Este sábado un vecino de los franciscanos del Santuario de San Antonio de Padua de la calle Santaló llamó a los frailes alertándoles de que veía un cuerpo extendido en el suelo del claustro del convento. Se trataba de un religioso que se había caído de un balcón y yacía cadáver en el patio del cenobio. Contaba con 84 años. El hecho luctuoso ha venido a enturbiar, si cabe todavía más, el estado actual de los franciscanos catalanes. No hace ni dos meses que acaban de cerrar su Casa en Lérida. En los últimos diez años se han clausurado los Santuarios de Vic, Balaguer, Berga, Cervera, Puigcerdá y la Seo de Urgel. Actualmente, solo quedan dos conventos: el de Sabadell que cuenta con cuatro frailes, y el de Barcelona, en San Antonio de Padua, en el que hasta el sábado residían diez consagrados.
El Santuario de la calle Santaló había sido hasta hace poco tiempo un foco de evangelización en Barcelona. Un templo siempre abierto, con gran cantidad de fieles, con una dedicación ejemplar por parte de los franciscanos, con una fértil actividad pastoral y social. Tan solo hace quince años se celebraban 8 misas los días laborables y 12 los festivos. Junto a Santa Gema, confiada a los padres pasionistas, era la iglesia que más oficios celebraba en Barcelona. 15 años después se han reducido a 4 durante la semana y 7 los domingos. Antes siempre se hallaban confesores, a todas horas; hoy resulta mucho más complicado. La afluencia de fieles ha caído en picado, resultando la parroquia más beneficiada la de San Gregorio Taumaturgo. Curiosamente, más lejana que la muy progre de San Ildefonso que solo está a dos calles. No cabe decir que la recaudación de los cepillos ha menguado a cifras paupérrimas, cuando antes rebosaban de billetes. Los frailes se han hecho mayores, muy mayores, y el relevo no llega.
Misa de 13 h este domingo en San Antonio de Padua
La crisis en las órdenes religiosas se ha cebado en los hijos del Poverello de Asís en Barcelona. No obstante, no es ninguna exageración concluir que ellos se lo han buscado. Su alineamiento con el independentismo catalán ha sido la puntilla que ha finiquitado un templo que antaño era la gloria de la capital. El religioso fallecido había suscrito el manifiesto a favor del referéndum del 1-O. El factótum de la Casa durante muchos años ha sido fra Josep Gendrau Valls, que acaba de cumplir, nada menos, que 70 años como profeso en la vida franciscana. El padre Gendrau, también firmante del ignominioso manifiesto, fue el que llamaba a la huelga general después de la condena de los políticos del 1-O por el Tribunal Supremo. “Ens alcem lliures i rebels per fer net”, decía en su twitter.
Fra Josep Gendrau Valls
Hace pocos días les hablaba de la crisis terrible de los jesuitas. Son muchos más que los franciscanos y no mantienen la división con capuchinos y conventuales, que tampoco están para tirar cohetes. Pero los hijos de San Ignacio mantienen 22 comunidades en Cataluña, mientras que a los O.F.M solo les quedan dos. Pero de esas exiguas huestes, 13 frailes firmaron a favor del referéndum del 1-O, por 36 los jesuitas. ¿No ha sido eso disparar contra su propio pie?
El alineamiento de la clerecía catalana -especialmente el clero regular- a favor del independentismo ha sido letal en su fulgurante aniquilación. Su proceso de desaparición está creciendo exponencialmente a pasos agigantados. Cierran y cierran casas emblemáticas en localidades en que los franciscanos lo eran todo. Berga, Vic, Balaguer, Cervera, no se pueden comprender sin la impronta de años y años en que convivieron con los hijos del Santo de Asís. Lo mismo sucede con los fieles que abarrotaban el templo barcelonés de la Calle Santaló y han huido a parroquias más ortodoxas.
Jamás he comprendido la tentación de muchos religiosos de ahuyentar a su feligresía, cruzando un Misisipí que aquellos no están dispuestos a atravesar. Se puede comprender en Montserrat, pero jamás en la calle Santaló. Está siendo una verdadera caída. La de este sábado literal.
Oriolt