Entre los sectores más progresistas de la diócesis de Barcelona hay una consigna que debe difundirse: “Terrassa es integrista y nosotros no queremos ser como ellos”. Si esto fuera así, cuando el clero tuvo la opción de cambiarse de diócesis después de la división, hubiera huido en masa hacia el paraíso de Barcelona o de Sant Feliu, y los sacerdotes del actual obispado de Terrassa se hubieran concentrado con sus maletas en Montcada i Reixac y en otros puntos fronterizos esperando que les dejaran dar el salto, como en las tristes imágenes de las guerras donde los refugiados esperan el paso a la libertad.
Pero eso no se ha dado ni en su más mínima expresión, ni siquiera algún caso emblemático como el que se produjo de Mn. Antoni Deulofeu, pero al revés. El clero de Terrassa ha tenido dos años para ver y comparar y está muy a gusto donde está, porque el integrismo amenazante no ha aparecido por ningún sitio.
A diferencia de Barcelona, el clero está contento, y lo más curioso es que lo están los de un lado y los del otro, porque no se trata de una cuestión ideológica, sino de hacer bien las cosas y tener a los sacerdotes contentos, ilusionados y sintiéndose útiles a su misión apostólica. En Barcelona, es todo muy distinto, nuestro arzobispo Luis sólo se ha preocupado de contentar a los de siempre, sabe lo que le hicieron al cardenal Carles, y el no quiere ser una nueva víctima, para ello les concede todo lo que quieren, y les va haciendo guiños para que se sientan satisfechos y no le monten ninguna de sus “movidas”. Lo peor de todo es que tiene a una parte del clero muy descontenta, especialmente a los sacerdotes más jóvenes, y a muchos que sin ser tan jóvenes se sienten fieles a la doctrina y al magisterio de la Iglesia, tan cuestionado en muchas parroquias y movimientos de la diócesis sin que el arzobispo haga nada para llamarles la atención, más bien todo lo contrario, aupando a delegaciones y responsabilidades diocesanas a los cabecillas de esos grupos, por cierto que cada vez son menos y más ancianos. De esta manera el arzobispo Luís cree haber conseguido la paz en Barcelona, pero eso no es más que un engaño, descontentos unos, indignados ante la pasividad de su pastor ante los desmanes que se producen en la diócesis y los otros “aparentemente” contentos, pero solo aparentemente, porque los “críticos” cada día van viendo que no es el obispo que esperaban, no es Cadaldáliga, ni Godayol ni otros por el estilo, y tarde o temprano también dejarán de apoyarlo y empezarán a darle la espalda.
Volvamos a nuestra querida Egara, donde se respira un buen ambiente, y es entre otras cosas porque el obispo Saiz Meneses, está haciendo bien las cosas y sobre todo está siendo PLURAL. La pluralidad que no existe en Barcelona (donde siguen los de siempre –exceptuando el paréntesis de Carles-), ni tampoco en Sant Feliu (donde el obispo Vives se trajo a todas sus amistades confiando ser algún día obispo titular de allí). Repasen los nombramientos de la diócesis de Terrassa y verán que no son todos de un mismo lado, que se tiene en cuenta todas las sensibilidades. Y que aquel chico que vino de Toledo y que empezó bastante perdido en Barcelona (recordemos sus inicios en San Andrés del Palomar), se ha espabilado bastante, ha aprendido rápido, y rodeándose de buenos y plurales colaboradores está respondiendo positivamente a las expectativas, incluso de los más escépticos, en el gobierno de la diócesis.
Tiempo habrá de comentar cada uno de los aspectos de ambas diócesis para entender con más detalle, porqué en una diócesis funcionan las cosas y en la otra no. El seminario es sin duda uno de los ejemplos más paradigmáticos, pero hay muchos más, de cómo se pueden hacer bien las cosas y a la vez tener contento a todo el mundo o por el contrario hacer mal las cosas y encima tener descontento a todo el mundo, a los de un lado y a los del otro, es doloroso comprobar como nuestro arzobispo Luís ha escogido el peor camino, el que no da frutos y encima el que no contenta a nadie.
Antoninus Pius