Cuenta Albert Boadella que su genial Ubú President fue superado por la realidad de la confesión de Jordi Pujol, pero si el autor teatral catalán hubiese ideado una obra sobre el Procés también se habría quedado corto. Seguro que habría introducido un sketch sobre la presencia de un supuesto representante del Vaticano apoyando la independencia catalana. No obstante, una vez más, la realidad habría superado la ficción. Ni la más mordaz de las sátiras podía imaginar a un minutante polaco de la Congregación de la Doctrina de la Fe entrevistado por Mónica Terribas, el cual, a los pocos días, se confiesa homosexual, presenta a su novio, funcionario de la Generalitat de Cataluña, y es expulsado sin contemplaciones y por la vía rápida de su modesto cargo en la Santa Sede.
La bufonada no ha podido ser mayor. Resulta que Cris el minutante no sólo no era el importante cargo de la curia romana que defendía el derecho a la independencia, sino que únicamente se mostraba a favor de la misma porque su novio era un furibundo independentista catalán. Cuestiones de amor y no de derecho. Ahora resulta que a la supuestamente sabia Mónica Terribas le colaron el notición de que un representante del Vaticano avalaba el proceso independentista catalán, cuando ese representante vaticano no era más que uno de los 47 minutantes de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo conocimiento de Cataluña se limitaba a que se había enamorado rabiosamente de un independentista catalán.
La culpa fue de Edu. De Eduard Planas, el novio de Cris, que se ha presentado este fin de semana a bombo y platillo. El independentismo de Cris era cuestión de alcoba. Con el entusiasmo que había sido recibido en las redes sociales del nacionalismo eclesial. Con el comisario Armengol y sus Cristians per la Independència botando de alegría. Con el ingenuo de Josep Torrens de Església Plural manifestando que eran unas declaraciones muy importantes. Con el padre de la Terribas publicando en Twitter que conocía al minutante y era un teólogo muy importante. Incluso con el pretendidamente sagaz Enric Juliana mentándolo en un artículo sobre la Iglesia y el Procés.
Si es que en el fondo son unos pardillos. Llevan cuatro años suspirando por un apoyo de Roma y cuando logran uno, modestísimo, resulta que no pasa un mes que lo expulsan inmisericordemente de los organismos vaticanos. Han hecho caso omiso a las declaraciones del papa Francisco de que “el independentismo catalán hay que tomarlo con muchas pinzas”. No se han enterado de que el propio Vaticano no está designando ningún obispo catalán y sigue cubriendo las vacantes episcopales (Tortosa y Lérida) con prelados valencianos. Manipulan los escritos de los papas, hasta llegar a la zafia manipulación de incorporar una foto del actual pontífice en sus pasquines. ¡Con la simpatía que le produce esto al Papa! Pero ellos siguen erre que erre en un mundo ideal. ¡El mon ens mira!, dicen. Como si el Papa antes de ir a celebrar misa a Santa Marta se conectase cada mañana al Ara y al El Punt-Avui. Si el único que les ha mirado con simpatía era un minutante polaco enamorado perdidamente de un independentista catalán. Tan perdidamente que ha comprometido su cargo y probablemente su sacerdocio.
Porque esta es otra. Al pobre Cris Cataluña se le ha quedado pequeña en menos de un mes. Sea por su afán de notoriedad o por las locuras del enamoramiento, ha decidido presentarse como paladín del homosexualismo en la Iglesia. ¡Y el día antes de que se iniciase el Sínodo! Esa sí que es una determinación audaz y no la del independentismo catalán. Ahora lo conoce todo el mundo y es portada en todos los periódicos. Ahora comprueba la levedad e insignificancia de una entrevista con Mónica Terribas. La que ha liado Edu.
Oriolt
La bufonada no ha podido ser mayor. Resulta que Cris el minutante no sólo no era el importante cargo de la curia romana que defendía el derecho a la independencia, sino que únicamente se mostraba a favor de la misma porque su novio era un furibundo independentista catalán. Cuestiones de amor y no de derecho. Ahora resulta que a la supuestamente sabia Mónica Terribas le colaron el notición de que un representante del Vaticano avalaba el proceso independentista catalán, cuando ese representante vaticano no era más que uno de los 47 minutantes de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo conocimiento de Cataluña se limitaba a que se había enamorado rabiosamente de un independentista catalán.
Si es que en el fondo son unos pardillos. Llevan cuatro años suspirando por un apoyo de Roma y cuando logran uno, modestísimo, resulta que no pasa un mes que lo expulsan inmisericordemente de los organismos vaticanos. Han hecho caso omiso a las declaraciones del papa Francisco de que “el independentismo catalán hay que tomarlo con muchas pinzas”. No se han enterado de que el propio Vaticano no está designando ningún obispo catalán y sigue cubriendo las vacantes episcopales (Tortosa y Lérida) con prelados valencianos. Manipulan los escritos de los papas, hasta llegar a la zafia manipulación de incorporar una foto del actual pontífice en sus pasquines. ¡Con la simpatía que le produce esto al Papa! Pero ellos siguen erre que erre en un mundo ideal. ¡El mon ens mira!, dicen. Como si el Papa antes de ir a celebrar misa a Santa Marta se conectase cada mañana al Ara y al El Punt-Avui. Si el único que les ha mirado con simpatía era un minutante polaco enamorado perdidamente de un independentista catalán. Tan perdidamente que ha comprometido su cargo y probablemente su sacerdocio.
Porque esta es otra. Al pobre Cris Cataluña se le ha quedado pequeña en menos de un mes. Sea por su afán de notoriedad o por las locuras del enamoramiento, ha decidido presentarse como paladín del homosexualismo en la Iglesia. ¡Y el día antes de que se iniciase el Sínodo! Esa sí que es una determinación audaz y no la del independentismo catalán. Ahora lo conoce todo el mundo y es portada en todos los periódicos. Ahora comprueba la levedad e insignificancia de una entrevista con Mónica Terribas. La que ha liado Edu.
Oriolt