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El arzobispo Omella en el 50 aniversario del colegio de los maristas de Les Corts

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Don Juan José Omella ofrece la reliquia de San Marcelino Champagnat para ser besada
Este pasado viernes se celebró en la parroquia del Remei de Barcelona, los 50 años del Colegio de los Maristas de Les Corts. Presidió la celebración de la Eucaristía el Sr. Arzobispo Don Juan José Omella, acompañado de otros sacerdotes vinculados a esta institución educativa. Este colegio ha vivido recientemente una temporada verdaderamente "horribilis" al recibir denuncias de pederastia de algunos de sus docentes entre los que se encontraban algunos hermanos maristas.

La celebración fue reflejo de la situación actual de los maristas, mucha parafernalia, mucha guitarra eléctrica con cantos de Kairoi, pero la cruda realidad es que alumnos del colegio, lo que se dice alumnos, cero patatero. Viejas glorias, antiguos alumnos, profesores y hermanos no faltaron, pero los alumnos actuales del colegio no aparecieron ni en pintura.
 
No es éste el único caso de colegio religioso, es un patrón que se repite una y otra vez con la mayoría de Colegios de las viejas Congregaciones religiosas, se enseña mucha solidaridad, mucho nacionalismo educativo, todo envuelto en una buena dosis de supuesta "enseñanza de calidad", pero como colegios religiosos que ayudan a sus alumnos a crecer en la fe y a implicarse en la vida de la Iglesia, de eso ya no queda nada.

Los responsables de estos colegios se quedaron encallados en aquellos fatídicos años 80 cuando la llegada del primer PSOE al poder  hizo pasar a todos los colegios concertados por el aro. El laicismo se impone junto a aquellos principios caducados del progresismo eclesial, para el que los sacramentos no son importantes, sino que lo que importa es el "compromiso" social, solidario... pero no el verdaderamente cristiano.
Plegaria Eucarística repartida y no realizada

En las cuestiones litúrgicas, los maristas son los impulsores de unas celebraciones en que parece que lo más importante es la música moderna y el resto sólo es un relleno sin importancia. Además impulsan las trasgresiones litúrgicas inventándose y cambiando cosas de la celebración eucarística sin ningún complejo, llegando al punto de que a veces esas celebraciones y las oficiales de la Iglesia casi no coinciden en nada.

En ese ambiente llegó Don Juan José a esta conmemoración, y en esta ocasión tengo que decir que estuvo a la altura y no se dejó avasallar. Los maristas en su tónica habitual querían imponer dentro de la liturgia de la Palabra, una lectura que no fuera de la Palabra de Dios, nuestro arzobispo no tragó. Además se había repartido entre los fieles una Plegaria Eucarística inventada y participativa que evidentemente no está en el Misal ni tiene autorización eclesial, y el arzobispo tampoco tragó.

Y un último detalle, los hermanos maristas trajeron una reliquia de su fundador San Marcelino Champagnat, pero en su guión no estaba previsto que se besara la reliquia, pero Don Juan José tomó la iniciativa e invitó a los asistentes a hacerlo, como se ve en la fotografía que encabeza el escrito, en la que los hermanos maristas fueron los primeros que  tuvieron que pasar a cumplir el paripé, aunque a la mayoría de ellos no le vaya este tipo de reverencias.

En la homilía nuestro arzobispo estuvo especialmente inspirado, recordó a los asistentes que tenemos que sentirnos orgullosos de lo que somos, el que sea catalán de ser catalán, el que sea aragonés de ser aragonés, el que hable en castellano de hablar en castellano y el que lo haga en catalán lo mismo. Todo ello para llegar al punto que debemos sentirnos orgullosos de ser cristianos y de vivir nuestra fe. Este es mi arzobispo, cuando dice estas cosas, me siento orgulloso de él, por eso no me cuadra verlo firmando la nota colectiva de los obispos catalanes. 

Francesco Della Rovere

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