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Soler Perdigó: El hombre que sí creyó en el Concilio Provincial Tarraconense

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Este pasado martes, el compañero Oriol Trillas, nos recordaba la figura del obispo Carles Soler Perdió, especialmente en su faceta como canonista y también en su paso como obispo de la complicada diócesis de Girona. Yo voy a tocar otro aspecto distinto y es su participación activísima en el Concilio Provincial Tarraconense de 1995, una experiencia para olvidar, que pasará a la historia sin pena ni gloria, pero que en su momento despertó mucho interés, y que tuvo como hombre clave al obispo ahora fallecido.
 
Soler Perdigó siempre ha querido defender el legado de aquella iniciativa, como algo muy importante, aunque la realidad ha sido otra muy distinta, él fue el secretario del Concilio, cuando era obispo auxiliar de Barcelona, y lógicamente por esa responsabilidad fue el que vivió aquello más desde dentro con todos sus entresijos, los que se vieron y los que no se vieron, que fueron muchos, nadie sabía más de aquel Concilio ni nadie se implicó tanto como él.

Es cierto que el Concilio lo convocó el arzobispo Ramon Torrella, como presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense, y como único metropolitano catalán, ya que entonces no existía la provincia eclesiástica de Barcelona, pero el "inventor" de aquella iniciativa que a muchos les cayó por sorpresa, muy pronto se dio cuenta del poco recorrido que este tendría, primero porque algunos quisieron instrumentalizarlo políticamente y segundo porque aunque él presidía era Don Ricardo Carles quien dejaría todo atado y bien atado en Roma, por lo que conociendo al entonces arzobispo de Barcelona y los aires que corrían en el Vaticano estaba claro que nada relevante ni revolucionario iba a salir de él.
 

El President Pujol y sus secuaces, quisieron que el Concilio fuera una forma de manifestar la diferenciación de la Iglesia catalana con la del resto de España, y que se pudiera trabajar la deseada independencia de la Conferencia Episcopal Catalana desligada de la de España, algo que lógicamente no se llevó a cabo, ni siquiera Torrella creía en esa posibilidad, pero el nacionalismo catalán confiaba que la vía que había abierto el obispo Antoni Deig reclamando esa independencia eclesial, llegaría a buen puerto. Como tantas veces, se equivocaron.

Como ha sucedido ahora con el Sínodo de la Sinodalidad, también salieron propuestas del todo extravagantes y los clásicos "progres" de siempre, como la ordenación de las mujeres, el celibato sacerdotal... no el tema de los homosexuales que por aquella época aún no estaba tan de moda como ahora. Entre los defensores de esa revolución eclesial se encontraba un joven sacerdote de Solsona, llamado Xavier Novell, que viendo los bandazos ideológicos que ha ido dando, no es de extrañar como ha acabado su vida.
 
Mientras Torrella se iba desinflando, Carles aguantaba el tipo como si fuera ante un puro trámite, sabiendo que cualquier infracción teológica jamás sería aprobada en Roma, el único que creyó de verdad en aquel Concilio fue Soler Perdigó, incluso después cuando los 60.000 fieles catalanes que habían participado sacrificadamente en su preparación se sintieron timados por las prácticamente nulas consecuencias prácticas de aquel evento, solo el entonces auxiliar de Barcelona, hasta su muerte defendió su validez y su importancia.
 
Con la muerte de Soler Perdigó ya sólo quedan con vida dos obispos que participaron en aquel Concilio, un ya anciano cardenal Martínez Sistach y el entonces joven obispo Joan Enric Vives, con una jubilación ya muy cercana. El tiempo pasa, las personas se van, algunas cosas quedan, pero de aquel Concilio, prácticamente no queda nada.

Francesco Della Rovere

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