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Benedicto XVI está salvando la librería Claret

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La emblemática librería Claret, está pasando un momento de crisis económica y de ventas terrible, lo que obligó a sus propietarios a prescindir de su histórico espacio en la calle Roger de Llúria, e iniciar una operación repliegue, trasladándola al lado del Colegio que regentan los claretianos en la calle que lleva el nombre de su fundador.
 
Atrás han quedado los tiempos gloriosos en que la librería apostó por el nacional-progresismo y no paraba de vender y vender libros, de todos los escritores y pensadores vinculados a esa tendencia. Entonces esa ideología estaba en auge y sus adeptos salían de la calle Llúria con montones de bolsas de libros y materiales variados, dejando la caja bien llena, día a día.
 
Pero como en tantas otras cosas, el nacional-progresismo fue estéril y no dejó descendencia, y cuando aquella generación envejeció o fue dejando este mundo, los habituales clientes fueron desapareciendo y eso se notó en un negocio que cada día iba a menos, si a todo ello le añadimos la caída general de todo lo que se publica en papel y el auge de lo electrónico y de internet, ya tenemos completo el problemón de esta librería.
 
Pero en medio de esa dramática situación les ha caído del cielo, nunca mejor dicho, una ayuda inesperada, la muerte de Benedicto XVI, ha hecho que muchas personas se hayan interesado por tener libros vinculados al Papa alemán, tanto los que él mismo escribió como los que hacen referencia a su vida y obra escritos por otros autores. La librería ha reconocido ese fenómeno claramente, como lo afirma uno de sus trabajadores: "Desde el momento en que se supo que había muerto, a la librería no pararon de llamar clientes preguntando por sus libros. Ahora tenemos diversas estanterías con libros suyos o que hablan de él". Esa misma persona afirma sin dudarlo que "Ratzinger es el Papa más leído".
 
Histórica foto de la libreria Claret en sus orígenes en la calle Llúria
 
Curiosa circunstancia que un Papa emérito desde hacía casi diez años, esté vendiendo libros como rosquillas, mientras que el actual, tan promocionado desde esa misma librería, no consiga el interés de los católicos. No es solo una cuestión de venta de libros, también se demuestra en los vacíos escandalosos de la Plaza de San Pedro y en muchos de los actos papales, algo que no sucedía para nada en los tiempos en que Benedicto XVI estaba al frente de la Iglesia.
 
Pero lo que más sorprende es que le esté salvando los muebles a esta librería el Papa al que tanto criticaron. Cuando fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, los claretianos se frotaban las manos cuando Ratzinger condenaba algún teólogo herético o de la Teología de la Liberación, era salir el documento vaticano y la librería ya tenía en sus vitrinas principales toda la obra del teólogo amonestado. Nunca les cayó bien, y cuando fue Papa tampoco pusieron mucho interés en su figura, todo lo contrario que con el Pontífice actual.
 
Y lo más curioso de todo es que la misma librería afirma que un libro que está haciendo estragos de ventas es el que escribieron a cuatro manos Ratzinger y Sarah, aun con dudas de como se realizó esa colaboración. El cardenal africano es visto desde el progresismo eclesial como uno de sus enemigos y no dudan en calificarlo como "opositor" al Papa Francisco, algo que tendría que matizarse muchísimo.
 
En definitiva, a los católicos actuales no les interesa para nada todos esos personajillos que tanta gloria dieron a la librería: Casaldáliga, Boff, Tamayo, Hans Küng...  o los sucedáneos que han intentado buscar en la actualidad con Forcades, Caram o Molins, sino la buena doctrina que tan bien encarnaba el anterior Pontífice, explicada con claridad y maestría.  En medio de esa confusión actual, con un Papa argentino que dispersa más que clarifica, los buenos creyentes añoran a Benedicto.
 
Quizá esa reflexión haga que la librería se vaya adaptando a lo que verdaderamente los católicos de hoy en día necesitan, no tanto por convencimiento, sino por salvar el negocio. Además, aquellos claretianos comprometidos con la causa, ya no están para muchos trotes, eso si no han dejado este mundo. Hoy en día la mentalidad de los creyentes es otra, y si alguien no lo ve o no lo quiere ver, se encamina a un inexorable suicidio, eclesial y en este caso empresarial.
 
Francisco Fabra

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