Oye, mi eminentísimo amigo, el otro día, cuando el tío Caldú y sus amigotes pasaron el video de tu intervención en el Fórum Europa, no sabía dónde esconderme. Y no por lo que dijiste tú, que estaba muy bien dicho, sino por cómo le sacaron punta esos malnacidos. Con lo bien que sabes callar cuando conviene, a veces dejas que se te caliente la boca y, con la mayor inocencia, dices cosas llenas de razón y de sentido común, que lanzan contra ti como si hubieses pronunciado alguna herejía. Ahí tienes tu posición respecto a la negra amnistía de Sánchez, con la que evidentemente estás plenamente de acuerdo: tanto, que impusiste tu posición a toda la Conferencia Episcopal. Pero prudentemente te callaste, no has dicho ni mu al respecto, y dejaste que fuera el Secretario General el que soltara por su boca la posición de Sánchez y la tuya: lo del clima de amistad civil y fraternidad. ¡Oh!
Por mi parte creo que estuviste sublime en el desayuno informativo. Preguntado por la participación de grupos de católicos que acuden a protestar ante la sede socialista y rezan para poner fin al gobierno de Pedro Sánchez, respondiste con excelente elocuencia: Yo qué sé lo que pide cada persona en su conciencia;allá ellos en sus grupos (“¡Que les den!” dijo Caldú, poniéndolo en tus labios), nosotros no controlamos las personas (como hace el gobierno con los antidisturbios que los canean), nosotros lo que queremos siempre es trabajar codo a codo por el bien común si nos dejan y si cuentan con nosotros (Ay, sí, ojalá nos lo permitan, Juanjo. Son tan majetes, ¡mira lo bien que se portaron con las inmatriculaciones!), pero nosotros no vamos a hacer batallas políticas ni batallas para hacer caer gobiernos". Obviamente, ni puedes ni debes, que los poderes del país han de dar la apariencia de que se llevan bien entre ellos, y de que saben tratarse con educación aunque luego no se traguen. Y eso sabes hacerlo de maravilla: pero ya ves la que te lían cuando dices lo que piensas y explicas bonachonamente lo que haces.
Aunque yo, cojo de pierna, pero no de mente, manifesté públicamente mi apoyo a esas palabras tan atinadas, el tío Caldú me cortó en seco: “A ver, a ver, ¿lo que tú quieres decir, bueno, lo que dice nuestro cardenalico, es que hay que trabajar codo con codo con el peor gobierno de la historia de España? ¿Estás diciendo que nuestra Eminencia hace muy bien tendiendo puentes para transitar confortablemente con el mismo que ha destruido el orden jurídico, el mismo que ha implementado el cambio de sexo para los niños y adolescentes, la eutanasia para los enfermos crónicos y la promoción subvencionada del lobby homosexual, el mismo que, arrasando con la nupcialidad, ha destruido la natalidad? ¿Que con esos mismos canallas hay que crear puentes y destruir muros? ¿Acaso se piensa ese gachó que nos chupamos todos el dedo? Bueno, y para colmo, lo de la amnistía. No lo dijo él, pero se lo hizo decir a Argüello”. No pude replicarle, porque tenía más razón que un santo, aunque tire más a demonio.
Siguió el debate bien acalorado. Después de esa filípica del tío Caldú, se animó Aurelio, el practicante, a favor tuyo, claro está. Recordó que tu estilo es evitar siempre cualquier confrontación pública, tanto más cuando todos damos la batalla religiosa y cultural por perdida. Y no puede ser de otro modo, si queremos conservar el 0,7 de IRPF y además los conciertos de las escuelas “cristianas”. El bueno de Juan José -decía el enfermero con su mejor acento- piensa que la Iglesia ya no puede ser una presencia crítica o una instancia moral discordante frente al sistema, si quiere sobrevivir con los pírricos privilegios que todavía les quedan a él y a la Iglesia.
Pero aún no habían llegado al meollo de la cuestión. Cuando salió eso de que tú no podías ponerte del lado de los que rezan el rosario en público ante la sede del PSOE, al tío Caldú se lo llevaron los demonios. Se puso entonces colorao como un tomate para afirmar, a voz en grito, que era indigno y vergonzoso que el más alto representante de la Iglesia en España se desmarcara con desprecio de aquellos que rezan el rosario en público. En vez de ponerse al lado de éstos que, al fin y al cabo, son de los suyos, o callarse al menos, los critica sin rubor y sin miramientos, dando a entender que los considera más peligrosos que a los mismos políticos que han emponzoñado la nación y corrompido a la infancia con sus cochinas perversiones.
El problema, mi queridísimo cardenal, es que las monsergas de Caldú hacen mella en tus paisanos, y se va enfriando yo diría que a marchas forzadas, el inicial entusiasmo que les hizo subir el orgullo de su patria chica cuando te elevaron a la más alta dignidad de la Iglesia. Lo de levantarte un monumento junto a nuestro insigne Nicanor Vilalta en Cretas o la propuesta popular de dedicarte una plaza o una calle importante en Calanda para perpetuar tu memoria, ha quedado en el olvido. Ya nadie sabe de la comisión que se organizó para llevar a buen término esas iniciativas. El tío Caldú está mermando seriamente el número de tus adictos.
Y no veas cómo se creció al escuchar esas palabras tuyas, dice el tío que en defensa de Pedro Sánchez. Unas palabras que te salieron del corazón, condenando el uso del rosario como arma arrojadiza contra los enemigos políticos. Nosotros no vamos a hacer batallas políticas ni batallas para hacer caer gobiernos, dijiste, y muy bien dicho. Quien quiso, te entendió perfectamente. Pero el tío Caldú está muy radicalizado, es un faccioso. Quiso entender que estás a favor de Pedro Sánchez y contra el rezo del rosario, y que hiciste lo que pudiste para echarle un cable en un momento tan apurado. Un momento en que, hasta algunos de los tuyos (de los obispos, quiero decir) se han posicionado inequívocamente (eso sí, a título personal, que la Conferencia Episcopal anda por otros vericuetos) contra la amnistía directamente y contra Sánchez indirectamente. No se lo tengas en cuenta, Juanjo amigo. El tío Caldú no comprende que eres un visionario que va más allá de aquellas apariencias que pueden contemplar nuestros vidriosos ojos, para fijarse en ese futuro por el que debes velar, ese futuro glorioso donde el lobo pacerá junto al cabrito.
Gracias, Juan José, por evitar esa crispación social a la que nos someten esos curas de sotana y trabuco que quieren romper la baraja y laminar la convivencia so capa de defender la doctrina católica y rezar el rosario en público. Tú ni caso. Hay cosas más importantes y prioritarias a las que atender. A las llamadas de Félix Bolaños, por ejemplo, con el que asegura Caldú que estás a partir un piñón. Tu explicación fue: Hablamos con toda sinceridad y tranquilidad, y no he percibido en ningún momento una aversión a esos acuerdos o a los conciertos (en los colegios “católicos”). Sí que quieren -lo reconoces- que los acuerdos con la Iglesia tengan en cuenta las normativas del Ministerio de Educación (ideología de género, adoctrinamiento pornosexual, cambio de sexo inducido), dejando clara una tesis: "No a la estatalización de la educación". Ya ves lo que quieren incluir en los acuerdos de la Iglesia con el Gobierno: diametralmente opuesto a la doctrina y a la tradición cristiana de nuestro pueblo.
Ay, Juanjo, la verdad es que nadie en Calanda sabe cómo te lo vas a hacer. No quieres la estatalización de la educación y vas a seguir las directrices del Ministerio. Dices una cosa buena buenísima, pero acabarás, si no quieres conflicto (que es evidente que no lo quieres), haciendo exactamente la contraria. Y lo sabes. Ya vienes haciéndolo: qué poco cristianas parecen ya las escuelas “cristianas” que presides. Las ordas LGTBI+, enviadas por tus amigos del gobierno (¿por quién, si no? Tus envidiosos difamadores se hacen lenguas de tu amistad con Bolaños), ya van tomando posiciones en tus colegios. Sí, sí, ya han metido la patita en las escuelas cristianas. Pero claro, no puedes levantar la voz, no es prudente. El destrozo sería tremendo. La prudencia guía tus pasos. Lástima tu desliz con lo del rosario. Claro que el papa Francisco estará plenamente de acuerdo contigo y te animará a seguir así. Pero estás en el cráter de un volcán en erupción. Pero tú, como buen aragonés, erre que erre a derribar muros y construir puentes.
El Cojo de Calanda