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La ceguera de la Escuela Cristian

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El último informe PISA cayó como una losa en los medios de comunicación y la comunidad educativa catalana, al obtener esta autonomía la puntuación más baja de su historia y situarse en el último nivel de las regiones españolas. La “millor escola del mon” ha sufrido un batacazo histórico, sumergida en la cola de los países de la OCDE y de los territorios más pobres de España. La reacción del poder público no pudo ser más atolondrada buscando culpables más allá de los fundamentos mismos del sistema educacional. Así, unos culparon a la inmigración (como si en otros países no la hubiera), otros a los móviles (como si los chicos no siguiesen el fiel reflejo de sus mayores que andan el día pegados a la pantalla) y otros a la pandemia (cajón de sastre a la que se atribuyen todas las adversidades). Meros chivos expiatorios que ocultan unos colegios donde se ha destruido el prestigio académico, los profesores han perdido toda autoridad y las asociaciones de padres se han convertido en entidades protectoras de sus niños, relegando al maestro a un simple animador cultural, al que está prohibido no solo castigar, sino tan siquiera suspender al alumno.

El demoledor informe debería haber provocado la lógica preocupación en el ámbito de los colegios concertados y especialmente en la Fundación de la Escuela Cristiana de Cataluña, absolutamente mayoritaria en dichos centros y muy significativa en el total de escolarizados, al acoger a más de una cuarta parte de la globalidad del alumnado catalán. Un porcentaje muy superior al resto de España. Es indudable que el pésimo resultado merecería, al menos, una severa autocrítica. Nada más lejos de la realidad: la Fundación, que antes presidía el jesuita Enric Puig y ahora dirige la ex consellera de CIU Meritxell Ruiz, salió a la palestra quitando hierro a las cifras, con el simpar argumento de que sus resultados, aun siendo malos, son mejores que los de la pública y que, según el último CEO de la Generalidad, los catalanes puntúan con un 7,7 a los colegios privados; lo cual no revela otra conclusión que unos padres felices con el pésimo sistema educativo. Como si la felicidad de los progenitores fuese óbice para las nefastas competencias académicas de sus hijos.
 
Meritxell Ruiz, directora general de la Fundació Escola Cristiana

Si la capacidad de asombro ante esa absoluta falta de autocrítica no fuese suficiente, uno queda en estado de perplejidad al leer un reportaje de Catalunyareligió sobre el Informe PISA y la entrevistaa tres representantes de la Escuela Cristiana. Concretamente de las Vedrunas, La Salle y las Dominicas de la Anunciata. Obviamente, tres seglares, que los religiosos que impartían docencia están jubilados casi en su totalidad. Sus respuestas no solo se hallan lejos del menor reproche, sino que constituyen un verdadero ataque al Informe PISA. El representante de las Dominicas llega a decir que “no debemos preocuparnos por los resultados de un informe que no sigue el modelo vinculado a nuestra esencia”. ¿Y cuál es la esencia del informe? “… busca mano de obra productiva para el sistema económico capitalista actual, llevándonos a un modelo de explotación de la persona”. ¿Y qué propone el de la Anunciata? “Un modelo en el cual las competencias en matemáticas sean igual de importantes que la creatividad musical o la plástica”. Y concluye tan ancho: “PISA forma un perfil de personas que no quiere nuestro país”. Sin ruborizarse lo más mínimo, el Sr. Modest Jou, que así se llama el director general de las escuelas de las Dominicas, interpreta el sentir del país. Y según él, el país (se supone que en cuanto a sus padres y madres) quiere un modelo educativo en que las matemáticas tengan el mismo nivel que la plástica y en el que nuestros niños no tengan competencias suficientes para incorporarse a un sistema económico capitalista.

Modest Jou, director general de las escuelas FEDAC

Este reportaje de Catalunyareligió (portal que ha pasado a ser el órgano informativo de la escuela cristiana catalana) refleja fielmente el sentir de los que dirigen este auténtico lobby educativo. Un ámbito pedagógico que no busca la excelencia y que apuesta por la mediocridad. Un ámbito pedagógico, cuya esencia no es ofrecer competencias a nuestros hijos para labrarse un futuro, sino adoctrinarles ideológicamente en un sistema que, entre otras lindezas, aborrece del capitalismo.

La escuela cristiana. Un auténtico extravío. Ni cristianos ni alumnos aventajados. Si San José de Calasanz, que fue uno de sus pioneros, levantase la cabeza vería como se ha desmoronado su lema educativo: “Piedad y Letras”. 
 
Oriol Trillas 

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