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Interior del templo de la Mare de Déu de la Llum en La Florida de L’Hospitalet |
La mies es mucha y los operarios son pocos, dice la cita del Evangelio. En Cataluña la mies es poca y los operarios también; pero, curiosamente, esa mies se halla concentrada en lugares que no salen habitualmente en los medios y que tampoco han gozado de las preocupaciones del poder diocesano y sus tentáculos informativos. La mies no se halla en las parroquias de un Ensanche desertizado, de un barrio de Gracia reducido a parque temático o de un centro histórico invadido por el turismo. Que nadie la busque, tampoco, en la Cataluña rural, donde en pocos años se ha producido un auténtico barrido de una tradición religiosa que parecía inmarcesible y se ha diluido como un azucarillo.
La mies del siglo XXI se halla en la periferia. En esa periferia de la que tanto gusta hablar al papa Francisco. Hoy les voy a hablar de dos ejemplos de la localidad de L’Hospitalet de Llobregat. La segunda ciudad de Cataluña, con 257.000 habitantes. Esa segunda capital que nunca sale en TV3, más preocupada por la vida interior de unas comarcas, que se han convertido en el último asidero al que se agarra el separatismo. Me voy a referir a la parroquia de la Mare de Déu dels Desamparats en el barrio de la Torrassa y de la Mare de Déu de la Llum en el barrio de la Florida. Ambas gozaron del calificativo de germinantes, en aquellas listas que tuvieron tanto éxito. Aunque no tengan nada que ver una con otra, salvo en la composición sociológica de sus barrios.
En La Torrassa viven 27.000 habitantes, con una densidad cercana a Calcuta de 60.000 habitantes por Km2 y un 41% de inmigración. Ahí se ubicaron las primeras oleadas migratorias que llegaron a Barcelona con la Exposición del 29, hasta el extremo de que, al inicio de la Guerra Civil, se colocó un rótulo que decía: “Aquí empieza Murcia”. En el centro del barrio, donde se halla la llamada -todavía- Plaza Española, se erige el templo de la Mare de Déu dels Desamparats, que se levanta por encima de los pequeños bloques de cuatro o cinco pisos y cuyo campanario sigue marcando las horas, sin que ningún necio haya osado denunciar las molestias del tañido. El templo, en su configuración actual, fue erigido después de la guerra civil y su interior se conserva intacto, sin haber sufrido la perniciosa moda post-conciliar. Desde los años 40 sólo ha tenido dos párrocos: Mn. Jaume Busquets, que, a pesar de haber sido capellán castrense y asesor de Falange, goza de una calle en el barrio, cuyo nombre jamás se atrevieron a tocar los distintos ediles socialistas y el actual, Mn. Valentí Balaguer Planas, nacido en 1931, vicario de la parroquia en 1961 y rector desde 1969.
A sus 86 años, muy bien llevados, sigue Mn. Valentí como párroco, ayudado por dos vicarios, Mn. Manuel Pérez Moreno y Mn. Eduard Puig Casas. La actividad pastoral y asistencial de esta parroquia es verdaderamente extraordinaria. Cinco misas los domingos, dos los laborables, con un lleno impresionante en las celebraciones dominicales, sobre todo las de las 12 y 13 horas. Unos registros impensables en cualquier templo barcelonés, con una población parroquial semejante.
El barrio de la Florida tiene unos registros sociológicos todavía más estremecedores. 29.000 habitantes con una densidad de 74.000 habitantes por Km2, arracimados en una multitud de bloques de pisos de 32 metros cuadrados, donde se ubicaron a los inmigrantes de los años 60, que pasaron de los iniciales 8.800 a la barbaridad actual y con un porcentaje de inmigración del 41 %. Como se edificó el barrio en terrenos de FECSA, la compañía eléctrica sufragó la construcción de la parroquia, por cuyo motivo fue creada bajo la advocación de la Virgen de la Luz. Desde el año pasado va por su tercer párroco, pero el verdadero factótum de la misma es Mn. José Murillo Tejada, un extremeño de Zarza Capilla que recaló en el barrio, como tantos otros, en los años 60 y fue vicario de la parroquia en el 1969 y rector de la misma en 1983. El año pasado, con 82 años y una salud bastante precaria, se jubiló el padre Murillo (así se le conoce en el barrio) y fue sustituido por su vicario, Mn. Manuel Martínez Maqueda, un sacerdote de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.
También se celebran en ella cinco misas los domingos y se lleva a cabo una labor asistencial insustituible. Lo que he visto en misa de 12 de dicha parroquia no lo he visto en ninguna misa más en la diócesis barcelonesa, acercándosele únicamente la de El Fondo de Santa Coloma o la de San Odón en Sarrià. Un lleno impresionante, con mucha gente de pie, que incluso abarrota la parte superior destinada al coro. Una multitud de matrimonios con niños y gente joven. Más de 300 personas en una misa dominical, en una mísera parroquia del más mísero suburbio barcelonés.
Les decía que no tienen nada que ver una parroquia con otra, dado que, aunque la impronta de Mn. Balaguer es una impronta ortodoxa (fue fundador, junto al santo de Mn. Foraster y otros sacerdotes, de la Unió Apostólica que se creó como contrapeso a la U), la del padre Murillo y su sucesor es más bien progre, aunque no sea un progresismo enragé. Pero en ambas destaca la presencia de una nutrida cantera latinoamericana, con una religiosidad muy acendrada, fiel, piadosa y, en especial, muy rezadora. Allí se ha sabido cuidar esa cantera, no como en otros barrios similares, especialmente porque se les predica en su lengua. No se sienten ciudadanos de segunda, como en otros templos, sociológicamente similares, donde sólo se les predica en catalán.
Ahí está la mies actual. No es una opinión, es un hecho: parroquias periféricas, predicación en castellano, omisión de barbaridades litúrgicas, atención pastoral, templos con imágenes que invitan a la oración, rectores que permanecen en la parroquia sin ambiciones carreristas. Sólo falta que se interesen por ella y se olviden de otros yermos a los que se sigue otorgando preponderancia.
Oriolt
La mies del siglo XXI se halla en la periferia. En esa periferia de la que tanto gusta hablar al papa Francisco. Hoy les voy a hablar de dos ejemplos de la localidad de L’Hospitalet de Llobregat. La segunda ciudad de Cataluña, con 257.000 habitantes. Esa segunda capital que nunca sale en TV3, más preocupada por la vida interior de unas comarcas, que se han convertido en el último asidero al que se agarra el separatismo. Me voy a referir a la parroquia de la Mare de Déu dels Desamparats en el barrio de la Torrassa y de la Mare de Déu de la Llum en el barrio de la Florida. Ambas gozaron del calificativo de germinantes, en aquellas listas que tuvieron tanto éxito. Aunque no tengan nada que ver una con otra, salvo en la composición sociológica de sus barrios.
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Mn. Valentí Balaguer Planas |
A sus 86 años, muy bien llevados, sigue Mn. Valentí como párroco, ayudado por dos vicarios, Mn. Manuel Pérez Moreno y Mn. Eduard Puig Casas. La actividad pastoral y asistencial de esta parroquia es verdaderamente extraordinaria. Cinco misas los domingos, dos los laborables, con un lleno impresionante en las celebraciones dominicales, sobre todo las de las 12 y 13 horas. Unos registros impensables en cualquier templo barcelonés, con una población parroquial semejante.
Mn. José Murillo Tejada |
También se celebran en ella cinco misas los domingos y se lleva a cabo una labor asistencial insustituible. Lo que he visto en misa de 12 de dicha parroquia no lo he visto en ninguna misa más en la diócesis barcelonesa, acercándosele únicamente la de El Fondo de Santa Coloma o la de San Odón en Sarrià. Un lleno impresionante, con mucha gente de pie, que incluso abarrota la parte superior destinada al coro. Una multitud de matrimonios con niños y gente joven. Más de 300 personas en una misa dominical, en una mísera parroquia del más mísero suburbio barcelonés.
Les decía que no tienen nada que ver una parroquia con otra, dado que, aunque la impronta de Mn. Balaguer es una impronta ortodoxa (fue fundador, junto al santo de Mn. Foraster y otros sacerdotes, de la Unió Apostólica que se creó como contrapeso a la U), la del padre Murillo y su sucesor es más bien progre, aunque no sea un progresismo enragé. Pero en ambas destaca la presencia de una nutrida cantera latinoamericana, con una religiosidad muy acendrada, fiel, piadosa y, en especial, muy rezadora. Allí se ha sabido cuidar esa cantera, no como en otros barrios similares, especialmente porque se les predica en su lengua. No se sienten ciudadanos de segunda, como en otros templos, sociológicamente similares, donde sólo se les predica en catalán.
Ahí está la mies actual. No es una opinión, es un hecho: parroquias periféricas, predicación en castellano, omisión de barbaridades litúrgicas, atención pastoral, templos con imágenes que invitan a la oración, rectores que permanecen en la parroquia sin ambiciones carreristas. Sólo falta que se interesen por ella y se olviden de otros yermos a los que se sigue otorgando preponderancia.
Oriolt