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La descristianización de los pueblos catalanes

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Si alguien volviese hoy a uno de los pueblos de la Cataluña interior, después de una ausencia de unos veinticinco años, tendría que fregarse los ojos, ya que no podría creerse lo que está viendo. Alrededor de los últimos cinco lustros, la secularización ha avanzado de una forma galopante y vertiginosa. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que hoy en día nos encontramos con la paradoja de que la religiosidad católica se halla mucho más vigorosa en las ciudades que en las pequeñas poblaciones de la Cataluña profunda. 

Ya hacía tiempo que habían desaparecido los rosarios, novenas, procesiones, centros de acción católica, congregaciones marianas, colas en los confesionarios, parroquias atendidas por rector y vicario, pero una determinada inercia mantenía viva la fe en el interior del Principado. Al menos, la asistencia a la misa dominical era nutrida, los bautismos y las primeras comuniones gozaban de buena salud y el matrimonio canónico era la norma entre las parejas que se unían en nupcias. Hoy en día, la asistencia a misa reúne a un 5% del pueblo, con la ausencia clamorosa de jóvenes y niños, las primeras comuniones acogen a unos 8 o 10 niños, como máximo, en pueblos de 2.000-3.000 habitantes. El matrimonio civil o el simple concubinato representan la más común de las costumbres, mientras que el matrimonio religioso se ha convertido en la verdadera excepción.

Y no es culpa de los sacerdotes. En la mayor parte de las ocasiones tienen que atender a tres, cuatro o cinco parroquias, dominadas todas ellas por un Consejo Parroquial que se considera el propietario de la finca, reacio a cualquier cambio, que quiere seguir tejiendo y destejiendo a su antojo, como si nada hubiese variado en estos últimos años. Pero no se dan cuenta de que el problema no es la falta de curas, sino la falta de feligreses. ¡Qué parroquias van a atenderse en los próximos años, cuando vayan despareciendo los fieles actuales y no haya recambio! ¡Cómo se van a atender esas parroquias, en las que actualmente no van matrimonios jóvenes, ni tan siquiera de mediana edad! Parece una predicción orwelliana, pero estamos ante un mundo que se acaba, si Dios no lo remedia. 
En los pueblos es muy fácil seguir y engancharse a la masa. Católicos hasta el tuétano hasta hace 40 años, progresistas convencidos con posterioridad, hoy se han rendido a ese universo que contemplan cada día y que se visualiza en la esteladas que se exhiben en sus campanarios o en todas y cada una de las rotondas de sus carreteras. El altar de los dioses siempre está ocupado. El dios-nación ha venido a sustituir al Dios verdadero, sin ambages y con plena solución de continuidad.

Otro problema, aparte de los funestos y gerontocráticos consejos parroquiales, es la exclusiva utilización de la lengua catalana en las celebraciones religiosas. Probablemente sea el factor que explica que la caída sea más alarmante en los pueblos que en las ciudades. Es un hecho indiscutible y fácilmente comprobable que las misas en castellano se llenan mucho más que las que se celebran en catalán. No sólo en las grandes ciudades y en el área metropolitana de Barcelona, donde el castellano-parlante es mayoritario, sino que también se puede observar en las villas costeras de la provincia de Tarragona. En las de Gerona resulta imposible: el castellano está absolutamente erradicado, con los lacerantes resultados que todo el mundo conoce.

Y es que ese monocultivo del catalán a quien más aleja es a la inmigración latino-americana, que se ha convertido en la verdadera cantera de las parroquias de Barcelona y sus alrededores. Mayormente son ellos los que aportan niños y jóvenes a nuestros templos. Les une con nosotros el idioma español. Despreciarlos, por el mero hecho de querer preservar una determinada y supuesta identidad lingüística, no hace otra cosa que alejarlos, mientras evangelistas y demás corrientes protestantes se prestan a captarlos, sin que en ningún caso se les ocurra predicarles en una lengua que no es la suya.

Tenemos un gravísimo problema en la Cataluña interior. Y lo más grave es que quien no quiere verlo va ser quien va a pagar sus mayores consecuencias. 

Oriolt

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