Acudieron todos los obispos españoles, menos uno: el de Solsona, Monseñor Xavier Novell Gomà. Estaban todos: residenciales, auxiliares e incluso algunos eméritos, entre ellos el obispo Uriarte, el cual con 84 años no se pierde ningún acto. Todos los obispos catalanes, incluidos los tres auxiliares, algún emérito como Piris y absolutamente todos los prelados de la CEE. No faltó ni uno. Salvo Novell.
Al finalizar la celebración, todos los obispos se retrataron ante los restos del monumento del Sagrado Corazón, aquel que fusilaron los milicianos rojos el 7 de agosto de 1936. Todos menos Novell. El único que hizo pellas.
Parece mentira que un obispo que se ha consagrado en reiteradas ocasiones al Sagrado Corazón de Jesús haga novillos cuando esa consagración se realiza en comunión con todos los obispos españoles. Su inexplicable absentismo no tiene otra razón de ser que su deseo de marcar líneas rojas con cualquier conmemoración española. ¡Qué le van a decir en Solsona! En la diminuta Solsona, una de las diócesis con un futuro más inexplicable en pleno siglo XXI. 140.000 almas y 87 sacerdotes. La inmensa mayoría septuagenarios. Un simple arciprestazgo de Barcelona o Madrid.
Aparte de su politizada cobardía al no comparecer al acto, se revela su insolidaridad con sus hermanos obispos. Insolidaridad que encabeza en solitario, habida cuenta que fue el único residencial que no compareció. Insolidaridad con sus hermanos en el episcopado y con un historial de colaboración de los obispos catalanes en la Conferencia Episcopal Española. Siempre ha habido obispos catalanes en los puestos decisorios, desde la vicepresidencia del cardenal Carles a las múltiples responsabilidades del cardenal Jubany. Desde la presidencia de Comisiones de los obispos Sistach, Martí Alanís, Guix, Vives y Sáiz Meneses a la actual presidencia de la Comisión de la Doctrina de la Fe del obispo Enrique Benavent. Siempre ha sido fructífera y valiosa la colaboración de los prelados catalanes en la Conferencia Episcopal Española. Hasta que llegó Novell.
Al principio, acudía como todos a las reuniones de la CEE, como miembro de la Comisión de Apostolado Seglar y Migraciones. Pero el maldito prucés se fue encargando de dinamitar los puentes. Novell prefirió ser cabeza de ratón que cola de león. Prefirió quedar bien ante las 140.000 supuestas almas independentistas de su entorno rural que ante el resto de almas catalanas, entre las cuales había un elevado porcentaje de reacios al soberanismo, cuando no de católicos que creían que la intromisión eclesial ante un conflicto político no era de recibo. Por eso, no quiso fotografiarse ante los restos de un monumento fusilado en plena guerra civil por aquellas milicias que odiaban el cristianismo. Sin embargo, su incomparecencia no era por ese motivo, sino por todo aquello que oliera a España. El supremacismo latente del independentismo catalán. El supremacismo latente del obispo de Solsona. Y algunos dicen que lo van a promocionar como nuevo obispo de Gerona. ¡Qué Dios nos coja confesados!
Oriolt