Hace tiempo que oigo comentarios sobre la salud del arzobispo emérito de Barcelona Lluís Martínez Sistach, me comentan que a sus 86 años, ha perdido mucho, tiene dificultades para andar con normalidad y a veces se le va un poco la cabeza. A estos comentarios debe añadírsele la ausencia en importantes actos diocesanos, o significativos a nivel eclesial de Cataluña, como por ejemplo la despedida de Barcelona del que fuera su secretario general y canciller, Sergi Gordo o su entrada como nuevo obispo de Tortosa.
Es evidente que el tiempo pasa inexorablemente y que todo un cardenal que estuvo al frente de una de las diócesis más grandes de la catolicidad, ahora se ve recluido en una residencia de sacerdotes ancianos, sin demasiada actividad, ya que después de su paso como arzobispo no le han quedado tantos amigos o personas que sientan un afecto sincero hacia su persona y los que verdaderamente le aprecian están mayoritariamente en su misma residencia, pues son sus compañeros de promoción sacerdotal, los que estaban algunos cursos por encima o por debajo.
También es cierto que hasta hace muy poco, el cardenal octogenario, se apuntaba a un bombardeo e iba encantado allí donde se le llamaba, ya que le encantaba poder salir de la residencia a lugares donde todavía se acordaban de él y lo invitaban para que acudiera, algo que hacía como un niño con zapatos nuevos. Todo apunta que actualmente su agenda está bastante vacía, y que su salud no es la de un chaval, pero que mantiene el deseo de seguir en activo mientras el cuerpo aguante.
Este pasado fin de semana se le ha podido ver en un acto público, organizado por el Grup Sant Jordi, ese mismo grupo que monta la Misa por los patriotas catalanes del 11 de septiembre, al frente del cual está el "comisario" Armengol, el mismo que compagina ese cargo con el de Director General de Asuntos Religiosos en el gobierno catalán en solitario de Esquerra Republicana. Podemos verlo a la izquierda de Sistach en la fotografía que encabeza este escrito. En el otro lado está otro cabecilla del nacionalprogresismo eclesial catalán, el nonagenario Pere Fábregas, el que se cargó la histórica librería religiosa La Hormiga de Oro, catalanizándola y poniéndola al servicio de los "progres" eclesiales.
Maria del Mar Albajar, abadesa de Sant Benet de Montserrat
En ese mismo acto también participó la abadesa de Sant Benet de Montserrat, el monasterio de la Forcades, se la puede ver en esta fotografía, con pantalones y ningún signo de persona consagrada y mucho menos de abadesa. Otra a la que también le gusta estar en todas las salsas, a pesar de habitar en un lugar teóricamente de clausura.
Pues a estos actos le gusta personarse el arzobispo emérito. Él se siente querido y los gerifaltes del nacionalprogresismo, contentos de tener a un cardenal de los suyos, aunque ya no tenga mando en plaza, porque con Omella la verdad es que se llevan mal, y no es de extrañar, mientras Sistach les presidía las misas del 11 de septiembre, el cardenal turolense no quiere saber nada de estas movidas claramente politizadas.
Francesco Della Rovere