Una de las actuaciones reciente más contundentes de la Iglesia en Cataluña, ha sido la extinción de la asociación de fieles Seminari del Poble de Déu, y la suspensión de sus sacerdotes y diáconos para ejercer sus funciones ministeriales, esa suspensión se ha visto confirmada por la sentencia que se ha conocido hace pocos días por parte del Tribunal eclesiástico que la diócesis de Vic constituyó para este caso y que ha resuelto condenar a sus principales dirigentes, concretamente 17 eclesiásticos y dos laicas. De esta manera los miembros ordenados condenados no podrán ejercer sus funciones, algo que ya ocurría hasta el momento presente de forma cautelar, pero ahora ya con sentencia firme, a pesar de que algunos de ellos han anunciado recurso contra la decisión del Tribunal.
Todo el mundo ha especulado sobre cuales podrían ser las causas de semejante persecución sin cuartel contra esa institución, se ha pensado en posibles delitos muy graves, pero finalmente al saberse la sentencia más de uno se ha quedado desconcertado al ver que los motivos aparentemente no lo eran tanto. La sentencia acusa a los condenados de practicar un pseudomisticismo no acorde con la doctrina de la Iglesia. También se acusa a algunos de los acusados de delitos de abuso del cargo y de omisión de vigilancia.
Los sacerdotes condenados y suspendidos no tenían mala fama entre sus feligreses más bien todo lo contrario, tampoco entre sus obispos que les dieron importantes responsabilidades pastorales, tanto a nivel de cargos diocesanos como de confianza en algunas de las más emblemáticas parroquias. No ha habido quejas por parte de los fieles de enseñar doctrinas ajenas a las oficiales de la Iglesia, tampoco denuncias por actitudes morales reprobables. Entonces cuesta de entender tanta inquina contra ellos, solo entendible con la manera de actuar del cardenal Omella, que cuando pone el ojo en algo que quiera cargarse no hay nadie ni nada que pueda echarle para atrás.
La buena imagen pública que tenía el Seminari del Poble de Déu, contrasta con la declaración de algunos de sus ex-miembros, que denunciaron a sus antiguos compañeros, algo que ha sucedido montones de veces con quien abandona una institución por no estar contento en como iban las cosas. Parece que Omella creyó esa versión y encargó una comisión de investigación sobre posibles irregularidades. No se encontraron casos de abusos sexuales o de desviación de dinero, tan solo posiciones que teológicamente no se ajustarían a la doctrina de la Iglesia. Omella que no es para nada ni teólogo ni canonista, encarga la misión al entonces decano de la Facultad de Teología de Cataluña Joan Planellas, que encuentra en el "pseudomisticismo" un argumento para considerar a la institución estar fuera de lo que defiende la Iglesia. La misión tenía premio, y el teólogo inquisidor acabó siendo arzobispo de Tarragona, en uno de los nombramientos más calamitosos que hay que atribuir a Omella y si no que se lo digan al clero y a los fieles tarraconenses.
Sorprende tanta contundencia por esto, cuando además hay infinidad de casos de enseñanzas new age, eneagrama y foucusing... a las que nadie echa mano y tan poca por situaciones de abusos sexuales a menores, en los que Omella siempre ha escurrido el bulto como se ha demostrado en el caso reciente del párroco de la Virgen de Montserrat de Barcelona. No se ha dado la posibilidad de reconducir al grupo, de nombrar un delegado que vigilara para que no se difundieran ideas supuestamente "heréticas", no se ha distinguido entre el clero acusado, porque se supone que no todos tienen el mismo grado de culpabilidad.
Todo lo contrario con lo que se hizo y se sigue haciendo con la Casa de Santiago, donde allí si que hubo abusos a menores y enseñanzas de una doctrina en la que se decía que el sexo homosexual y heterosexual era bueno en cualquier circunstancia y además querido por Dios. Algunos de sus sacerdotes siguen ejerciendo y han tenido cargos importantes en la diócesis hasta que ya por edad los han tenido que dejar. El mismo Omella ha tenido que tragarse dos casos de miembros abusadores en su pontificado, el que fuera párroco de la iglesia de Sant Isidoro, Josep Lluís Fernández Padró, del que la misma diócesis confirmó los abusos a menores, y el de Josep Santacana al que el mismo cardenal nombró párroco de Sant Martí del Clot sin haber pedido sus antecedentes en los que se encontraban también abusos a menores.
Esta doble vara de medir, tan habitual en mandatarios eclesiales como Omella, hace que el actual arzobispo de Barcelona puede que no tenga un final de pontificado tan plácido como él tenía previsto. Esos abusos de poder y ese mirar para otro lado en cuestiones graves, no puede quedar siempre incólume, en algunas ocasiones se acaba pagando.
Pietro Romano