Hace ya un tiempo, estas páginas se hacían eco de un escrito de La Vanguardia referido a la imputación de la concejal de Vilasar de Mar que organizó una gincana sexual para niños. Una actividad del ayuntamiento que pretendió venderse como un esfuerzo más del poder municipal por contribuir a una mejor educación sexual de los niños y jóvenes del municipio. Según rezaban los carteles del evento, estaba destinado a jóvenes entre 12 y 30 años.
Es el caso que todas las administraciones pretenden
tener competencias en educación y por lo visto se toman muy en serio su misión,
aunque no tengan el menor acceso ni a la programación escolar ni a la escuela.
Pues van los ayuntamientos y ofrecen nada menos que formación sexual
extraescolar para niños desde los 12 años, con unos programas esperpénticos
como el de Vilasar de Mar, cuyos contenidos da vergüenza reproducir. Y ya de
paso, para darle mayor apertura a la escuela, pueden participar en esas
guarradas personas de hasta 30 años. Para que los niños vayan entrenándose a
compartir cosas de esas con adultos. En línea con los grandes esfuerzos que
está haciendo hoy la ONU para que se descriminalice la pederastia en todo el
mundo. Es evidentísimo que la ministra Irene Montero no está sola en su
singular campaña del consentimiento
infantil.
Y como era de esperar, no todo el pueblo estuvo de
acuerdo con esta sucia iniciativa del ayuntamiento (iniciativa educativa,
dicen). Ha bastado que una madre, que por cierto no fue la única, se opusiera
firmemente a ese tremendo abuso de autoridad y a ese acto de corrupción de
menores, buscando la ayuda de Abogados Cristianos, para que se
oyesen con claridad las voces en contra. La primera voz contra semejante
aberración fue la del juzgado, que admitió a trámite la querella contra los
responsables de la organización de ese acto. La segunda, la del mismo
ayuntamiento, que a la vista de la que había armado la concejal, aceptó su
dimisión sin rechistar, si no es que se la exigió directamente. Se añadió al
movimiento de repulsa, el Síndic de
Greuges (el Defensor del Pueblo), que a instancias también de los padres
disconformes, abrió expediente de investigación al ayuntamiento de Vilasar de
Mar, que acabó en severa advertencia a esa administración, dictaminando que las
pruebas a que se sometió a los niños y a los adultos de primera hornada en esa
gincana, no podían acogerse de ningún modo al epígrafe de “educación sexual”.
Al delito de corrupción de menores hay que añadir la
desvergüenza de ese departamento de “educación” del ayuntamiento, que publicó
en los medios locales, imágenes de la celebración obscena con nutrida
participación de niños y niñas para que todo el mundo los colmase de parabienes
por semejante hazaña educativa. A ellos y a los menores participantes. Porque
por no quitarles brillo a las imágenes del acto, dejaron de pixelar las caras
de algunos menores de entre 12 y 14 años que aparecían en esas fotos contra lo
que marca la ley, de manera que resultaron exhibidos públicamente como
participantes de eventos guarros. ¡Menudo ayuntamiento!
Una vez más, hemos de lamentar el silencio
estrepitoso de la Iglesia, que supuestamente es la defensora de valores
tradicionales de nuestra sociedad, como son la moralidad y la decencia. Ni la
Conferencia Episcopal Española (¡menos, la Tarraconense!), ni algún obispo
casualmente despierto, ni siquiera algún cura despistado o algún religioso o
religiosa extravagante han alzado su voz en esto y en tantas otras cosas. Y eso
que no nos han faltado curas, religiosos y religiosas extravagantes, ¡y hasta
obispos!, que han pontificado sobre lo divino y lo humano: sobre todo, sobre lo
suyo, sin temer caer en herejías y apostasías de todo género. Quiero decir que
para hablar de ciertas cosas que no son “de iglesia”, no nos han faltado
obispos y abades, religiosos y religiosas y todo género de eclesiásticos, que
no se han cortado un pelo: no para defender la fe o la moral, ni para defender
a la Iglesia, sino para defender lo suyo.
Por eso, no es de extrañar que, ante ataques tan
desvergonzados a la moral, no se oigan las voces de la Iglesia. Rara excepción,
la respuesta discreta de algunos mitrados a los ataques recientes de TV3 a la
fe del pueblo, con una enorme falta de respeto a los que no son de los suyos y
a lo que no es lo suyo.
Es que el clero, tanto el supremo como el intermedio,
ha dejado bien claro que es la hora de los laicos.
Que los
curas, a decir misa y poco más; que el resto, según pretenden los sínodos, lo
han de hacer los laicos. Y ahí los tenemos, en efecto: no porque los haya
empujado la jerarquía, sino por sentirse también ellos iglesia. Y responsables
ante Dios, ante los hermanos y ante toda la sociedad, que también tiene derecho
a esperar que la Iglesia cumpla su alta misión de levadura: sal de la tierra y luz del mundo.
¿Pero qué ocurre con la fundación Abogados Cristianos? Pues algo muy
sencillo: su área de actuación es el Derecho. No les corresponde entrar en
cuestiones de moral, que sería desviar el foco de su trabajo. Gracias a Dios, supliendo
el déficit en esa tarea que el más lerdo entiende que corresponde a los
eclesiásticos de carrera, sobre todo a los más encumbrados, tenemos también a Profesionalespor la ética, a E-Cristians y a algunas otras
asociaciones que velan y luchan por defender el patrimonio doctrinal y moral
cristiano. Todos laicos, mientras que los eclesiásticos de carrera y especialmente
los de más alto escalafón han decidido que ni siquiera les es exigible la
defensa de la doctrina y de la moral cristiana. De ahí que se guarden muy mucho
de tocar esos temas ni siquiera en los sermones.
Resulta que Abogados
Cristianos está consiguiendo éxitos muy sonados, como el de la denuncia
contra las clínicas abortistas por su publicidad engañosa, que llegó al Supremo
que condenó a la patronal denunciada. Pero, hermanos, nos falta la denuncia
moral, que tendría que proceder de los niveles más preparados de la Iglesia. El aborto se diseñó diabólicamente para
emprender, a partir y a través de él, la
corrupción integral de toda la humanidad. Y siguiendo en ese proyecto
satánico de derribar la principal barrera moral de la humanidad (el sacrosanto
respeto a la madre y al niño que lleva en su seno) nos han ido empujando de
aberración en aberración: atacando ahora a la infancia, que es el capítulo que
tienen emprendido ahora.
Aunque la lucha contra el negocio fraudulento y
sumamente perjudicial del aborto ha sido el mayor campo de batalla de Abogados Cristianos (eligieron la brecha
jurídica que se estaban saltando los abortistas), no se han limitado a esta
cuestión. Han denunciado tantas ofensas gratuitas contra la fe de los
cristianos; se han empleado insistentemente en la defensa de las cruces monumentales
que se están eliminando en muchos municipios; han actuado en casos de
corrupción institucional de menores, como en el de Vilasar de Mar. No se
duermen en los laureles. Y tienen muy claro que, aunque las instituciones las
tienen en contra (recusaron a una juez en la denuncia de los centros
abortistas, que manifestó tener ya redactada la sentencia antes de la vista),
su actitud es la de dar la batalla, ya que esas instituciones intentan por
todos los medios que su voz sea desoída por sistema.
Pero bueno, en el principal juicio que tuvieron
denunciando las tácticas engañosas con que las clínicas abortistas atraen a sus
clientas, un representante de esas clínicas dijo una gran verdad: No hay gente más peligrosa que la que tiene
a Dios de su parte. Será eso, de ahí les vendrá la fuerza y la constancia
inquebrantable. Pero luego se pregunta uno respecto a los que, por oficio y
consagración, más tendrían que hacer en defensa de la fe y muy poquito hacen: porque, dicen, es la hora de los laicos. ¿Es que esos no tienen a Dios de su
parte?
Custodio
Ballester Bielsa, Pbro.