcando en ayudar a ese pueblo lacerado por una invasión bárbara y cruel. Era una auténtica romería de donantes en constante silencio, respeto y afecto al pueblo humillado.
Lo pude constatar también el miércoles de ceniza. Estuve en la parroquia de Sant Llorenç y había más gente que nunca. También me dijo mi hijo que la había en Santa Gema y Mn. Espinar me lo confirmó de su comunidad de Santa Coloma. En Sant Llorenç se habían remitido ya 3.000 euros para Ucrania, vía Cáritas. De manera sigilosa pero obstinada, el pueblo sencillo se estaba movilizando. No con el absurdo y disparatado “No a la guerra” de la contienda iraquí, sino con el voluntariado, la donación y la plegaria en plena cuaresma.
Un sátrapa soviético ha invadido un país con el claro propósito de aniquilar su población civil. Nada nuevo que no hubieran hecho los antiguos líderes de la URSS, desde Lenin a Breznev pasando por Stalin y Kruschov. En España hay partidos a la izquierda que se manifiestan ambiguos y ponen reparos a parar los pies al agresor, aun cuando está claro que este no entiende otro lenguaje. Algunos responsables de comunidades cristianas se manifiestan con la misma ambigüedad, como el abad de Montserrat que platicó en una homilía: "No nos gusta la invasión, y tampoco vemos tan clara, tan limpia y tan libre de intereses las respuestas"La siempre repugnante equidistancia. Igual de repugnante que la simpatía que guardaban algunos católicos con Putin, de la que más pronto que tarde se van a avergonzar. Mientras tanto una innegable e impensada corriente de solidaridad está acercando a muchos cristianos con el pueblo ucraniano. En Barcelona se concentra en los redentoristas de Calle Balmes, sin olvidar la parroquia de rito greco-católico de Santa Mónica en la parte baja de las Ramblas.
Oriolt