Resulta que un centenar largo de barceloneses acudieron el sábado pasado a la llamada que el activista Marcos Vera efectuó para un rezo del Rosario por la situación de España en la misma plaza de San Jaime. Enseguida se llenaron las redes sociales y las páginas de información nacionalistas de improperios, mofa y crítica a aquel pequeño grupo de orantes. De las reacciones del ateo, agnóstico o indiferente me da absolutamente lo mismo. Del creyente, muy minoritario, pero desproporcionadamente presente en los medios de comunicación, sí debo ocuparme, especialmente por la ya consabida doble vara de medir y ley del embudo que suele utilizar en sus torpes reacciones. Porque ahora resulta que a ese católico separatista le duele que se mezcle religión y política. Peor aún, le molesta la oración y ver a un largo de centenar de fieles, mayoritariamente jóvenes, arrodillados delante del palacio de la Generalidad.
Y estos que han saltado escandalizados eran los que colocaron banderas esteladas en las torres de los campanarios; los que usufructuaron las iglesias para esconder urnas y contar votos; los que inundaron los templos de lazos amarillos; los que incluían en cada oración de los fieles una plegaria a favor de los llamados presos políticos; en definitiva: los que realizaron la mayor intromisión política en la vida religiosa catalana. Estos ahora se escandalizan, con farisaica hipocresía, por un largo centenar de jóvenes arrodillados convocados por un activista católico. Sin el respaldo del poder político, mediático y eclesial del que ellos gozaban. Un centenar largo convocados casi por tamtam.
El Rosario fue dirigido por un joven sacerdote que ya tuvo que sufrir el linchamiento de esta tropa de fariseos, Mn. Federico Marfil Mur. Un cura, al que algunos ignorantes llaman pijo (siendo de Cornellà), al que han vuelto a poner en la diana del estercolero de las redes sociales. A él y al incansable Marcos Vera. Es su práctica favorita contra el que osa disentir en esta catalana terra. Ya pasó antes con Mn. Custodio Ballester, hasta que le llegaron a quitar la parroquia. Muerte civil para el disidente y muerte eclesiástica para el cura disidente. Las redes sociales se han convertido en un albergue de gente solitaria e inadaptada. Gente sin amigos que halla consuelo, cuando ven que alguien lee (no digamos si manda un like) su deposición. A alguno de estos especímenes tuvimos un tiempo aquí en Germinans y huyeron escandalizados con sus terribles problemas de adaptación a la vida misma.
Lo que verdaderamente me sorprende de estos fariseos catalanistas es su aversión a la oración. Especialmente al Santo Rosario. Y de rodillas. Les ofende particularmente ver postrados de hinojos al pueblo fiel. Como si fuesen seguidores de aquella Pasionaria que prefería morir de pie. Sin embargo, sucede que esos jóvenes que prefieren vivir de rodillas son los únicos jóvenes que acuden a las iglesias en Cataluña y aquellos abuelos que sostenían lazos amarillos en la basílica de Montserrat no han podido transmitir la fe a sus hijos y nietos. Quizás, por falta de oración. O de vivir de rodillas.
En casa de mis abuelos existía un grabado con la siguiente leyenda: “No hi ha res mes necessari que el res del Sant Rosari”. Siempre me quedó en la memoria. Por ello, jamás he entendido el desprecio que realizan algunos católicos a ese ejercicio devocional. En los años 80 había llegado a estar prohibido públicamente en el Seminario de Barcelona, teniendo que rezarlo muchos seminaristas en el tejado y en las buhardillas, como si estuviesen en la clandestinidad.
Se han ofendido algunos católicos porque un pequeño grupo rezaba en la plaza pública. También existen algunos católicos que se ofenden porque se proteste por la amnistía. Ellos que sacaron las cacerolas día sí y día también, que llenaron plazas y calles de pancartas, que colocaron una estelada en cada rotonda de nuestras carreteras, que llegaron a ocupar el espacio público hasta límites insospechados. Y ahora se llevan las manos a la cabeza. No se llevan bien con la libertad de expresión ni con la tolerancia hacia opiniones distintas. Y los que son católicos no han sabido transmitir la fe a sus descendientes.
Oriol Trillas