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Un catalán en la curia con futuro

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Mons. Jordi Bertomeu Farnós, en Roma, delante de la Basílica de San Pedro
Nunca había sido tan raquítica la presencia de catalanes en la curia vaticana. A lo largo del pasado siglo, su presencia fue languideciendo desde los tiempos del cardenal Vives y Tutó (Vives fa tutto, Vives è tutto) o el cardenal Anselmo Albareda, pasando por el obispo Torrella como vice-presidente del Consejo Pontificio para los Laicos o Monseñor Pere Tena como subsecretario de la Congregación para el Culto Divino. Después de Tena no hubo curial alguno y la influencia catalana en Roma se limitaba al profesor del Opus Dei Luis Clavell y Ortiz-Repiso, rector de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz o al músico Valentí Miserachs, Canónigo Maestro de Capilla de la Basílica Sta. María la Mayor. Incluso si hubiese un cónclave próximamente no habría ningún cardenal elector nacido en Cataluña, como sí sucedió en casi todos los anteriores con Casañas, Gomà, Pla y Deniel, Jubany o Sistach.

Pero hete aquí que hace unos seis años desembarcó en la ciudad leonina un sacerdote tortosino como simple oficial de la Sección Disciplinar de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Se trata de Mn. Jordi Bertomeu Farnós, nacido en la capital del Baix Ebre el año 1968, ordenado sacerdote en 1995, Doctor en Derecho Canónico por la Gregoriana, donde fue discípulo de Ladaria, que le dirigió su tesis sobre el papel de las parroquias y la participación de los laicos, siendo designado vicario judicial de Tortosa en 2002 y en 2012 asumido en la Santa Sede en la citada Congregación.

http://s2.latercera.com/wp-content/uploads/2018/05/IMG-20180509-WA0002.jpgEl nombre de este sacerdote dertosino ha adquirido relevancia por su papel clave en la investigación encargada por el Papa al caso de la pederastia eclesial en Chile, que ha terminado con la llamativa -es pronto para saber si estéril- renuncia de los 34 obispos del país andino. Efectivamente, Bertomeu acudió a Chile como notario eclesiástico, acompañando al enviado papal, el arzobispo maltés Charles Scicluna. Sin embargo, dos días después de la llegada de ambos, el obispo de Malta tuvo que ser ingresado en la Clínica de la Universidad Católica de Santiago por una operación de vesícula. Esas complicaciones de salud dejaron al oficial catalán solo ante el peligro y con la responsabilidad de oír y valorar todos los testimonios, incluido el del polémico obispo Barros. Posteriormente fue asignado directamente por Francisco para ser el acompañante de los denunciantes de Karadima en su entrevista con el Papa en el Vaticano y el verdadero muñidor de la semana de reuniones entre los obispos y el Santo Padre. Ya no era un simple notario, sino el delegado papal de facto. El hombre clave en la crisis de la Iglesia de Chile.

Según todos los testimonios Bertomeu se desempeñó con sumo tacto y cercanía, con una extraordinaria capacidad de trabajo y un perfecto conocimiento de la situación; no en vano, al finalizar su misión fue nombrado Capellán de Honor de Su Santidad. Ya es monseñor. 

El jesuita Germán Arana con el obispo Barros
A nadie se le escapa que el protagonismo del sacerdote catalán presagia una fructífera carrera por delante. No en nunciaturas, cual alguno incluso se ha atrevido a postularle en Chile, pues no ha hecho la carrera diplomática, sino en la curia vaticana o, quizás, en las diócesis catalanas, que se hallan muy faltas de cantera. Por añadidura, se halla bajo la protección del futuro cardenal Ladaria, que fue quien lo llamó a Roma. No olvidemos que el neo purpurado mallorquín es un verdadero muñidor de obispos en España, contándose entre sus últimas promociones a las de Novell, Taltavull o Vadell. Pero lo cierto es que el hoy monseñor Bertomeu es el único punto de anclaje catalán en la Santa Sede. Sin embargo, que nadie piense que va a ser un valedor del proceso separatista. El dertosino se halla en el punto más alejado de lo que conocemos como el nacional-progresismo eclesial. Puede ser que sea el nexo de todos aquellos católicos catalanes que se sienten abandonados por una jerarquía que o se pone de perfil o protege y ampara la manipulación de los símbolos e incluso la doctrina cristiana por el independentismo.

Además, la investigación de Bertomeu ha dejado en muy mal lugar al jesuita Germán Arana. Este gran amigo del Papa y de Omella, que tantos días pasa al año en Barcelona, donde cuando no dirige ejercicios espirituales, se encarga de someter a sacerdotes y seminaristas a exámenes psicológicos. Al todopoderoso Arana se adjudica un papel crucial en el hecho de que se mantuviera el nombramiento del obispo Juan Barros en Osorno y uno de los principales responsables de la “mala información” de Francisco. Al parecer, Arana va ahora serio, cabizbajo y solo por la Ciudad Eterna. 

Oriolt

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