El ninguneo -cuando no el desprecio- de las instancias vaticanas al independentismo catalán está alcanzando cotas realmente siderales. El último ejemplo lo tenemos en el cardenal Amato. Ojo: Amato no es un cardenal cualquiera. Se trata de un auténtico curial, eminente teólogo, secretario de la Congregación de la Doctrina de la Fe con el cardenal Ratzinger desde el año 2002 y luego promovido por el ya papa Benedicto XVI al frente de la Congregación para la Causa de los Santos. Un cardenal con verdadero poder, antigüedad e influencia en el organigrama vaticano.
Amato llegó a Gerona para presidir la beatificación de tres monjas del Instituto de Religiosas de San José fusiladas en el año 1936. Y, como primera providencia y a diferencia de otras beatificaciones anteriores en Cataluña, no se dignó a pronunciar ni una palabra en catalán. Es más, la utilización del mismo en la ceremonia tuvo un relieve más bien discretito.
Pero Amato no se detuvo en esa supuesta desconsideración. Al día siguiente fue entrevistado a toda página en La Vanguardia y al ser preguntado sobre cómo se sigue en el Vaticano el proceso soberanista de Cataluña contestó lo siguiente:
"No lo sé, sinceramente. Desconozco lo que pasa en Catalunya. Tenemos otros problemas. El Vaticano se preocupa por la evangelización. La política pertenece a los laicos. No digo que la Iglesia deba estar en las sacristías, los sacerdotes han de salir para evangelizar, para acoger a los de derechas, de izquierdas, de arriba y de abajo, no deben ser clasistas, han de ayudar a todo el mundo como hacían estas tres religiosas.”
La displicencia no puede ser mayor: “Tenemos otros problemas”. Lo cual equivale a decir no molesten y no esperen el más mínimo respaldo. O como dice el viejo adagio castellano: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”.
Al igual que en todas las instancias políticas europeas (véanse las últimas declaraciones de Merkel y Cameron) en la Santa Sede se ha generado una auténtica antipatía ante el proceso independentista catalán. Indudablemente, esta incomodidad se ha hecho llegar a los obispos catalanes. De ahí, esa notita ecléctica que ha producido este lunes la Tarraconense. Una notita que no viene a decir absolutamente nada y de la que los medios nacionalistas (que en esta tierra son legión) sólo se han atrevido a destacar que “los obispos reconocen la excepcionalidad del 27-S”. Frase que, a nadie se le puede escapar, puede interpretarse de todas las maneras posibles. Tan excepcionales son para los independentistas como para los contrarios a la independencia. No hace falta que ningún prelado se rompa la cabeza para llegar a tan osada conclusión.
Luego están las declaraciones y cartas de los obispos. De Vives, Pardo y Novell. Obviamente, Sistach no va a decir ni mú. ¡Menudo es! Y esas tres declaraciones tampoco entusiasman al mundo independentista. Vives (el obispo más nacionalista) se preocupa por la división entre los catalanes –cada vez más acentuada- y habla del hermanamiento con España. No parece un holligan de la ANC. Pardo ya ni se atreve a hablar, como había hecho anteriormente, del derecho a decidir y se refiere a que la opción cristiana no debe ser menospreciada y Novell, como siempre el más temerario, se limita a hacer un análisis de las distintas posturas, celebrándose por el nacional-progresismo, que ya se agarra a un clavo ardiendo, que reconozca que estas elecciones tienen un carácter plebiscitario.
Que nadie se escandalice con Pardo y Novell. Rigen las diócesis más abrumadoramente independentistas de Cataluña y tampoco se van a auto-flagelar. Imagínense, por un momento, que se habrían atrevido a decir un Deig o un Soler Perdigó. Un Deig (Creu de Sant Jordi en la fotografía) que era tan obsesivamente nacionalista, que en el programa “Un tomb per la vida”, que presentaba Joaquim María Puyal en TV3, a principios de los 90, escogió como tema de la entrevista “el futuro de Cataluña”. Y no se refería a su futuro religioso, cual sería razonable en un obispo.
Hemos ganado mucho con nuestros actuales obispos. Aunque, probablemente, no se deba a sus más íntimas convicciones, sino a las directrices que emanan desde Roma. Amato las ha hecho patentes: “Tenemos otros problemas”. Non disturbare.
Oriolt
Amato llegó a Gerona para presidir la beatificación de tres monjas del Instituto de Religiosas de San José fusiladas en el año 1936. Y, como primera providencia y a diferencia de otras beatificaciones anteriores en Cataluña, no se dignó a pronunciar ni una palabra en catalán. Es más, la utilización del mismo en la ceremonia tuvo un relieve más bien discretito.

"No lo sé, sinceramente. Desconozco lo que pasa en Catalunya. Tenemos otros problemas. El Vaticano se preocupa por la evangelización. La política pertenece a los laicos. No digo que la Iglesia deba estar en las sacristías, los sacerdotes han de salir para evangelizar, para acoger a los de derechas, de izquierdas, de arriba y de abajo, no deben ser clasistas, han de ayudar a todo el mundo como hacían estas tres religiosas.”
La displicencia no puede ser mayor: “Tenemos otros problemas”. Lo cual equivale a decir no molesten y no esperen el más mínimo respaldo. O como dice el viejo adagio castellano: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”.
Al igual que en todas las instancias políticas europeas (véanse las últimas declaraciones de Merkel y Cameron) en la Santa Sede se ha generado una auténtica antipatía ante el proceso independentista catalán. Indudablemente, esta incomodidad se ha hecho llegar a los obispos catalanes. De ahí, esa notita ecléctica que ha producido este lunes la Tarraconense. Una notita que no viene a decir absolutamente nada y de la que los medios nacionalistas (que en esta tierra son legión) sólo se han atrevido a destacar que “los obispos reconocen la excepcionalidad del 27-S”. Frase que, a nadie se le puede escapar, puede interpretarse de todas las maneras posibles. Tan excepcionales son para los independentistas como para los contrarios a la independencia. No hace falta que ningún prelado se rompa la cabeza para llegar a tan osada conclusión.
Luego están las declaraciones y cartas de los obispos. De Vives, Pardo y Novell. Obviamente, Sistach no va a decir ni mú. ¡Menudo es! Y esas tres declaraciones tampoco entusiasman al mundo independentista. Vives (el obispo más nacionalista) se preocupa por la división entre los catalanes –cada vez más acentuada- y habla del hermanamiento con España. No parece un holligan de la ANC. Pardo ya ni se atreve a hablar, como había hecho anteriormente, del derecho a decidir y se refiere a que la opción cristiana no debe ser menospreciada y Novell, como siempre el más temerario, se limita a hacer un análisis de las distintas posturas, celebrándose por el nacional-progresismo, que ya se agarra a un clavo ardiendo, que reconozca que estas elecciones tienen un carácter plebiscitario.
Que nadie se escandalice con Pardo y Novell. Rigen las diócesis más abrumadoramente independentistas de Cataluña y tampoco se van a auto-flagelar. Imagínense, por un momento, que se habrían atrevido a decir un Deig o un Soler Perdigó. Un Deig (Creu de Sant Jordi en la fotografía) que era tan obsesivamente nacionalista, que en el programa “Un tomb per la vida”, que presentaba Joaquim María Puyal en TV3, a principios de los 90, escogió como tema de la entrevista “el futuro de Cataluña”. Y no se refería a su futuro religioso, cual sería razonable en un obispo.
Hemos ganado mucho con nuestros actuales obispos. Aunque, probablemente, no se deba a sus más íntimas convicciones, sino a las directrices que emanan desde Roma. Amato las ha hecho patentes: “Tenemos otros problemas”. Non disturbare.
Oriolt