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LA CANONIZACIÓN DEL CAMINO SINODAL

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Acabo de leer en ReL que el cardenal Rouco Varela, durante muchos años presidente de la Conferencia Episcopal Española, afirmó recientemente, en el entorno de un curso de Derecho Canónico, que el Camino Sinodal se ha situado fuera del ordenamiento canónico y que por tanto TIENE UN DEFECTO DE FORMA. Dijo muchas otras cosas, pero ésta del defecto de forma me parece la más relevante.

Claro que si el contexto en que se pronuncian estas palabras es un curso de Derecho Canónico, la afirmación es totalmente pertinente. Todos los cismas han tenido una serie de defectos de forma. Pero es evidente que la gravedad de esos cismas no se centra en los defectos de forma. Lo más grave de los cismas son la herejía y la apostasía en que se sustentan, no las formas canónicas o extracanónicas con que se producen. Lo gravísimo del cisma de facto en que se ha colocado el episcopado alemán con su Camino Sinodal, no es su falta de sustentación canónica (que bien la han pretendido con la fórmula esa «sinodal»), sino su violenta separación de la doctrina de la Iglesia en cuestión de moral y de sacramentos.

Los obispos alemanes, los del «Camino Sinodal» y los que se les han agregado, van por muy mal camino (que encima tampoco es canónicamente sinodal). Aparte de afirmar en su documento de trabajo que si bien contemplan el matrimonio reconocido por la Iglesia (el de un hombre y una mujer) como la forma preferida (¿por quién?), no es la única forma de vivir el amor y la sexualidad en una relación cristiana. De donde deducen que por tanto, tampoco ha de serlo para la Iglesia. 

Aparte de esto, declaran solemnemente: «Honramos las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género de las personas, así como sus relaciones de pareja a largo plazo, fieles y exclusivas». Parece que el de la fidelidad y la exclusividad son los grandes valores que suplen cualquier defecto que puedan tener esas cosas de género, y santifican cualquier relación-unión sexual.


Es evidente y flagrante que éstos que ponen de manifiesto los obispos alemanes y sus seguidores, no son simples defectos de forma, sino de fondo, de fidelidad a la doctrina de la Iglesia. Defectos de doctrina sumamente graves (y no son los únicos) que dejan muy chiquitos y para simple pasatiempo de leguleyos, los defectos de forma.

El problema que se nos plantea ante la afirmación del cardenal Rouco sobre el defecto de forma del Camino Sinodal, es que puede ocurrir que, si la Iglesia va de canonista, se le puede presentar la tentación de centrar el debate en esa cuestión de forma, leve al fin y al cabo: porque los defectos de forma se subsanan fácilmente. Por lo que parece que no queda muy fuera de lugar la sospecha de que por ahí van los tiros. En efecto, parece legítimo sospechar que la principal virtualidad del Sínodo de la Sinodalidad ha sido la de canonizar el Camino Sinodal, es decir darle forma canónica, acomodándolo a los cánones. Porque empiezan a ser muy inquietantes los parecidos entre el malhadado Camino sinodal y el supuestamente bienaventurado Sínodo de la Sinodalidad. Cuanto más tiempo pasa, mayor es el parecido entre el cismático itinerario alemán cada vez más extendido, y el canónico Sínodo de la Sinodalidad: un parecido tan grande, que hasta el nombre de ambos es perfectamente intercambiable.

Vemos, en efecto, en nuestro entorno, en la diócesis de Barcelona y en el resto de diócesis de España, que su máximo responsable, el cardenal Omella, está dando pasos muy decididos para hacer converger el Sínodo de la Sinodalidad con el Camino Sinodal. Y con infinidad de defectos de forma, es decir descarados fraudes de sinodalidad, con el fin de no frustrar esa convergencia. Nuestro cardenal ha conseguido alinear su diócesis con la mayor parte de los postulados del Camino Sinodal. Y en cuanto a los resultados del resto de diócesis de España, notablemente alineados con los de su propia diócesis. Y eso es lo que envió a Roma: todo va según las previsiones más optimistas.

Aunque algo no anda como estaba previsto: siendo tan grande la convergencia (por lo menos la de la Conferencia Episcopal Española) con el Camino Sinodal del episcopado alemán, aún no ha podido hacerse el acoplamiento, con lo que ha sido preciso prolongar la operación un año más.

Y aunque la observación del cardenal Rouco está totalmente en razón, da motivos para preocuparse, porque introduce un enfoque tan disruptor, que en realidad desenfoca totalmente el tema. ¿Es importante que alguien que planificó y cometió un asesinato embistiendo a una persona con su automóvil, se saltase un stop o un semáforo rojo? Pues lo mismo en el caso del violento cisma que ha originado ya de facto el episcopado alemán. ¿Tiene alguna relevancia que además presente «un defecto de forma que lo sitúa fuera del derecho canónico?


Y por aquí llegamos al meollo de la cuestión. Si ponemos el foco en que los del Camino Sinodal se han saltado el derecho canónico, estamos ante una cuestión menor que tiene una fácil solución modificando el derecho canónico para obviar ese defecto de forma en que han incurrido los obispos alemanes. ¡Claro!, modificamos el delito de sedición y no hay golpe de estado ni alteración del orden constitucional. El referéndum de secesión lo convertimos en algo perfectamente constitucional. Así de fácil.

Pues sí, algo parecido me suena que está ocurriendo con el engrudo de las sinodalidades y sus juegos malabares: bastará algún que otro retoque en el derecho canónico para que no podamos hablar de cisma ni de herejía, ni de apostasía. Bastará poner el acento en el acogimiento fraternal (y el maternal de la Iglesia con sus sacramentos) de todas las personas, sean cuales sean sus formas de vida y de relación, para que eso mismo obligue a respetar (o como dicen los obispos alemanes, «honrar») las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género. Bastará la primera parte, la de las personas, para que la segunda caiga por su peso y pueda ser asumida plenamente y replicada por el papa y por el discurso oficial de la Iglesia. En perfecta consonancia y armonía con el célebre «Quién soy yo…»

Pues sí, es por ahí por donde vamos jubilosos hacia la canonización del Camino Sinodal como inspirado por el Espíritu Santo, que ya andan diciendo por ahí (bueno, lo dicen más del Sínodo de la Sinodalidad). Cada uno poniendo su granito de arena (Rouco) o su enorme peñasco de Sísifo (Omella). Iremos a la actualización del derecho canónico igual que se ha ido a la del derecho penal. De este modo, conductas que en los códigos de toda la vida han sido delictivas o pecaminosas, se convierten en virtuosas gracias a la reforma de los respectivos códigos. Es lo que tienen los defectos de forma.

Virtelius Temerarius


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