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Mn. Vicenç Maria Farré (izquierda) y Mn. Francesc Boqueras (derecha) |
Pese a ello, a nadie se le puede escapar que la suspensión “a divinis” de los dos sacerdotes trae su causa de su pertenencia al Seminari del Poble de Déu, disuelto por Decreto del arzobispo de Barcelona de 15 de abril de 2017, el cual tenía su sede en la propia parroquia de la Preciosissima Sang, sita en el número 78 de la calle Viladomat. Los antecedentes turbios y sectarios del llamado Seminario ya fueron expuestos en su día en este portal, como también les explicamos la resistencia de sus miembros a obedecer el decreto de disolución.
Sin embargo, aunque parece que la disolución es firme y por eso se ha suspendido a los dos curas barceloneses, el culebrón no tiene visos de haber finalizado. Suponemos que, ante un posible recurso, se les permite seguir viviendo en la rectoría de la parroquia. Y por ese mismo motivo sigue allí la placa identificativa del “seminario”. Tan extraña es su situación actual que, cuanto menos a Mn. Vicenç María Farré, se le ve asistir a misa como un feligrés más.
Y tras la decisión de traer al cura mozambiqueño, la segunda decisión -que ha partido del arciprestazgo- ha sido suprimir de un plumero la mitad de las celebraciones. Al 50%. Una misa diaria solo en una parroquia (lunes, miércoles y jueves en la Sangre y martes y viernes en Santo Domingo), una de vigilia los sábados y los domingos una en cada iglesia. Cuando no haya celebración, el templo permanentemente cerrado.
El arzobispado se llena la boca de transparencia, pero no la lleva a la práctica en un caso que afecta a los fieles de dos parroquias, a los cuales nadie ha comunicado si los que eran sus párrocos (a los que ahora tienen al lado en misa y con quienes se dan la paz) han sido suspendidos definitivamente, si ocupan la rectoría de forma provisional o hasta que se resuelvan sus recursos y si en sus instalaciones parroquiales sigue domiciliada una asociación disuelta canónicamente. Tampoco nadie sabe los motivos por los cuales han sido suspendidos los dos curas, si es por desobediencia, por prácticas inmorales o escabrosas o por irregularidades económicas. Lo que sí lamentan los feligreses es como ambas parroquias se están echando a perder y como especialmente la de Santo Domingo de Guzmán viene tropezando con un sinfín de obstáculos, desde que Mn. Vilaró apretase a correr, al inicio de las obras de nueva construcción del templo. Una iglesia nueva que, desde su refundación, no ha podido contar con párroco propio. Y lo peor es que ahora empezaba a revitalizarse, especialmente por la presencia de una colonia latinoamericana que había huido de las celebraciones progres del barrio de Pueblo Seco.
Puede ser que, de aquí dos o tres meses, podamos leer una nota en el Boletín del Arzobispado, el cual -como es sabido- tiene un récord de lectores. O a lo mejor ni eso. Mientras tanto, lógicamente, la falta de noticias fidedignas dispara la rumorología y el chismorreo. Ese chismorreo que tanto denuncia el papa Francisco. El cual, en este asunto, es fácilmente evitable con una natural y exigible transparencia.
Por último, una postrera reflexión: la causa de la disolución del Seminari del Poble de Deu obedecía a la doblez propia de una secta. Sin embargo, se acometió su disolución -y ahora la suspensión de sus dos curas en Barcelona- cuando de dicha asociación ya solo quedaban unas míseras raspas. Era fácil acabar con ella. Y aun así lo han hecho de forma confusa y parsimoniosa. Pero por qué no se actúa igual con otras asociaciones o curas diocesanos, cuya doblez sectaria es igual o superior. A todos nos vendrá más de un ejemplo a la mente. ¿No será qué al Seminari del Poble de Déu ya no le quedaban padrinos y nadie iba a defenderle?
Oriolt