“Ellos son personas, nuestros hermanos y hermanas. Tal vez su vida no sea productiva, pero la productividad no es una justificación para matar. Si así lo fuera, todo el mundo temería inclusive acudir al médico. El tejido social se vería afectado. Un régimen que puede salirse con la suya rompiendo el Quinto Mandamiento, puede destruir asimismo los otros Mandamientos” (Clemens August von Galen, Cardenal-Arzobispo de Münster. Julio de 1941)
Se veía venir. Tras el aborto por compasión del insigne monseñor Fisichella, ahora presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, y hablando supuestamente en nombre de la Iglesia, era de esperar la eutanasia por compasión, de la mano del “progreso” cultural y político, en feroz competencia con la Iglesia por el monopolio de la bondad y de la compasión. Con este gran “Eu” que nos pone el bien por delante, que sucede al de la eugenesia en la que ya estamos tan confortablemente instalados (porque nos sienta genial eso de la buena e incluso de la óptima y siempre misericordiosa administración de la vida, sobre todo la no nacida), pretenden aventajarnos en la práctica del bien también en la muerte. Para estos amantes del progreso, la vida que escapa a las grandes bondades eugenésicas, corresponde al limbo de la irresponsabilidad. Y obviamente, tras conquistar la administración responsable de la vida (eu-genesia), aspiran a conquistar la administración responsable de la muerte (eu-tanasia). Todo por hacer el bien.
Y han elegido como patrón de esta “buena” causa, al insigne y ultrabenéfico Adolfo Hitler, que diseñó un plan brillantísimo para que los alemanes además de nacer con la máxima responsabilidad y bondad, y de vivir disfrutando de las delicias del paraíso nacional-socialista, pudieran disfrutar de la mejor muerte. Una muerte responsable y digna, cual correspondía al que quiso ser el mejor régimen político de todos los siglos. Así pues, la primera víctima de la furia asesina nazi fue un niño austríaco de diez años, rubio y con los ojos azules… ¡que era cojo!
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Juan Manuel de Prada |
Allá por 1939, el Tercer Reich desarrolló un plan para el asesinato de enfermos incurables denominado ‘Aktion T4’. Varias decenas de miles de alemanes aquejados de enfermedades terminales hallaron así una ‘muerte misericordiosa’. Aunque este programa de eutanasia de Hitler ha sido calificado erróneamente como ‘prueba piloto’ para los campos de exterminio masivo, lo cierto es que fue concebido como un recurso compasivo; pues los jerarcas nazis consideraban que una vida estragada por el dolor no merecía la pena ser vivida. Para perpetrar estas eutanasias no se solicitaba el consentimiento del enfermo, sino que bastaba con que un ‘examen médico crítico’ dictaminara que el paciente padecía una enfermedad incurable (y hay que señalar que casi todos los médicos alemanes se adhirieron con entusiasmo a este plan eutanásico). Pero, en lo demás, era un plan que estaba guiado por presupuestos muy similares a los que la sensibilidad contemporánea admite tan tranquila.
El diabólico“patrón” de la eutanasia lo tenía todo inventado, de tal manera que los modernos eutanasistas no tienen más que copiar a su pionero y guía y así promocionar su culto entre los felices llamados a tan bella, digna y “santa” muerte.
Olvida sin embargo, D. Juan Manuel de Prada que el plan Aktion T4tiene una relación íntima, tanto desde el punto de vista ideológico-político como económico-financiero, con las organizaciones internacionales y el movimiento médico internacional a favor de la eugenesia y con las respectivas legislaciones y programas llevados a cabo en varios países, como por ejemplo la esterilización masiva de gente señalada como enfermos hereditarios en países como Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Noruega, Francia, Finlandia, Dinamarca, Estonia, Islandia y Suiza, durante la primera mitad del siglo XX.

Y cuántos serán los enfermos ofuscados por la soledad y la desesperación que, abandonados de casi todos, se acogerán a la compasión asesina de una democrática sociedad, que ha decidido que sea tan digna la subida de las pensiones como la eliminación de los longevos perceptores de las mismas.
Si el divorcio, con la correspondiente disolución familiar que conlleva, el crimen del aborto y la ideología de género, con su promoción del lobby gay, importaron a muy pocos, laicos y clérigos, la eutanasia comenzará a inquietar a bastantes más. Porque de todo lo otro puede uno pasar –puede no afectarle-, pero de la muerte digna… será muy dificil librarse. De aquellos polvos vienen estos lodos.
Y así como la mayor parte de los pastores –salvo contadas y dignísimas excepciones- han permanecido silentes ante el carnaval LGTB y la proposición de ley eutanásica de Pedro Sánchez, sí que han puesto el grito en el cielo por el acoso gubernamental a la escuela concertada y a la clase de religión, cuya eficacia y presencia evangelizadoras hace tiempo que dejaron de ser relevantes.
¿Alguien ha escuchado alguna denuncia profética o una predicación potente a ejemplo del cardenal August von Galen? Este intrépido arzobispo alemán se jugó su mitra, su diócesis y su propia vida en 1941 denunciando públicamente, desde el púlpito de la catedral de Münster, la iniquidad de los planes eutanásicos nazis: “Jerusalén y sus habitantes, su pueblo elegido y favorecido, ¡se oponen a la voluntad de Dios! De una manera loca y criminal, ¡desafían la voluntad de Dios! Es por eso que Jesús llora por el pecado horrible y el castigo inevitable. ¡Uno no se burla de Dios!”
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August Clemens von Galen |
Pero es que August Clemens von Galen, era un verdadero pastor que luchaba por su pueblo y defendía a su rebaño de los lobos rapaces, disfrazados de compasivas ovejas. Fue un padre para su pueblo y para sus sacerdotes… Hoy la voz del León de Münster debería hacer vibrar en nuestra anestesiada España corazones fuertes y llenos de fe en la victoria de Cristo. Y sigue denunciando la cobardía, miedo, canguelo, apocamiento, encogimiento y pusilanimidad de tantos clérigos que hemos olvidado lastimosamente la palabra de nuestro Maestro, de aquel que nos llamó a ser testigos valientes y humildes de su Evangelio: "Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios…Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí (…) En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Juan 16).
Custodio Ballester Bielsa, pbro.
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