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Un diácono germinante

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El cardenal Omella ordenó este domingo 8 diáconos en la Basílica de la Sagrada Familia, entre ellos 3 diáconos permanentes y entre éstos uno de campanillas, Quique Fernández Manzano. Un diácono germinante, no sólo porque se den en él los rasgos asociados a ese adjetivo (brotar, crecer, florecer, desarrollar), sino porque se trata de un diácono que, en su día, fue muy activo en este blog. Activo como comentarista. Comentarista lúcido, polemista tenaz e incluso crítico mordaz contra algunos de nuestros artículos. Los más viejos del lugar lo recordarán bajo el nick de Max Kolbe, enzarzado en más de una diatriba. Ignoro si, con posterioridad, siguió participando con otros pseudónimos, pero sí doy fe de que Quique Fernández es lector impenitente y seguidor acérrimo de este portal.

Les voy a contar un secreto que acredita la perspicacia del recién ordenado. Cuando uno todavía no había hecho outing y le seguían confundiendo con Mn. Rafael Méndez, me abordó un día Quique Fernández y me dijo “tú eres Oriol Trillas de Germinans”. Nadie se lo había dicho, lo había averiguado él solo, como el que descifra códigos inteligentes. A partir de ahí nos hemos honrado ambos con una mutua amistad. Cierto es que los caminos del Señor son inescrutables y surge la sorpresa hasta en la manera de conocerse, aunque cabe decir que, en este caso, la iniciativa y el desenmascaramiento partieron de Quique.

Cuando lo conocí (obviamente en la parroquia de la Miraculosa) no sabía que iba para diácono. Creo que aún no había tomado ninguna decisión. Sin embargo, como los futbolistas o los toreros, apuntaba maneras. Era el alma mater de la parroquia. Tan metido estaba en ella, en la catequesis, en el despacho, en la animación de las misas, en los cantos, en las jornadas bíblicas, en los campamentos de verano que más de uno creía que se trataba de un sacerdote más. Al conocer su respuesta a la llamada vocacional no causó en mí sorpresa alguna. Era una salida natural, a aquel laico que tanta entrega ofrecía a su parroquia, en cuyo interior pasaba más tiempo que el propio párroco.
Un diácono germinante para una parroquia germinante, pues la Miraculosa cumple de calle con las características del adjetivo. Una comunidad activa, dinámica, que tiene sus celebraciones llenas, que mantiene las puertas abiertas (aunque sea solo en el atrio) durante todo el día, que imparte un sinfín de cursos y programa un rosario de actividades. El primer artífice del éxito es el párroco Mn. Xavier Pagés Castañer, que consigue llenar una iglesia, cuando todas las demás se vacían. Pero Mn. Pagés es proactivo y aparte de la parroquia lleva la Pastoral del Sordo y ahora tiene confiada la administración parroquial de las comunidades que estuvieron encomendadas al Seminari del Poble de Déu. Para ahorrar tiempo, se traslada de un templo a otro con una bicicleta del bicing. Pero este cura impetuoso e incansable necesita apoyarse en un brazo firme y este no es otro que el de Quique Fernández. Ha tenido la suerte, además, que el cardenal Omella ha decidido que el recién ordenado se quede como diácono al servicio de la Miraculosa. No cambiará nada y la parroquia seguirá bien atendida, con la prerrogativa de la gracia de orden del nuevo ministro.

Felicidades, Quique. Ya Mosén Quique. La Iglesia goza de un nuevo diácono y la parroquia de la Miraculosa conserva el abnegado servicio de quien tantas horas le ha entregado. Diaconía es servicio y tú de esto entiendes mucho. Y lo practicas. Ahora con la dalmática. Por sus frutos le conoceréis, dice el Evangelio. En la Miraculosa y en su nuevo diácono esos frutos se hallan a la vista. ¡Qué Dios los conserve durante muchos años! 

Oriolt

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