Nuestro arzobispo empieza a conocer la diócesis y en este tiempo post-pascual ha acudido a numerosas parroquias a administrar el sacramento de la confirmación, habiendo podido observar que el mismo no goza precisamente de una salud muy vigorosa. Fuera de las celebraciones en colegios religiosos, las confirmaciones en el ámbito parroquial no consiguen sumar más de diez confirmandos e incluso, en muchos casos, se unifican en una sola parroquia del arciprestazgo a todos los candidatos a recibir el sacramento. Por eso, supongo que cuando el obispo Omella vio que iba a confirmar a 18 jóvenes, todos de una misma parroquia, sin el respaldo de un colegio católico, debió pensar que en aquella comunidad sucedía algo inusual.
La parroquia es la de San Juan María Vianney en el barrio de Sants, de la que ya les he hablado en más de una ocasión. Y el mérito de llevar a 18 adolescentes a la confirmación, se debe principalmente a la labor de su párroco, Mn. Octavi Sánchez. Un cura de la generación Juan Pablo II, ordenado en los 90, anterior director de Catalunya Cristiana y Radio Estel en la época Carles, contra el que se desató, en su día, la ira del progresismo local, que no puede soportar jamás que le invadan el terreno de los medios de comunicación. Pero la buena labor de Mn. Octavi ha fructificado en su parroquia. Una comunidad viva, dinámica, ejemplar, con una actividad sacramental muy nutrida y una labor social incansable.
La parroquia es la de San Juan María Vianney en el barrio de Sants, de la que ya les he hablado en más de una ocasión. Y el mérito de llevar a 18 adolescentes a la confirmación, se debe principalmente a la labor de su párroco, Mn. Octavi Sánchez. Un cura de la generación Juan Pablo II, ordenado en los 90, anterior director de Catalunya Cristiana y Radio Estel en la época Carles, contra el que se desató, en su día, la ira del progresismo local, que no puede soportar jamás que le invadan el terreno de los medios de comunicación. Pero la buena labor de Mn. Octavi ha fructificado en su parroquia. Una comunidad viva, dinámica, ejemplar, con una actividad sacramental muy nutrida y una labor social incansable.
Y eso que en los últimos ocho años ha pasado la parroquia de tener a cinco sacerdotes colaborando a solo dos: el párroco Octavi y el vicario Mn. Alejandro Galán. Bueno, dos y medio. ¡Y qué medio! Porque confesando pueden encontrar a un santo varón: Mn. Francesc Foraster, que, a sus 87 años, baja desde la Residencia Sacerdotal, con su bastón y su vista muy mermada, se sienta en el confesionario y no le faltan jamás penitentes. ¡Cuánto bien hacen esos sacerdotes ancianos, que ya no pueden físicamente celebrar misa, pero siguen acudiendo al confesionario! Para que luego digan que los fieles no se confiesan. Si lo que hacen falta son confesores y no penitentes. Acudan a San Juan María Vianney cualquier domingo por la mañana y tendrán la prueba con Mn. Foraster.
Omella, que de tonto no tiene un pelo, habrá observado que las parroquias barcelonesas avanzan a dos velocidades. Una a ritmo de Ave y otra a ritmo de tartana. Unas que llenan y otras que están vacías. Consecuentemente, las que están llenas colaboran económicamente en mayor grado y realizan una actividad social más eficaz. Consecuentemente, también, aportan más jóvenes e incluso algunos de ellos vocacionan hacia un Seminario que los espera como agua de mayo. En San Juan María Vianney lo pudo comprobar, con un templo atestado de gente, más de 500 personas, con una celebración muy viva, juvenil y activa. Lo habrá contemplado en otras parroquias y debe haberse ya hecho una composición de lugar de dónde se halla la infantería con la que tendrá que contar. Donde hay futuro y donde no hay más que mustio collado.
Se le vio feliz a nuestro obispo en la celebración de este domingo y que en Barcelona existen comunidades muy vivas lo puede atestiguar ni más ni menos que el padre Germán Arana, jesuita asesor del papa Francisco y amigo personal de Omella, que se hallaba en Barcelona y que se unió a la celebración. Tan ilustre visitante habrá podido tomar nota de que en Barcelona el catolicismo no está muerto. Lo que le pasa es que está mal repartido y aquellos que realizan una labor pastoral más viva son silenciados en los medios.
El obispo estaba feliz y la feligresía feliz con él. 18 jóvenes confirmándose, sin colegio católico que los ampare. Hace poco Omella confirmó a 30 en la parroquia de la Verge de la Pau, pero la inmensa mayoría habían sido aportados por el colegio jesuita de San Ignacio. En el barrio de Sants ningún colegio religioso (y haberlos haylos y lamentablemente muy nombrados en los últimos meses) aportan jóvenes a la parroquia de San Juan María Vianney. Demasiado carca para ellos. Así les va. U otro ejemplo: un rector de parroquia que nos critica mucho y está obsesionado con esta web ha conseguido este año aportar un joven a la confirmación, que, obviamente, se celebró unificada a nivel de arciprestazgo. ¡Y quiere dar lecciones! Las dos velocidades parroquiales de Barcelona. El que tenga ojos que vea.
Oriolt
Omella, que de tonto no tiene un pelo, habrá observado que las parroquias barcelonesas avanzan a dos velocidades. Una a ritmo de Ave y otra a ritmo de tartana. Unas que llenan y otras que están vacías. Consecuentemente, las que están llenas colaboran económicamente en mayor grado y realizan una actividad social más eficaz. Consecuentemente, también, aportan más jóvenes e incluso algunos de ellos vocacionan hacia un Seminario que los espera como agua de mayo. En San Juan María Vianney lo pudo comprobar, con un templo atestado de gente, más de 500 personas, con una celebración muy viva, juvenil y activa. Lo habrá contemplado en otras parroquias y debe haberse ya hecho una composición de lugar de dónde se halla la infantería con la que tendrá que contar. Donde hay futuro y donde no hay más que mustio collado.
Se le vio feliz a nuestro obispo en la celebración de este domingo y que en Barcelona existen comunidades muy vivas lo puede atestiguar ni más ni menos que el padre Germán Arana, jesuita asesor del papa Francisco y amigo personal de Omella, que se hallaba en Barcelona y que se unió a la celebración. Tan ilustre visitante habrá podido tomar nota de que en Barcelona el catolicismo no está muerto. Lo que le pasa es que está mal repartido y aquellos que realizan una labor pastoral más viva son silenciados en los medios.
El obispo estaba feliz y la feligresía feliz con él. 18 jóvenes confirmándose, sin colegio católico que los ampare. Hace poco Omella confirmó a 30 en la parroquia de la Verge de la Pau, pero la inmensa mayoría habían sido aportados por el colegio jesuita de San Ignacio. En el barrio de Sants ningún colegio religioso (y haberlos haylos y lamentablemente muy nombrados en los últimos meses) aportan jóvenes a la parroquia de San Juan María Vianney. Demasiado carca para ellos. Así les va. U otro ejemplo: un rector de parroquia que nos critica mucho y está obsesionado con esta web ha conseguido este año aportar un joven a la confirmación, que, obviamente, se celebró unificada a nivel de arciprestazgo. ¡Y quiere dar lecciones! Las dos velocidades parroquiales de Barcelona. El que tenga ojos que vea.
Oriolt