Ramón Santacana Feliu
Este domingo el diario Ara publicaba un amplio y exhaustivo reportaje sobre el escándalo de la Casa de Santiago. El riguroso trabajo del periodista Albert Llimós no solo se extendía a relatar la historia de los casos de pederastia jamás sancionados, el extravío de documentación y la ocultación y encubrimiento de los cuatro últimos prelados barceloneses, sino que enriquecía la información con prolija documentación (cartas de Soler Perdigó, de Albert Salvans, decretos del cardenal Jubany), entrevistas a las víctimas, entrevista a Pere Cané, consultas al Arzobispado e incluso a Doctrina de la Fe.
El grueso de la información de Llimós no se aparta de lo que se ha venido exponiendo en este portal por activa y por pasiva respecto a los sacerdotes Paco Andreo, Albert Salvans y Pere Cané y la ordenación sacerdotal de los dos últimos, a pesar de haber sido reducidos al estado laical siendo diáconos. Sin embargo, la documentada crónica aporta un nuevo nombre a los citados: Ramón Santacana Feliu. Según el diario Ara, Santacana, ordenado diácono, era el responsable de una “casita” en Santa Coloma de Gramenet. Según un denunciante “tuvo relaciones con él cuando era menor de edad” y otra mujer manifiesta que lo denunció personalmente al arzobispado, recibiendo como contestación: “Que no sería ordenado sacerdote”. Otro, que acababa de cumplir 18 años, afirma que estaba absolutamente manipulado por él y con él mantuvo relaciones sexuales sin consentimiento por su parte. Llimós aclara que Santacana no ha querido responder a las preguntas del periódico. Como sucedió con Salvans y Cané, Ramón Santacana fue ordenado sacerdote en Taiwán en 1991. Tampoco se sabe quién firmó las letras dimisorias.
Pero el escándalo no se detiene ahí: después de 32 años en Taiwán, Santacana regresa a Barcelona y, a pesar de estos antecedentes, el pasado 2023 el cardenal Omella lo designa administrador parroquial de la parroquia de Sant Martí del Clot. Un cura con denuncias por abusos que constaban en el propio arzobispado.
Decreto de expulsión del estado clerical de Albert Salvans publicado en Ara
Ahora no se trata de denuncias entre muertos, como sucede con el extraño caso de Mn. Mariné, que han esperado al fallecimiento de Mn. Pere Muñoz para hacerlo explotar; se trata de denuncias entre vivos y con documentación que, a diferencia de San Félix Africano, se hallaba incorporada en el arzobispado desde finales de los 80. Omella no tiene por qué saberlo todo y menos la historia de esta diócesis por hechos que se remontan a más de cuarenta años, cuando él era párroco de Alcañiz; pero tiene cargos importantes a su alrededor (y un arzobispo emérito) que sí lo sabían y no hicieron nada por advertirle del pasado nada ejemplar de Santacana. Acogerlo como sacerdote en Barcelona y conferirle nada menos que la administración de una parroquia constituye, cuanto menos, una grave negligencia del arzobispo y una grave irresponsabilidad (seamos cautos) de la curia diocesana que lo asiste. Un cura denunciado en su día por abusos sexuales, respecto al cual se asegura a una denunciante que jamás será ordenado sacerdote y que luego sí es ordenado en Taiwán, volviendo a su diócesis de origen, donde había perpetrado los abusos y donde residen sus víctimas, al cabo de 32 años, como si no hubiese sucedido nada.
Luego se llenan la boca de tolerancia cero, de la necesidad de pedir perdón, de no repetir casos de encubrimiento y de mirar a otro lado y a las primeras de cambio se acoge en la diócesis y se le encomienda una responsabilidad parroquial a un cura denunciado.
Este lunes el arzobispado emitió una nota respecto a lo publicado por El País sobre Mn. Mariné y las supuestas manifestaciones in articulo mortis de Mn. Pere Muñoz. Suponemos que se efectuará un tratamiento semejante y este martes sacarán una nota sobre lo publicado por el Ara y se tomarán medidas como se tomaron con un sacerdote supuestamente desobediente.
Oriol Trillas