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SERGI GORDO: “HASTA LA MUERTE”

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El obispo de Tortosa se ha caracterizado últimamente por mostrarse bastante esquivo con aquellos que quieren entrevistarse con él. Su agenda se eterniza inexplicablemente y las visitas pendientes se alargan sine díe.
Sin embargo, se ha prodigado extrañamente en una amplia entrevista para la Agencia Flama   en la que el bueno de Sergi se lía la manta a la cabeza y afirma ufano con un muy impostado tono de sinceridad: “Deseo ser obispo de Tortosa hasta el día de mi muerte”. Inmediatamente, para no parecer demasiado grandilocuente, matiza cuasi asustado de su propio radicalismo: ¨Si Dios quiere”, porque -dice- tenemos “que estar a disposición de las decisiones que pueda tener el Papa”. Como no podía ser menos, claro está, y más teniendo en cuenta que el último que murió en el ejercicio de su ministerio pastoral en Tortosa fue D. Félix Bilbao en 1943. También Manuel Moll, el antecesor del cardenal Carles falleció como obispo emérito hace más de 50 años. Desde entonces, ningún obispo ha dado con sus huesos en la catedral de Tortosa. Por ello, tal como soplan ahora los vientos eclesiales, se nos antoja harto difícil que la prometedora carrera de Sergi acabe a orillas de nuestro queridísimoEbro. 
Manuel Moll Salord, último obispo enterrado en Tortosa
Sergi Gordo afirma que vive su misión episcopal “sin angustia y con mucha esperanza” en una diócesis extensísima con apenas 50 sacerdotes -bastante mayores- en servicio activo. Por eso, no tiene más remedio que reconocer que “el mayor desafío es el de la falta de vocaciones en el ministerio ordenado, aunque a la vez vea, sobre todo en el laicado, un entusiasmo y un compromiso en este nuevo momento sinodal que estamos viviendo”. Lo que no queda claro es qué tipo de compensación a la falta de vocaciones supone ese presunto entusiasmo laical. Si de verdad lo hubiese, no faltarían los seminaristas en la depauperada Tortosa. 
Sorprende también que el prelado tortosino afirme que “nos convienen nuevas vocaciones para poder guiar a las comunidades cristianas”, pero matiza de nuevo: “sin que la Iglesia caiga en el clericalismo y con una corresponsabilidad diferenciada con todos sus integrantes”. Como frase hecha, magnífica. En la línea del sí pero no del papa Francisco o del rector del Seminario de Barcelona, Salvador Bacardit, que vive la angustia de que los seminaristas proceden en su mayor parte de la fachosfera, aunque espera “reconducirlos” según las directrices pontificias.
Y sobre ese “Curso Introductorio” que deberán cursar en común todos los seminaristas de Cataluña, Sergi no tiene más remedio que confesar que “de nuestra diócesis, este año no habrá ninguno de nuevo seminarista”, y para suavizar el evidente descalabro manifiesta: “pero tenemos cinco vocacionados que aún no empezarán este año su proceso de encaminamiento al sacerdocio”. Ciertamente, el que no se consuela es porque no quiere. Y el obispo conoce bien el destino de aquellos “vocacionados”, que vegetaron a la sombra de mosén Mansilla en las instalaciones del Seminario de Barcelona durante decenios, con unos resultados en general decepcionantes.
Con respecto al ámbito político, el periodista de Flama le habla, citando a Mons. Planellas, de la “normalidad democrática” que representa la elección de Salvador Illa, el confidente de Juan José Omella durante el confinamiento, como presidente de la Generalidad. Sergi contesta muy ufano:Un obispo debe ser el obispo de todos, es decir, de todos los cristianos que existen en todas las opciones políticas, excepto aquellas que están en contra del Evangelio”. Hombre, muy bien, pero no ha tenido en cuenta que están prácticamente todas en contra de la moral del Evangelio. Por eso, intentando envaselinar la afirmación, dice: “El obispo, ante ello, tiene una misión de comunión y de estar al servicio de los representantes elegidos democráticamente en cada una de las instituciones democráticas, en Cataluña y en la Comunidad Valenciana, donde nuestra diócesis también tiene presencia”. Y sigue envalentonado: La Iglesia pide a los políticos un respeto —que está ahí— (¿dónde?) por la institución eclesial y que, quienes lo deseen, (¿quiénes?, ¿hay todavía alguno?) pongan de relieve el humanismo cristiano que debe moverlos en su compromiso político. Desde la sana autonomía del ámbito político, la Iglesia contribuirá en todo aquello que beneficie al bien común. 
En fin, Sergi describe al obispo como el apuntalador del “sistema democrático”, ese que implementa las políticas abortistas, de género y de blanqueo LGTBI. Esa, según él, es la sana autonomía de la política a la que se refiere con todo lo que representa un “bien común”, que hace tiempo que ha dejado de existir en manos de una élite política corrupta y degenerada, de la cual -dice- que está a su servicio. Triste servicio, pues.
Santi Martínez Alonso
Luego, la referencia a los curas divos de la diócesis, provocada por el periodista, no tiene desperdicio. Por un lado, la airada protesta de los vecinos de Masdenverge, desencantados por la despedida de Santi Martínez Alonso (el cura más joven de España y el más simpático) a causa de su nuevo destino.  Tanto Sergi como el tal Santi, risueño donde los haya, se muestran dispuestos a visitarse y dialogarse sin freno de ningún tipo. Ojalá los que esperan la visita del obispo de Tortosa (muchísimos  curas están en esa situación) tengan la misma suerte.
Tampoco podía faltar en la entrevista el minutante Jordi Bertomeu a cuenta de los abusos a menores, que parece que haya dado por bueno que sólo existen en la Iglesia pues, con su inestimable colaboración, no se habla más que de éstos. Transparencia, colaboración con las autoridades civiles (las mismas que encubrieron la pedofilia del marido de Mónica Oltra), colaborar con la Santa Sede (caso McCarrick, Ricca, Zanchetta), espacios seguros y prevención (¿dónde?, ¿en el “mariconeo” de los seminarios?) Argumentario vaticano en estado puro. 
Sin embargo, la bertomeufilia del bueno de Sergi parece no tener parangón: Ha ayudado mucho al papa. Es inmensamente competente en su complicada tarea (que pregunten en Bolivia y en Chile), absolutamente abnegado (su cara de sufrimiento le precede): “Gracias a su ayuda -afirma el obispo-, la diócesis de Tortosa puede echar una mano en esta lastimosa lacra que vivimos”. En fin, que al minutante no le hace falta abuela teniendo al Sr. Obispo de su parte. Catapultado por Javier Salinas (finiquitado obispo de Mallorca) a cuenta de un favor, protegido por D. Enrique Benavent  y ahora por Sergi Gordo, Bertomeu se perfila cada vez más no como candidato a sucederle en la sede tortosina (no creo que eso le gustase), sino como un bendecido curial que, entre viaje y viaje, irá construyendo un impostado prestigio mediático, para acceder a esa élite eclesiástica que, con la sotana filetata de Barbiconi y una bonita faja colorada, paseando ufana por la via Conciliazione, aspira a regir el futuro de la Iglesia.
Tal vez, precisamente por todo esto, Sergi Gordo, siguiendo los consejos de aquel que le ordenó obispo, todavía no ha deshecho las maletas. Para poner los pies en polvorosa, siempre hay que estar preparado. En cualquier caso, Sergi factus est oboediens usque ad mortem, se ha hecho obediente hasta la muerte, propter quod et papa exaltabit illum, por lo cual el papa le exaltará. Eso espera.
Lluís Llagostera

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