Cataluña va a vivir, en los próximos meses y años, un cambio enorme de la plantilla de sus pastores diocesanos, tan solo tres prelados titulares como son el caso del arzobispo de Tarragona, Joan Planellas (67), Romà Casanova (66) y Francisco Conesa (61), tienen mitra para rato, que no quiere decir que se queden en sus actuales diócesis, ya que precisamente porque son más jóvenes, episcopalmente hablando, aún tienen posibilidades de verse involucrados en algún cambio de diócesis. En el caso de Planellas es complicado, puesto que siendo arzobispo casi únicamente le quedaría la posibilidad de sustituir a Omella en Barcelona, pero con el bagaje bastante negativo que está teniendo en Tarragona, se antoja en este momento bastante difícil esa posibilidad.
El cardenal Omella presentó el pasado 14 de febrero a su nuevo obispo auxiliar, David Abadías, destacando que le era muy necesario para completar ese trío de ayudantes episcopales, que necesita para poder llevar a término sus múltiples actividades pastorales, no solamente en Barcelona, sino también en Madrid como Presidente de la Conferencia Episcopal Española y en Roma, en los organismos vaticanos en los que colabora como hombre de confianza del Papa Francisco.
Es comprensible esa prisa de Don Juan José para sustituir un año después al fallecido obispo Antoni Vadell, pero eso no oculta que hay dos diócesis que tienen una necesidad urgente de nombramiento episcopal, su retraso trae consecuencias, o bien para la persona o bien para la diócesis.
GIRONA: Sede actualmente vacante
La diócesis lleva desde el 1 de abril de 2022 sin obispo, fecha del fallecimiento de Francesc Pardo. Dentro de poco hará un año que está en manos de un Administrador Diocesano en la persona del sacerdote Lluís Suñer. No es una diócesis menor, de las que se pasan largo tiempo sin prelado, porque los obispos suelen estar de paso hacia una diócesis mayor.
Pero el principal problema es el estado decadente de la diócesis, con unos números paupérrimos de religiosidad que no son nada fáciles de levantar. Es por ello que está costando tanto de encontrar un candidato que acepte. De momento nadie ha querido complicarse la vida, especialmente aquellos que la tienen tranquila en una parroquia o en un carguito diocesano que no da dolores de cabeza.
Y es que una diócesis no puede tener una lista seguida de malos obispos, porque en muchos años nadie ha hecho nada por levantarla y luego el daño es tan grande que se convierte prácticamente en irreparable. El trío Jubany-Camprodón-Soler Perdigó ha sido nefasto, porque fueron obispos que no quisieron problemas, no se enfrentaron a un clero "trabucaire" que al final le acababa diciendo al obispo lo que tenía que hacer. Pardo ha sido algo mejor, tenía carácter para plantar cara, y en algunas cosas se esforzaba para que el hundimiento no avanzara, pero eso no es suficiente, Girona necesita una verdadera revolución, prácticamente empezar de cero, y para eso hace falta un obispo que tenga valentía y decisión para iniciar un procesó de reconversión católica.
En algunos momentos se comentó la posibilidad de que Romà Casanova desembarcara en Girona, después de haber ya prestado un difícil servicio a la Iglesia, como fue hacerse cargo momentáneamente de la diócesis de Solsona después del escándalo Novell. La realidad de Vic y la de Girona no son tan diferentes en muchos aspectos, y Don Romà en la diócesis vicense ha hecho muchas cosas bien. No se sabe si estaría dispuesto a aceptar semejante "sacrificio", pero es una solución.
Otros nombres que han salido de sacerdotes que no son obispos se mueven entre algunos sacerdotes que no quieren quemarse aceptando ese reto, y otros que irían encantados, porque son "carreristas" y lo que quieren es ponerse una mitra al precio que sea. Ciertamente, como nos ha recordado algunas veces el Papa Francisco, esos no serían buenos candidatos.
SANT FELIU DE LLOBREGAT: Sede con obispo que ha presentado su renuncia
El pasado 23 de octubre de 2022, el obispo Agustín Cortés cumplía los 75 años y presentaba su preceptiva renuncia al Santo Padre. No es aparentemente mucho el tiempo que lleva el prelado valenciano con el cargo "caducado" o prorrogado, pero este caso es especialmente delicado. Don Agustín tiene la salud muy delicada, por un cáncer que no ha conseguido vencer y que sigue dándole problemas, hasta el punto que recientemente la situación parece haberse agravado.
Después de lo sucedido en Girona, cuando Francesc Pardo tuvo que morir en el cargo porque aún no se le había buscado sucesor a pesar de haber presentado la renuncia y no tener muy buena salud, sería algo poco humanitario hacer pasar al obispo Cortés por una situación similar cuando es público y notorio su enfermedad y su voluntad de ser relevado.
La diócesis de Sant Feliu no es fácil, y tampoco será sencillo encontrar un buen candidato para ir. Don Agustín que es un hombre bueno, no ha querido enfrentarse a un clero progresista, que se había ido reuniendo en los tiempos del obispo Vives como auxiliar de Barcelona y encargado de esa entonces "demarcación episcopal", después obispado. Pero al menos no se ha convertido en un títere de ellos y en algunos momentos ha sacado el báculo en cuestiones como las absoluciones colectivas de la Penitencia.
El candidato natural de la diócesis es el actual Vicario General Josep Maria Domingo, pero este sacerdote modélico del nacional-progresismo parece que no está demasiado por la labor, aparte de que su edad ya cercana a los 70 tampoco ayuda. El clero de esta tendencia querría a alguien de los suyos, pero un poco más joven, en esa línea se encontraría Josep Maria Romaguera de la diócesis de Barcelona, y aún más joven Daniel Palau de la misma diócesis de Sant Feliu.
La candidatura de Joan Pere Pulido, actual secretario-canciller de la diócesis, formado en el Seminario de Toledo de Don Marcelo, sería fantástica por edad, formación y conocimiento de la diócesis, pero es más que dudable que este sacerdote aceptara inmolarse en martirio poniéndose al frente de una diócesis en el que la mayoría de su clero no lo quiere.
El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit