En la década de los ochenta, un nuevo párroco fue destinado a una parroquia del Bajo Aragón, al cabo de un tiempo se produjo la siguiente anécdota: un día al finalizar la celebración de la Santa Misa un grupo de mujeres esperan al párroco y al salir éste le comentan: "Nos tiene usted desconcertadas", a lo que el sacerdote extrañado les contesta: "¿Porqué?", y éstas le responden: "Porque usted a diferencia de su antecesor se lleva muy bien con los de izquierdas", el mosén lanza una sonora carcajada y les dice: "Yo intento llevarme bien con todo el mundo".
Supongo que todos nuestros lectores han deducido que el entonces joven párroco no es otro que Don Juan José Omella, cuando era, lo que según él siempre quiso ser: "un cura de pueblo". No sorprende esta anécdota porque todos sabemos a estas alturas, que nuestro actual arzobispo ha sido siempre un hombre conciliador, que ha intentado no ganarse enemigos en ningún frente, y que siempre se mantuvo distante de la política más beligerante del sector rouquista con los gobiernos socialistas. Aún así, la actitud de nuestro pastor, manteniéndose en silencio ante el Padrenuestro blasfemo recitado en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona ha decepcionado a muchos católicos que esperaban algo más de él. Porque la ofensa ha sido muy grave y no puede pasar desapercibida por muy conciliador que uno intente ser.
Podrá argumentar en su defensa que está acabado de llegar y que "políticamente" no le conviene un enfrentamiento de insospechadas consecuencias con el actual consistorio de su nueva ciudad, o incluso que ha recibido presiones por parte del Ayuntamiento de que si se mueve se le va a tirar encima toda la caballería y artillería municipal, así como todos los medios y allegados afines. Pero no es de recibo que un obispo se mantenga callado cuando se hieren los sentimientos más profundos de los fieles como es la oración del Padrenuestro blasfemada.
Es por ello que he querido hacer referencia a esta polémica, con un titular algo polémico, que seguro que más de uno me lo va a criticar. He rescatado el título que nuestro colega Don Francisco José Fernández de la Cigoña popularizó para n.s.b.a... y jubilado cardenal Martínez Sistach, al que en diversas ocasiones le llamaba "Nostach" por el hecho de que no estaba, ni hacía lo que tenía que hacer como obispo de Barcelona, por lo que las dos primeras letras SI, se cambiaban por el NO. Es decir que NO daba la talla, ni actuaba en coherencia con su condición de pastor, dejando que el nacional-progresismo acampara a sus anchas por la diócesis de Barcelona, mientras él se lo miraba impávido, para no poner en riesgo el statu quo pactado con ellos, también conocido como la pax sistachiana.
Pero en este caso, el que en otras ocasiones fuera NOstach ha sido SIstach, y ha hablado, diciendo sobre la polémica que “La fe religiosa de las personas requiere el respecto de todos. Es una exigencia de la educación y del derecho a la libertad religiosa”. No es gran cosa pero al menos algo ha dicho, contrastando con el silencio absoluto de su sucesor. También se han pronunciado otros obispos catalanes como el de Terrassa, Don José Angel Saiz: “En el ayuntamiento de BCN leen un texto blasfemo. Recuerdo a Cicerón: "Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?"¿Hasta cuándo?”. O el arzobispo de Tarragona, Don Jaume Pujol: “Para una buena convivencia es muy importante el respeto. También, para las creencias religiosas. Herir al prójimo no es el mejor camino”.
Y lo más curioso del caso es que personalidades destacadas del progresismo eclesial como Sor Lucia Caram o el teólogo jesuita P. José IgnacioGonzález Faus, han movido fichay también han criticado la lectura del poema blasfemo y la permisividad del mismo por parte de la alcaldesa Colau.Reconozco que me he quedado sorprendido y no son los únicos, he oído muchos sacerdotes y religiosos del sector más progresista indignados y molestos por lo sucedido, cuando yo pensaba que se mantendrían al margen de esta batalla. Por eso todavía sorprende más la actitud del arzobispo que decepciona a todos los sectores, al más conservador mucho y al más progresista bastante.
Si alguien se pensaba que estábamos abducidos por los encantos de Don Juan José, desde hoy se dará cuenta de que no es así, vamos a seguir como hemos hecho siempre, lo que sea elogiable de nuestro nuevo pastor lo aplaudiremos y destacaremos (¡y esperamos que sea mucho!), pero si hay algo que no nos gusta también lo criticaremos y nos lamentaremos, como hemos hecho siempre con todos los obispos catalanes. Y en este caso tenemos que afirmar con justicia que Nostach ha sido Sistach y Omella ha sido Nomella, porque creemos que que no ha estado a la altura de lo que se le pedía ante una blasfemia tan grande.
Antoninus Pius
Supongo que todos nuestros lectores han deducido que el entonces joven párroco no es otro que Don Juan José Omella, cuando era, lo que según él siempre quiso ser: "un cura de pueblo". No sorprende esta anécdota porque todos sabemos a estas alturas, que nuestro actual arzobispo ha sido siempre un hombre conciliador, que ha intentado no ganarse enemigos en ningún frente, y que siempre se mantuvo distante de la política más beligerante del sector rouquista con los gobiernos socialistas. Aún así, la actitud de nuestro pastor, manteniéndose en silencio ante el Padrenuestro blasfemo recitado en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona ha decepcionado a muchos católicos que esperaban algo más de él. Porque la ofensa ha sido muy grave y no puede pasar desapercibida por muy conciliador que uno intente ser.
Podrá argumentar en su defensa que está acabado de llegar y que "políticamente" no le conviene un enfrentamiento de insospechadas consecuencias con el actual consistorio de su nueva ciudad, o incluso que ha recibido presiones por parte del Ayuntamiento de que si se mueve se le va a tirar encima toda la caballería y artillería municipal, así como todos los medios y allegados afines. Pero no es de recibo que un obispo se mantenga callado cuando se hieren los sentimientos más profundos de los fieles como es la oración del Padrenuestro blasfemada.

Pero en este caso, el que en otras ocasiones fuera NOstach ha sido SIstach, y ha hablado, diciendo sobre la polémica que “La fe religiosa de las personas requiere el respecto de todos. Es una exigencia de la educación y del derecho a la libertad religiosa”. No es gran cosa pero al menos algo ha dicho, contrastando con el silencio absoluto de su sucesor. También se han pronunciado otros obispos catalanes como el de Terrassa, Don José Angel Saiz: “En el ayuntamiento de BCN leen un texto blasfemo. Recuerdo a Cicerón: "Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?"¿Hasta cuándo?”. O el arzobispo de Tarragona, Don Jaume Pujol: “Para una buena convivencia es muy importante el respeto. También, para las creencias religiosas. Herir al prójimo no es el mejor camino”.
Y lo más curioso del caso es que personalidades destacadas del progresismo eclesial como Sor Lucia Caram o el teólogo jesuita P. José IgnacioGonzález Faus, han movido fichay también han criticado la lectura del poema blasfemo y la permisividad del mismo por parte de la alcaldesa Colau.Reconozco que me he quedado sorprendido y no son los únicos, he oído muchos sacerdotes y religiosos del sector más progresista indignados y molestos por lo sucedido, cuando yo pensaba que se mantendrían al margen de esta batalla. Por eso todavía sorprende más la actitud del arzobispo que decepciona a todos los sectores, al más conservador mucho y al más progresista bastante.
Si alguien se pensaba que estábamos abducidos por los encantos de Don Juan José, desde hoy se dará cuenta de que no es así, vamos a seguir como hemos hecho siempre, lo que sea elogiable de nuestro nuevo pastor lo aplaudiremos y destacaremos (¡y esperamos que sea mucho!), pero si hay algo que no nos gusta también lo criticaremos y nos lamentaremos, como hemos hecho siempre con todos los obispos catalanes. Y en este caso tenemos que afirmar con justicia que Nostach ha sido Sistach y Omella ha sido Nomella, porque creemos que que no ha estado a la altura de lo que se le pedía ante una blasfemia tan grande.
Antoninus Pius