Al mismo tiempo en que Xavier Novell se hallaba a punto de estrenarse como papá de gemelos, se celebraba en la catedral de Solsona la toma de posesión de su nuevo prelado, Mons. Francesc Conesa Ferrer. Este sábado aparecía la villa episcopal engalanada como en las grandes ocasiones. Se habían olvidado las tiranteces anteriores con la curia, las proclamas laicistas y las consignas de la ideología de género. Un consistorio monocolor de ERC se volcó en dar realce y brillo a la llegada del nuevo mitrado. En la catedral estuvieron alcaldesa y concejales con su vara de mando y sus bandas, las pubillas con sus trajes folklóricos y, en el exterior, gigantes, comparsas, trabucaires y ball de bastons formando el séquito del Ball de l’Àliga, que no es más que una tradición multisecular de bienvenida al obispo, simbolizada por el águila de San Juan Evangelista. Una rica tradición en la que el pueblo de Solsona no solo homenajea al nuevo titular de su cátedra, sino que se pone a sus pies, no en vano, el mismo ball de l’àliga, solo vuelve a salir en Corpus rindiendo pleitesía a Jesus Eucaristía en la Custodia.
No falló el Ayuntamiento de Solsona ni falló el acompañamiento de obispos en la celebración. 25 prelados, encabezados por el Nuncio y el cardenal Omella, seguidos de todos los obispos catalanes (a excepción de Pardo que sigue en la UCI, sin que su estado pinte bien), el emérito Piris, el de León De las Heras, los auxiliares de Valencia Salinas y Ros, Taltavull de Malllorca, el secretario de la CEE Argüello y una buena representación de su diócesis natal oriolana con el residencial Munilla, el emérito Murgui y los ex auxiliares García Burillo y Cases Andreu, hoy eméritos de Ávila y Canarias.
Hasta apareció la lluvia, que hacía más de dos meses que no se dejaba ver por aquellos pagos. Y ni la lluvia amargó la fiesta. Pero ¿fue solo una fiesta folklórica? Creo que había algo más. Existía un vivo deseo en la población de pasar rápida página a la era Novell. El convulso final de su pontificado, ese lamentable epílogo de salsa rosa que puso a Solsona en el mapa, no por sede episcopal, sino por un obispo que dejó la mitra por paternidad, produjeron en sus habitantes tal vergüenza y enojo que la llegada de un nuevo pastor vino a significar una liberación. El rápido nombramiento de Conesa se ha experimentado como una consideración para ellos, que esperaban un largo período de sede vacante bajo administración apostólica, cuando no la desaparición de la diócesis. Conservar la misma y cerrar definitivamente la agitada etapa anterior fue el motivo de la magna fiesta de este sábado.
Tantas ganas existían de abrir una fase nueva que, a pesar de que el affaire escandaloso de Novell latía sobre el ambiente, nadie se atrevió a pronunciar su nombre. Una velada alusión del Nuncio asegurando a Conesa que “soy consciente que la tarea que le encomienda el Santo Padre es delicada” y otras veladas palabras del administrador apostólico Casanova afirmando que “en nuestro corazón existe perplejidad y dolor”. Ni una alusión más. Especialmente en boca del nuevo mitrado, que ni siquiera quiso mentar a sus precedentes en la sede, no fuese alguien a recordar a aquél que renunció por un embarazo.
Se ha acabado en Solsona el molesto foco mediático en la persona de su obispo. Les ha llegado un pastor en las antípodas del anterior. El de ahora es un doctor en filosofía y teología, poco amigo de armar revuelos, con bagaje intelectual, pero con una vida que no se ha apegado al estudio, sino que se ha desarrollado con una larga carrera de gobierno curial en su diócesis alicantina de origen, donde fue mucho tiempo vicario general, así como en sus cinco años como obispo de Menorca. Cinco años escasos, con casi dos de coronavirus, pero en los que se empezaron a notar ciertos cambios, siendo uno de sus principales logros la salvación del Santuario del Toro, que se estaba quedando sin monjas y en donde fueron sustituidas las dos franciscanas octogenarias que quedaban por un grupo de Hijas de la Sagrada Familia colombianas.
Sí, había expectación en Solsona, pero especialmente ganas de seguir adelante y pasar página. Tantas ganas de pasar página que no importaba que el nuevo obispo fuese valenciano y no se hubiese formado en Cataluña. Esa crítica del frente de juventudes de Joan Amorós de la que nadie se acordó este sábado en Solsona. Será que ni en esa parte de la Cataluña central se lee ya El Punt-Avui.
Oriolt