El titular no es mío, sino de Diego Lanzas que escribe en el portal hermano Infovaticana, con el que tanto tenemos en común, y que suscribo plenamente. El cardenal Omella ya ha empezado su declive como hombre fuerte de la Conferencia Episcopal Española, este viernes cumplirá 77 años, por lo que no puede estar muchos años en el candelero eclesial, por mucho que sea indiscutiblemente un hombre de confianza del Papa Francisco. Pero lo más importante es que ya ha iniciado el cuarto y último año de mandato al frente del episcopado español, que culminará el 3 de marzo de 2024.
En el seno de la Conferencia Episcopal ya se huele ese ambiente, no sólo por la proximidad del fin de etapa, sino sobre todo por la poca sintonía que hay entre el Presidente y una parte mayoritaria de sus colegas mitrados, que es cierto que lo eligieron hace tres años, pero muy presionados por las consignas que venían de Roma y que los obispos no se atrevieron a desobedecer. Pero la historia de estos años ha sido un desencuentro, en el que votación a votación siempre se ha optado por elegir para cargos y responsabilidades a personas que no son del ámbito de Omella, y eso que hay un buen número de obispos que le deben la mitra. La elección del secretario general Francisco César García Magán, auxiliar de Toledo, fue un ejemplo claro del revés que le dieron a Omella y a sus candidatos.
Omella es un hombre simpático y dicharachero, de risa y chiste fácil, pero en las distancias cortas es un hombre autoritario al que en algunos temas no le gusta que le lleven la contraria, en estos tres años que lleva al frente de la Conferencia no ha ganado nuevos adeptos, sino que ha alejado todavía más a los que nunca lo vieron un hombre tan brillante para sumar tantos cargos y poder en la Iglesia.
A todo ello hay que añadirle su obsesión por controlar los nombramientos episcopales, de forma ilegal y saltándose los protocolos, algo que no gusta al resto de los obispos y que ha enfrentado a Presidente del episcopado y Nuncio Apostólico en una batalla nunca vista en la Iglesia Española. Por mucho que la influencia de Omella en Roma es enorme, la diplomacia vaticana no puede tener a todo un Nuncio en un país importante de la catolicidad como un mero monigote para hacer bonito, así que todo esto se ha convertido en un equilibrio en el que parece que alguna batalla la gana Omella y otra Don Bernardito Auza.
Así, por ejemplo, los últimos nombramientos episcopales para España, del 3 de abril, no son para nada de la cuerda de Omella, el de arzobispo de Santiago de Compostela, está claro que está apadrinado por su antecesor Julián Barrio en la persona de su propio auxiliar, elegido por él, José Francisco Prieto. El de Alcalá, después que Omella, Arana y compañía se sacaran de encima de una forma vergonzosa a Juan Antonio Reig Pla, ha recaído en el vicario general de Córdoba, Antonio Prieto, es decir, el hombre de máxima confianza de Demetrio Fernández, uno de los obispos considerados como más conservadores del episcopado y odiado por el progresismo eclesial, sin duda una alegría enorme para el defenestrado Reig Pla. Los dos obispos auxiliares de Sevilla, en las personas de los sacerdotes de esa misma diócesis, Ramón Darío y Teodoro León está claro que son hombres de confianza del arzobispo José Ángel Saiz Meneses y que han sido pedidos por él. El ex-obispo de Terrassa, que Omella se sacó de encima para que no le hiciera sombra en Cataluña, está demostrando ser un gran arzobispo, tener peso en Roma y especialmente entre sus colegas episcopales, todo lo contrario que Omella.
Si estos nombramientos hubieran dependido de Omella, para Santiago hubiera ido el obispo franciscano gallego José Rodríguez Carballo, que había sonado para esa diócesis, y que hubiera sido un verdadero desastre. Para Alcalá hubiera ido alguien que no tuviera nada que ver con su antecesor, como hicieron en Bilbao y San Sebastián para sustituir a Iceta y Munilla, y a Saiz Meneses le hubiran negado los auxiliares que pedía, como en su tiempo le hicieron a Sistach con tantos de sus candidatos, y así hubieran frenado su progresión y su prestigio episcopal.
A Omella le han dejado ganar la batalla de su auxiliar de Barcelona, David Abadías y probablemente la de los próximos obispos catalanes con sede vacante o caducada, y así se mantiene el equilibrio en esa guerra con el Nuncio. De lo que no hay ninguna duda es que en la Conferencia Episcopal, Omella, no tiene ni mucho menos la mayoría, se han hecho nombramientos de personas cercanas al cardenal turolense, pero también continuistas en la línea anterior a su presidencia.
Lo que está claro es que Omella será el único presidente del episcopado desde la transición democrática con un sólo mandato, todos los demás repitieron en una o varias ocasiones: Tarancón, Díaz Merchán, Suquía, Rouco, Blázquez... e incluso su maestro y mentor Elías Yanes. El proceso de sucesión ya se ha iniciado, y algunos obispos tienen muchas ganas de que pase para siempre la era Omella.
Francesco Della Rovere