Con la ordenación episcopal del coadjutor Josep-Lluis Serrano Pentinat se ha iniciado la fase final del dilatado, ostentoso, oligárquico y cesarista pontificado de Vives en la diócesis de Urgel. Esa recta final será más o menos larga (en mi opinión, más larga de lo que algunos pronostican), pero es el epílogo de un mandato en el que ha primado, de manera hiperbólica, la condición de jefe de estado andorrano, hasta el punto de que el propio papa Francisco tuvo que prohibir al prelado pirenaico que en las celebraciones vaticanas ocupase un lugar entre los monarcas y presidentes de república. Esos excesos pasarán pronto a la historia. Se va a acabar la fanfarria andorrana, la guardia rindiendo honores cada dos por tres, el tratamiento regio, los modales principescos, el coche oficial con matrícula de Andorra. Sigue siendo el copríncipe. Tanto es así que le recordó al obispo Serrano que no existe la figura del copríncipe coadjutor, delimitando perfectamente el terreno; pero cuando el Papa le acepte la renuncia ya no será nada: tampoco existe el copríncipe emérito.
Esta fase crepuscular se observó bien definida en la ordenación episcopal de Mons. Serrano. Una alocución inicial de Vives de 12 minutos (más larga que los 8 minutos que recomienda el Papa para las homilías), en la que habló de todo y sobre todo de la jefatura de estado andorrana y, a partir de ahí, un olvido del problema del principado, al que solo se aludió como realidad geográfica por el ordenante principal, el sustituto Edgar Peña Parra en su homilía y por el propio coadjutor en sus interminables 20 minutos de palabras finales. (Todo el mundo se pasa por el forro las recomendaciones de Francisco sobre los 8 minutos). Ni una palabra sobre la figura política del copríncipe por parte de ellos dos.
Sin embargo, el problema del coprincipado va a seguir existiendo, así como el deseo del papa Francisco de extinguirlo definitivamente. De forma definitiva resultará imposible en estos momentos, dadas las previsiones de la Constitución andorrana, pero para eso se ha nombrado a un diplomático y se ha puesto el cargo en el punto de mira de Secretaría de Estado. El proceso se hará a la manera vaticana, pero Josep Lluis Serrano será el último copríncipe eclesiástico. Que a nadie le quepa duda.
En cuanto se refiere a la ordenación fue muy concurrida tanto en el poder político, con el presidente Illa a la cabeza, como en el eclesial, con una nutrida representación de obispos: los 12 catalanes, los arzobispos de Oviedo y Valencia, los obispos de Mallorca y Ávila, el obispo-secretario de la CEE, el auxiliar de Canarias, el emérito Salinas, los eméritos de Guadalajara y Tarazona, el curial español Aurelio García Macías y unos siete obispos extranjeros que procedían de diversos destinos diplomáticos del ordenado y de la propia curia romana, entre ellos el arcipreste coadjutor de Santa María la Mayor, el lituano Rolandas Makrickas. Se notó mucho la longa manu de Secretaría de Estado en todo el contexto de la celebración, que fue digna y si se hizo larga fue por la desmesurada extensión de los parlamentos iniciales y finales.
No obstante, al día siguiente, cuando se celebró la primera misa presidida por el obispo Serrano en la catedral, fue tremendamente significativo comprobar que seguían en La Seo de Urgel tanto Monseñor Peña Parra como el nuncio Auza y los obispos García Macías, el arcipreste Makrikas y el obispo de Ávila Jesús Rico que habían participado en la celebración anterior. Una nutrida representación diplomática encabezada por el Sustituto de Secretaría de Estado, dos curiales y el obispo abulense, que ha residido muchos años en Roma y que hasta hace un año era rector del Pontificio Colegio Español. Y junto a ellos un buen número de sacerdotes de Secretaría de Estado. Todos celebraron junto al recién ordenado. Todos prolongaron inusualmente su presencia en La Seo de Urgel, sin la presencia de ningún obispo catalán ni del resto de España, a excepción del obispo Rico, con mayor anclaje en Roma que en nuestro país. Resulta muy sintomático -e inusual- ese pressing diplomático, como si hubiese instrucciones específicas de abordar un problema acuciante. Lo iremos viendo en un futuro, pero Vives ha entrado en fase crepuscular y su juguete andorrano está en el punto de mira de la diplomacia vaticana. Sin la intervención de la Conferencia Episcopal Española ni de los llamados hombres del Papa en España.
Oriol Trillas