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Crisis sacerdotal en Cataluña: Apaños y remiendos, no auténticas soluciones

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Encuentro sacerdotal en el Real Monasterio de Santa María de Poblet (2013)
La penuria de sacerdotes es hoy en día un dato indiscutible en todos los países de Europa Occidental, resultado de la situación en que se encuentra la Iglesia Católica. Es un hecho que cada vez hay menos ordenaciones y que la tendencia, si no se pone solución, va a más y se mantendrá en los próximos años. La escasez actual de sacerdotes ha empujado a la Iglesia, en algunas diócesis de Cataluña, a nombrar asistentes pastorales y diáconos permanentes; pero no se oyen voces que respondan a la cuestión de saber por qué la Iglesia tiene necesidad de sacerdotes.
El escaso número de seminaristas y consecuentemente de ordenaciones y el aumento de decesos de sacerdotes diocesanos, son los dos factores que principalmente influyen en la evolución numérica del clero diocesano en Cataluña. Los sacerdotes que mueren son cuatro veces más que los que se ordenan. La pirámide de edades de los sacerdotes diocesanos juega un papel esencial para pronosticar la evolución de los efectivos ministeriales en Cataluña. Queda patente un neto envejecimiento: uno de cada dos sacerdotes diocesanos ha superado la edad de jubilación. El envejecimiento más notable se registra en las diócesis de Urgel, Solsona, Vic, Lérida y Gerona. Las tres diócesis de la conurbación barcelonesa (Barcelona, Terrassa y Sant Feliu de Llobregat) así como las de Tarragona y Tortosa, a pesar de resentirse de la falta de clero, no presentan datos tan profundadamente angustiosos. Hasta aquí los datos.
Pero lanzarnos a considerar la evolución del número de sacerdotes diocesanos en las diócesis catalanas por ella misma, sin proceder a una reflexión sobre los cambios profundos que ha conocido el contexto religioso y social en nuestra tierra durante estos últimos cincuenta años, nos expondría a una mirada unilateral sobre la realidad.  Sin embargo, analizar las causas únicamente bajo el prisma de la sociología pastoral, como hacen algunos obispos, no es suficiente. Existen buenas razones para comprender que el debilitamiento en el relevo sacerdotal se encuentra estrechamente ligado a las mutaciones que se han producido en la sociedad y en la Iglesia en general durante el transcurso de las últimas décadas. No es un fenómeno que responda a una única causa. Analizo algunos factores posibles. En concreto ocho: 

  1. La desintegración del ambiente católico: en el curso de los últimos decenios, Cataluña se ha convertido en una sociedad pluriconfesional debido a la inmigración de un número considerable de personas con otras convicciones religiosas; y consecuentemente la Iglesia ha sido privada de una base importante para el reclutamiento sacerdotal. Añadamos a eso que cada vez más individuos se sienten libres de seguir su propio camino en materia religiosa, y un buen número de personas conducen su vida sin dejarse influenciar por la religión. El movimiento ecuménico, que tiende a una desconfesionalización, no es extraño a este desmoronamiento del ambiente eclesial.

  1. Menos familias numerosas: Con la disminución de los nacimientos, el deseo de que uno de los hijos sea sacerdote o entre en una orden religiosa, ha disminuido entre los padres católicos. Además en la percepción moderna de la libre elección consentida -al menos en una gran medida- de la profesión, ha hecho que la mayoría de gente haya arrinconado la idea de que Dios haya predestinado a una persona para  una profesión.

  1. El sacerdote es sólo uno más: El sacerdote católico se ha visto privado de su estatus para convertirse únicamente en un proveedor de sentido de la vida entre otros, en el mercado cada día más vasto de interpretaciones religiosas y seculares del mundo y de la vida. El abandono del latín en provecho de las lenguas vernáculas ha permitido un acceso al saber religioso: en particular, en el marco de la celebración de los ritos. Esto conduce a pensar que vendrá el día en que los responsables de las parroquias se confundirán con los sacerdotes, ejerciendo cada vez más funciones en ese ámbito. En muchos lugares es sólo cuestión de tiempo.

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  1. El ministerio está en crisis: A ello contribuye la cada vez menor credibilidad de los responsables eclesiales (obispos, sacerdotes…) Además una de las razones de la crisis reside en el errático estatus reservado al sacerdocio en el seno de la Iglesia por los textos del Vaticano II. A menudo el que preside y estimula esa trivialización del ministerio sacerdotal, es el mismo sacerdote; y no pocas veces es lo que le han imbuido en el seminario.

  1. El analfabetismo religioso: los cambios operados en el seno de la sociedad se reflejan en el fuerte retroceso de la práctica religiosa. Un analfabetismo religioso creciente especialmente entre las jóvenes generaciones. Esta es la razón por la que el número de los jóvenes y los adultos unidos a la vida de la Iglesia, se reduce dolorosa y vertiginosamente. La Iglesia no consigue suscitar vocaciones en el seno de una población en la que no para de crecer el número de personas que jamás se ha visto beneficiada de una socialización religiosa en su infancia.

  1. La ausencia de modelo: Los candidatos potenciales al presbiterado necesitan modelos. Un clero envejecido y algunos contactos esporádicos con sacerdotes activos, no son muy propicios para suscitar entusiasmo para la entrega y dedicación de toda la vida al ministerio. Por otra parte, el hecho de la precariedad de su papel, que en cierto modo es suplantado o complementado por los laicos que ejercen de agentes pastorales en las parroquias y por los diáconos permanentes, actúan como freno para quienes se sienten llamados al ministerio sacerdotal. Un ministerio cada vez más diluido entre la gran variedad de co-sacerdotes y co-sacerdotisas en cuyas manos está el culto católico.  

  1. C:\Users\FRANSESC\Desktop\chartes61.jpgLa contradicción con la vida moderna: empezando por la vida moderna de muchos sacerdotes. Existe un dilema fundamental para el sacerdote de hoy en día. Este encarna una tradición específica que se encuentra en cierta medida en contradicción con la vida moderna. Continuamente se debate entre los ideales de la Iglesia (con la tensión entre los ideales de clásicos y los modernizadores) y las necesidades y deseos de los creyentes. Día tras día tiene que hacer un ejercicio de equilibrismo entre la fe y el mundo, lo que provoca que el ministerio sacerdotal pierda cada vez más su atractivo.

  1. La cuestión del celibato: El celibato va en contra de las tendencias de la sociedad. Implica no sólo la obligación de renunciar al matrimonio, sino de dedicarse por completo a Dios y  a la Iglesia. La renuncia voluntaria a la vida sexual y a la pareja (con la reivindicación también dentro de la iglesia de las nuevas formas)  es sospechosa a los ojos de muchas personas y puesta en entredicho.
Evidentemente todo esto debiera constituir un hermoso desafío para obispos, sacerdotes y fieles. Y si bien es cierto que vistos los cambios sociales y las circunstancias eclesiales no pueden perpetuarse modelos de solución netamente obsoletos, sí que es necesario salvar y volver a proponer fragmentos del pasado. Hay que volver a examinar las ruinas del edificio de la Iglesia y recuperar elementos brillantemente positivos de antaño. Hay que fijarse en el presente, sí; pero volver a la herencia que había sido abandonada y darle nuevas posibilidades para hoy día. Por otra parte los obispos no pueden rezar por las vocaciones y llevar a cabo actos susceptibles de destruir esas mismas vocaciones. La deserción de los creyentes, de los que somos responsables, pesa sobre nuestros hombros. Tenemos que trabajar sin descanso por una Iglesia que goce de credibilidad. Y contar siempre con toda esa suerte de acontecimientos tanto negativos como positivos que en todo orden afectan y afectarán a la Iglesia en el futuro. Hay que darlos por descontado como en las Bolsas y mercados financieros.
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El obispo de Raleigh con sus 21 seminaristas diocesanos
En este estado de cosas, los obispos y los sacerdotes deben abandonar todos los complejos para llevar a cabo la experiencia de la Tradición, que hizo nacer un gran número de vocaciones y no pensar que son cosas del pasado. Las diócesis, como la de Raleigh en Carolina del Norte (Estados Unidos), que vuelven a una orientación más tradicional, son las que tienen más vocaciones. Y sólo cuenta con 250.000 católicos registrados.
La jerarquía y buena parte del clero deben arrinconar ese horrible lenguaje frío y tecnocrático al que nos tienen acostumbrados y presentar la vocación sacerdotal como un testimonio de Cristo y de fidelidad al Evangelio, sí; pero también aceptar aquello que la Iglesia reconoció como suyo y que fue relegado al olvido. Aceptarlo como un regalo para los tiempos presentes y futuros que puede hacer cambiar la situación. De otro modo, que se olviden de primaveras eclesiales. Con o sin Francisco. 

Prudentius de Bárcino

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