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LA NAVIDAD NOS SUPERA

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Es que se trata de una fiesta profundamente arraigada en la cosmología y en la biología. Lo que hace la religión en general y la cristiana en particular (con distintas concreciones en cada uno de los credos y obediencias), es caracterizar con la impronta cristiana, las celebraciones cósmicas y biológicas con las que se crió la humanidad desde todos los tiempos. No olvidemos que los “Reyes Magos” (así nos los hemos quedado, en ellos nos han criado nuestros padres y abuelos, y en ellos criamos a nuestros hijos y nietos) son astrólogos: “Vimos su estrella en Oriente y venimos a adorarle”. Eran, claro está, los del solsticio de invierno, los que indagaban los giros síderum, los giros de los astros que decían los antiguos, y los cometas, y la aparición de nuevas estrellas. Por eso es la estrella uno de los grandes símbolos de la Navidad (mucho más que el árbol, claro está), por eso todas las modernas huidas de la Navidad vienen a parar finalmente a la Navidad, por eso estamos tan fuertemente agarrados a la Navidad y a su celebración, por más que se la desfigure. Por eso es tan resistente la Navidad (Vuelve, a casa vuelve, por Navidad; pues sí, aunque sólo sea a comer turrones con los tuyos). por eso la Navidad resiste todo lo que le echen.¿Comercial? ¡Claro que sí!, como han sido todas las celebraciones religiosas desde que el hombre tuvo cosas que comprar y vender, aunque fuese con el primitivo sistema de trueque, empezando por el de las pecunias. Las ferias, es decir los mercados y mercadillos fueron tan inseparables de las celebraciones religiosas y de los ritos, que al final, huyendo de los nombres paganos de los días de la semana, la liturgia cristiana las incorporó a su nomenclátor. No nos escandalicemos, pues, del carácter tan comercial que tiene la mayor fiesta del año, con lotería y todo, porque eso ha sido siempre así.
 
En Isaías 9, tenemos la visión de los magos totalmente aterrizada en forma de profecía: El pueblo que andaba en tinieblas ha visto una gran luz (esa Luz será Cristo). Los que vivían en tierra de sombras de muerte, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro y se llamará su nombre, Admirable Consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre, Príncipe de Paz.
 

 
De lejos, de las mismas entrañas del universo y de la vida nos vienen el regocijo y la alegría por el tan esperado nacimiento: Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. No nos extrañemos, pues, de que la Navidad, tenga la forma que tenga, no haya forma de eliminarla. Aquí está la Iglesia que, con su bellísima liturgia, y mientras la conserve, le recordará al mundo qué es lo que celebra en realidad. Celebramos la vida, celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios, que llena de luz y esplendor el nacimiento de cada uno de nuestros hijos.
 
¿Que eso ocurre en una sociedad tan rabiosamente antinatalista que ha dejado ya muy lejos su propio relevo? No importa, la Vida es mucho más poderosa, la Vida triunfará. Es Navidad. Feliz, feliz Navidad.
 
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

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