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GERONA YA TIENE OBISPO

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Cierto que Cataluña es la región más descristianizada de España; y Gerona, la provincia más descristianizada de Cataluña. Pero Dios es grande, y sus caminos son inescrutables. Se están produciendo extraños fenómenos de cristianización en Europa y en su área de influencia cultural. Dado el perfil de obispo que le ha tocado en suerte a Gerona, y la gran afluencia de fieles en la ceremonia de su ordenación episcopal, hasta podríamos hacernos la ilusión de que se produjese el milagro de la conversión de Gerona.
Es posible que las palabras más destacadas de toda la ceremonia, fuesen las del mismo ordenado: “No debemos avergonzarnos nunca de nuestra fe”. Y resalto la importancia de estas palabras, porque con ellas pone el dedo en la llaga más purulenta que nos tiene postrados a los católicos. No nos cuesta confesar y exhibir nuestra fe deportiva, ni nos avergüenza profesar públicamente nuestra fe política, a no ser que se pertenezca a uno de los partidos apestados, en cuyo caso, practicamos la máxima discreción. Cuando en nuestro alrededor tenemos tanto exhibicionismo orgulloso de cualquier aberración, los cristianos procuramos pasar desapercibidos. Sentimos vergüenza de ser vistos como cristianos (no de serlo, sino de ser vistos, de parecerlo). Y vamos avergonzados por la vida, evitando cualquier manifestación de orgullo de serlo y de parecerlo: por aquello del proselitismo, al que se nos niega cualquier legitimidad. 
Pues sí, en Gerona está casi tan mal visto por las fuerzas y las masas dominantes de la sociedad, ser católico-practicante, como ser de alguno de esos partidos malditos. La sociedad gerundense tiene bien asumido que la Iglesia (su parte más conservadora) anda siempre en la tentación de retroceder en cuanto a las conquistas lingüísticas, en las que la Iglesia ha tenido tan importante papel. La gente de Iglesia, ya muy mayor, teme que, al no haber relevo para los curas de edad provectísima, no quede más remedio que caer en la tentación (eclesiástica) de relevar a los curas “del país” ya muy ancianos, con jovencísimos curas provenientes de Latinoamérica o de África.
 
Ésa va a ser, por cierto, una de las más graves decisiones que deberá afrontar el nuevo obispo de Gerona: dejar morir lentamente el tejido parroquial de la diócesis, tal como está ocurriendo hasta el presente, o traer sangre nueva, eludiendo poner el acento en cuestiones políticas, en vez de ponerlo en las cuestiones religiosas.
Ha sido especialmente esperanzadora la manifestación de su propósito de prestar seria atención a los que se han alejado de la Iglesia y de las prácticas religiosas. Ojalá que lo hiciera pensando en una evangelización específica para los desengañados de la Iglesia. Me corrobora en esta confianza la posibilidad (propia de nuestra época) de que sea él mismo un converso que se acercó a la Iglesia en su madurez. Sería una gran aportación no sólo para su diócesis, sino también para toda la Iglesia. Debió intuir el nuevo obispo, que una parte nada desdeñable de los que asistieron a la ceremonia de su ordenación, habían dejado de frecuentar la iglesia asiduamente, y que acudieron por el acicate de presenciar una ceremonia tan extraordinaria. 
Quedó inquietante su ofrecimiento de tender la mano en especial a las instituciones con las que está dispuesto a colaborar en la tarea de garantizar la “dignidad humana” en toda circunstancia. Ahí tenemos el tremendo peligro de la relatividad y del “bien imperfecto” que nos ofrece el mundo en sus instituciones, con conceptos de dignidad y de libertad que se encuentran en las antípodas de la dignidad y de la libertad cristiana. Es el riesgo que corren todos los obispos, al haber sido colocados políticamente entre el poder civil y el pueblo cristiano, funcionando así como sus más legítimos representantes. 
Es ciertamente muy interesante el perfil de Fra Octavi Vilà, el nuevo obispo de Gerona. Incorporado muy recientemente al cuerpo de clérigos de la Iglesia (es sacerdote desde 2015), vinculado al monasterio cisterciense de Poblet desde hace más de 20 años por su profesión de historiador-archivero, en 2006 decidió incorporarse al monasterio como novicio, y a partir de ahí fue avanzando en su carrera eclesiástica. Siendo aún diácono, fue nombrado viceprior de la comunidad. Y en el mismo año de su ordenación sacerdotal (2015) fue elegido abad.
Siendo su titulación académica la de historiador, parece obvio que ha de tener una clara visión de la historia de la Iglesia con todas sus crisis, y en especial la del monacato, que ya desde san Benito se desarrolló en concreciones tan diversas como la benedictina, la cisterciense, la trapense, todas bajo la misma regla de san Benito, bajo el gran lema “ora et labora”. Seguro que Fra Octavi Vilà lleva un poderoso bagaje de historia monacal, y del daño enorme que le hizo al monacato a lo largo de toda su historia la acumulación de propiedades, de riqueza y de poder. Y eso no ocurrió una sola vez en la historia del císter.
Es previsible, también que, gracias a su rico bagaje histórico, el nuevo obispo de Gerona se mantendrá alejado de las posiciones extremas tanto en la Iglesia como en la política. La orden cisterciense tuvo serias divisiones internas cuando unas abadías se inclinaron a favor de uno de los papas en épocas de cisma, y otras a favor del contrario. Es razonable confiar por tanto, en que Octavi Vilà sabrá mantener el equilibrio entre los forofos del novus ordo capitaneado por el nuevo papa, y los integristas partidarios del vetus ordo capitaneado por el anterior papa que, como el Cid, no para de ganar terreno después de muerto. Igual de previsible es que siga siendo un auténtico líder de la catalanidad, sin comprometerse con ninguno de los movimientos políticos catalanistas que tienen a la sociedad dividida y enfrentada. División y enfrentamiento que tiene su réplica en la feligresía de Gerona. 
Lo que se hace esperar, se hace desear. Y eso parece que haya ocurrido en Gerona, a la vista del notable acogimiento que ha tenido el nuevo obispo tras dos años de espera. La ventaja de tan largo tiempo, da lugar a que se enfríen las pasiones partidarias de una u otra tendencia política y eclesiástica del nuevo pastor. Y por lo que parece, la elección ha sido genial: el nuevo obispo es profundamente religioso: tanto, que procede de una orden religiosa; y es profundamente catalán, habiéndose formado y trabajado en la investigación y conservación de la historia de Cataluña. Una característica que hará totalmente abierta su aceptación por parte de las fuerzas del catalanismo tanto dentro de la iglesia local, como de la política.
Y una nota más, muy digna de tenerse en cuenta en la pronosticada Iglesia de los laicos: lleva mucho más tiempo vinculado a la Iglesia como laico, que como sacerdote. Esto le capacita especialmente para reavivar la languideciente vida de los laicos en su diócesis.
Virtelius Temerarius       

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