Hace unos días les hablaba de las palabras blasfemas de Sor Lucía Caram diciendo que Messi era dios. El pasado domingo visionando la final de la copa del Mundo de futbol me acordé de ella en algún momento. Viendo el sufrimiento de los argentinos para imponerse a los franceses, me imaginé a la religiosa dominica gritando, golpeando a la mesa y diciendo palabrotas de lo más soez cada vez que Francia conseguía empatar un encuentro que en muchos momentos parecía ganado por los albicelestes. Pero finalmente tanto sufrimiento se convirtió en la alegría más desbordante para todos los argentinos, con la fanática Caram a la cabeza, porqué además su ídolo, Lionel Messi, se convirtió en el héroe de la final y de todo el mundial.
Las palabras de divinización de Messi, me parecieron una vergüenza procediendo de una religiosa, pero pueden entenderse desde ese fanatismo futbolístico en el que todo parece que está permitido, en el que se juega con dobles juegos de palabras, y se crea una especie de religión paralela, en que los ídolos del balompié son una especie de divinidades a los que hay que venerar por las alegría que provocan en sus seguidores.
Quizá me ha parecido más grave las afirmaciones de la religiosa mediática sobre el infierno, porque aquí sí que no interviene el fanatismo deportivo, sino simplemente una cuestión de afirmación teológica totalmente contraria al Magisterio de la Iglesia, y a su propio "amigo" y paisano, el Papa Francisco que en diversas ocasiones ha hablado del infierno y del demonio como realidades, no como un cuento o una manera de explicarse.
Pues la señora Caram que sabe más que nadie, nos dice ahora: "Creo que al infierno no va nadie. Cuando Jesús resucitó, colgó el cartel de 'cerrado por resurrección'". Se trata de afirmaciones muy graves, desafiando toda la doctrina católica sobre el infierno y sobre la condenación de los que han optado por las tinieblas en vez de por la luz. Y no sólo esto, sino que ha dejado como mentirosos a algunos santos tan importantes como al mismísimo San Juan Bosco, o a los niños de Fátima que afirmaron haber podido ver en vida humana el tormento del infierno.
Pero es que, además, estas ideas del buenismo anti-católico, alimentan una corriente generalizada en la sociedad, de que hagas lo que hagas, al final todos irán al cielo, porque la misericordia de Dios es infinita, cuando las Escrituras y el mismo Jesús nos hablan en multitud de ocasiones de la condena eterna y del infierno.
Es muy triste cuando ves que muchos sacerdotes también han caído en la trampa y en los entierros o misas exequiales dan por hecho que aquel difunto por el que se reza ya está en el cielo, cuando a lo mejor no tienen ni ideas de su vida o de sus obras, que pudieron ser lamentables. Para esta corriente herética, la simple muerte ya perdona todos tus pecados y a partir de ese momento ya eres una persona santa y sin ningún tipo de falta con la que presentarte ante el juicio inapelable de Dios.
Es evidente que no vamos a destacar los errores y pecados de alguien que acaba de morir o por quien su familia recuerda desde la tristeza, pero eso no autoriza a nadie a dar carnets del cielo para todo el mundo, sin saber que es lo que Dios, bueno y a la vez justo, ha decidido para esa persona.
Creo que son muy graves las palabras de Lucía Caram sobre este tema, pero aún me parece más lamentable que en este tiempo de confusión sobre las verdades de nuestra fe, no salga alguien con un poco de autoridad eclesial a decir que lo que ha dicho esta señora es completamente falso.
Francisco Fabra