Está claro que Novell se ha propuesto pasar a la historia como el obispo más moderno y reformista. Le urge la reforma de la encorsetada indisolubilidad del matrimonio cuando la sociedad en que vivimos ofrece el divorcio a discreción y con la máxima celeridad. No sólo eso, sino que anima a sus fieles a subirse al carro del progreso: “Confío en que estos cambios animen a explorar la posible nulidad a los que han sufrido el fracaso de su matrimonio”. Una vez más, monseñor Novell se sale del guión. La declaración de nulidad como un recurso para subsanar el fracaso matrimonial.
Es decir que Novell invita a todos aquellos que han sufrido el fracaso de su matrimonio a explorar la posible nulidad. Y explicita que son los cambios de funcionamiento, que desembocan en la agilización de los procedimientos, lo que ha de animarlos a explorar si hay causa de nulidad. Entre los cambios están la simplificación (anuncia ya que habrá un solo juez), la aceleración y la gratuidad. A lo que más se parece este enfoque de la cuestión es a un llamativo anuncio de rebajas.
El Papa, al plantear este mismo problema fue más cauto:“el juez está llamado a actuar su análisis judicial cuando existe la duda sobre la validez del matrimonio, para aceptar si existe un vicio en el origen del consenso, sea directamente por falta de una válida intención, sea por grave déficit en la comprensión del matrimonio mismo como para determinar la voluntad”. E insiste: “el juez, a la hora de reflexionar sobre la validez del consentimiento expreso, debe tener en cuenta el contexto de los valores y la fe -o de la carencia o ausencia- en el cual la intención matrimonial fue formada. De hecho, el no conocimiento de los contenidos de la fe podría llevar a aquello que el Código llama error determinante de la voluntad”. Se refiere asimismo el Papa a la gratuidad de los procesos, dentro de la política de facilitar a los fieles el acceso a la justicia de la Iglesia que recoge también el obispo de Solsona en su reforma. En este aspecto, todo en orden.
Un elemento más de esas facilidades es el anuncio del “tribunal” con juez único (es una contradictio in términis: si es juez único no es tribunal; es como una terna de uno solo) bajo la responsabilidad del obispo. Una responsabilidad que Novell está dispuesto a asumir sin mayor problema, porque tal como dice, los jueces le han de venir de fuera de la diócesis. Y entre las facilidades, también la económica: la más justa, porque no choca con los principios. A quien no pueda pagarlo, se le ofrece abogado gratuito.
Es decir que Novell invita a todos aquellos que han sufrido el fracaso de su matrimonio a explorar la posible nulidad. Y explicita que son los cambios de funcionamiento, que desembocan en la agilización de los procedimientos, lo que ha de animarlos a explorar si hay causa de nulidad. Entre los cambios están la simplificación (anuncia ya que habrá un solo juez), la aceleración y la gratuidad. A lo que más se parece este enfoque de la cuestión es a un llamativo anuncio de rebajas.

El máximo problema en esta delicadísima reforma de la Iglesia (y ése es el caballo de batalla del Sínodo) es dejar intacta la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio, de manera que no pueda justificarse su denominación como “divorcio católico”, que es lo que está esperando el mundo que haga la Iglesia.
Hay que reconocer que es un auténtico encaje de bolillos combinar el impulso que se está dando a las nulidades matrimoniales como si eso fuese lo más normal y frecuente en la Iglesia (los matrimonios nulos, que es tanto como decir falsos), con la idea de que la Iglesia ha santificado la unión de un hombre y una mujer, convirtiendo esta unión en el Sacramento del Matrimonio. Indisolubilidad y la conversión de los obispados en el outlet de nulidades se llevan bastante mal. Porque estas maniobras de promoción de las declaraciones de nulidad ponen en el disparadero a la propia Iglesia, que es la que ha estado actuando en falso al “dejarse engañar” por la mayoría de los que han pasado por el sacramento. Ese engaño tan masivo no es posible sin la complicidad de los eclesiásticos que aceptan la celebración de matrimonios tan ostentosamente dudosos.
Pero con estos nuevos planteamientos pastorales (el de dar facilidades para reconocer la nulidad o falsedad de un matrimonio), pasamos de la complicidad de los sacerdotes a la complicidad de la propia Iglesia. Porque lo que no puede ser es que un reconocimiento tan masivo de nulidades matrimoniales no dé lugar a un movimiento paralelo incluso más intenso de regeneración del sacramento, siendo severísimos con los sacerdotes que lo administran bajo sospecha de nulidad sin haber puesto todos los medios para evitar ese tipo de celebraciones: impulsando una conciencia y una preparación de los esposos mucho más de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
Y no sólo eso, sino un reconocimiento público de culpabilidad de la Iglesia por su relajación en la administración de un sacramento, con consecuencias gravísimas en la vida de los fieles, tal como se está viendo. Y esto acompañado de una solemne petición de perdón a los millones de fieles perjudicados por esa relajación.
Porque está claro que en la invocación del “contexto de los valores y la fe -o de su carencia o ausencia-“ que tuvieron los cónyuges en el momento de casarse, habrá que contar con la responsabilidad del sacerdote que supuestamente hizo la preparación de los contrayentes y evaluó la fe y las convicciones con que accedían al sacramento. Si el sacerdote es testigo de esa fe, mal lo tiene la Iglesia para invocar la falta de fe (por eso era tan difícil de invocar esa falta de fe en los clásicos procesos de nulidad).
De ahí que percibamos en el obispo Novell una acentuada voluntad de llegar al que se percibe como “divorcio católico”. Declara en efecto el obispo de Solsona que se facilita probar la nulidad: será suficiente con un testimonio convincente (uno solo) que permita llegar a la certeza moral (suerte que en la justicia no tiene cabida el concepto de certeza moral) sobre la nulidad, complementado, si hace falta, con el informe psiquiátrico. ¿Es casual que nos encontremos de nuevo ante las causas psicológicas? Son las del cuarto supuesto de la anterior ley del aborto.

Estamos ante el espectacular ensanchamiento de la puerta que permite instaurar definitivamente en la Iglesia la nulidad en plano de total igualdad con el divorcio.
Lo evidente es que si el obispo de Solsona tiene tan sumamente claro que en su diócesis pueden ser declarados nulos infinidad de matrimonios, al tiempo que pone en marcha la mecánica para el reconocimiento de esa impresionante y masiva farsa matrimonial; si tan claro lo tiene, casi previo a eso sería dar instrucciones precisas y severas para que no se siga administrando en su diócesis el sacramento del matrimonio de forma fraudulenta tan masivamente. No sabemos lo que hará el Sínodo al respecto. Y si eso no ocurre, es que en realidad estamos cambiándoles los nombres a las cosas. Ni más ni menos.
Cesáreo Marítimo