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Santa María de Mataró en 1928 |
Construcción. Mataró: vanguardia del obispado de Barcelona Hubo un tiempo en que Mataró rivalizaba con Barcelona en prosperidad y dinamismo. De humilde villa rural en poco más de un siglo y medio se convirtió en ciudad gracias al dinamismo de sus comerciantes. Austriacista, fue escogida por nuestra amada archiduquesa Elisabeth Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel para desembarcar en la península y así unirse a su esposo el archiduque Carlos de Habsburgo.
Más tarde, por la vitalidad de su puerto, Mataró fue escogida para capital de Corregimiento. Ya en el siglo XIX, abría su primera fábrica movida con la fuerza del vapor. Solo cinco años después que el vapor Bonaplata, el primero de España. Diez años después fue destino de la primera línea de ferrocarril de la península (1848), la BCN-Mataró gracias al impulso del mataronés Miquel Biada i Bunyol. En 1969, abría la primera autopista de España, la BCN-Mataró.
Ciudad piadosa y de profunda raíces católicas, se la denominaba la ciudad clerical del obispado de Barcelona por el elevado número de vocaciones en relación con su población. Bautizados en la pila bautismal de Santa María, fueron los presbíteros muertos en olor de santidad Salvador Portell, los hermanos Félix y Joan Pla o Llorenç Camplloch i Daviu, todos ellos implicados en la Venerable Congregación de los Dolores, cuya capilla decorada por Viladomat se ha convertido en un referente del arte barroco catalán. Una Venerable Congregació centro de la espiritualidad local del siglo XVIII que sucedió a un siglo XVII marcado por el ejemplo de vida de los carmelitas descalzos, convento donde murieron en olor de santidad varios frailes de su comunidad. ![http://www.masmm.org/imatges/cms/img_not1.jpg]() |
Capilla de los Dolores |
Ya en el siglo XVIII, la ciudad contaba con cinco conventos y monasterios, el de los y de las carmelitas descalzos/zas, el de los y las capuchinos/as y la Escuela Pía (1737), la más antigua de Catalunya después de Moià. Una Escuela Pía que sería foco de irradiación de piedad y letras. Por sus aulas pasaron ilustres padres como Ildefons Ferrer o Jaume Vada o ya en el siglo XIX Josep Rius, padre de la arqueología local gracias a sus conocimientos sobre Iluro, la precedente romana de Mataró. Cuatro veces visitó y predicó San Antoni María Claret en la ciudad. Cien años después de su venida aún quedaba el recuerdo descubriéndose una placa conmemorativa.
Tuvieron también su patria en Mataró, los fundadores de la Filipenses de la Enseñanza, Marc y Gertrudis Castanyer i Seda y el cofundador de las Oblatas del Santísimo Redentor, el obispo misionero Josep Benet Serra i Julià. En Mataró fundó la francesa Madre Alfonsa Cavin las Misioneras de la Inmaculada Concepción (1852).
Por sus calles pisaron San Josep Oriol quien frecuentaba y dormía, en la casa Lavernia de la calle Barcelona, en Mataró cuando frecuentemente visitaba a amigos laicos y presbíteros. La beata Carmen González Ramos de Antequera quien quiso venir en persona a la ciudad, segunda fundación en Catalunya de su instituto, la actual escuela de la calle de la Coma de la Franciscanas de los Sagrados Corazones. La primera de las dos escuelas con las que cuentan hoy en la ciudad.
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Logo 125è aniversari del Centre Catòlic (2009) |
Gracias a su Círculo Católico de Obreros (1884, hoy Centre Catòlic) la entidad/asociación viva más antigua hoy de la ciudad, Mataró se situó entre las posturas más demócrata-cristianas del catolicismo social de inicios del siglo XX. Allí estuvieron el futuro obispo de Gerona Francesc de Paula Mas, el Dr. Josep Valdé, director del Patronato Escolar Obrero y los iniciadores de la Obra Social de la Caixa d’Estalvis de Mataró (Laietana, después). Mataró, contaba en vísperas de la Guerra Civil con los centros de los escolapios (1737), dos de los maristas (1887 i 1888) y los salesianos (1905), dos escuelas de las Misioneras de la Inmaculada Concepción, el monasterio escuela de las Clarisas de la Divina Providencia de Gracia (Teresa Arguyol)(1859), el de las Misioneras del Corazón de María (Olot)(1863), el de las Franciscanas citado (1889) y el de las Hermanas francesas de la Misericordia de Moissac (1906).
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El beato mártr Rafael de Mataró Soteras |
Citar también el monasterio de Sant Benet (hoy en la montaña de Montserrat) de las benedictinas (1881), el Asilo Cabanellas (1874) de las Hermanitas de los Pobres, las Siervas de María y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en el Hospital y en el comedor social de Sant Joaquim, que sucedieron e integraron a las Hermanas de la Caridad del Santo Hospital de Sant Jaume i Santa Magdalena. Hijos de Mataró fueron los beatos mártires Alexandre Planes Saurí, cooperador salesiano, Pere Ferrer Marín carmelita, el P. Rafael Soteras Culla, capuchino y Emilià Guilà Ximenes, benedictino de Montserrat.
En la Basílica de Santa María, descansan los restos de su beato párroco mártir Josep Samsó, junto a las urnas de las Santas Mártires Juliana y Semproniana (+303), patronas de la ciudad. Una basílica que guarda los restos que se pudieron salvar en 1936 de los santos mártires romanos Desiderio y Feliciano.
La devoción a las Santas con su Missa de Glòria de Mn. Blanch o la fiesta de San Simón en su ermita son solo dos ejemplos de una población con una intensa vida cristiana y católica compatible con su vocación laboriosa e industrial.
Deconstrucción. Mataró: patio trasero y trastero de Barcelona
Pasado el gran desastre de 1936-1939 siguió el franquismo y su interesado abrazo al catolicismo. Unos años de aparente triunfo pero con régimen político que la mantenía a raya sobre todo en lo referente a la Moral social. Debilitada internamente por los complejos de haber apoyado a Franco, con la imposibilidad de un desarrollo integral de su Magisterio y con un perfil formativo muy bajo, llegó un Concilio del cual se hizo una recepción dramática en Mataró. Empezó entonces una verdadera deconstrucción que ha ido desmantelando progresivamente la Iglesia Católica en la ciudad desde hace cinco décadas.
Los primeros pasos se dieron en la céntrica parroquia de Sant Josep con algunos de sus vicarios a finales de los años sesenta. Los primeros jóvenes de familias católicas de clase media llegaban a la Universidad por primera vez en la historia. La hegemonía del pensamiento marxista en los centros universitarios en aquellos años captó una juventud con no muchas lecturas previas y unos contextos familiares de nula formación intelectual. Nada con que o con quien contrastar las nuevas ideas marxistas. Ni el viejo clero faltado de una sólida formación filosófica y/o católico social ni el clero joven afectado él mismo por la misma fascinación de nuevas ideas. Podríamos enumerar los laicos y algunos de los presbíteros (algunos secularizados) de aquellos finales de los sesenta que continúan aun hoy arrastrándose por las parroquias del centro como parte del mobiliario. Pero por respeto a sus descendencias (ausentes de la vida parroquial) no lo haremos.
Pasaron pocos años y todas aquellas primicias que se experimentaron en Sant Josep comenzaron a llegar a Santa María. Los celosos y caritativos párrocos de Sant Josep y de Santa Maria, Mn. Pere Solà y Mn. Francesc Pou contuvieron los primeros embates. Pero sus ancianidades y la soledad de hallarse sin sacerdotes jóvenes al lado en Comunión con el Magisterio, fueron aprovechadas por las huestes cripto-conciliares para agujerear la nave de las parroquias.El episodio de la pérdida del Foment, el gran casal de acción católica de Santa Maria, prefiguró el progresivo hundimiento de su vida parroquial. La llegada de Mn. Monasterio como párroco sucesor de Mn. Pere en los setenta supuso lo mismo en Sant Josep. Monasterio abandonó completamente la parroquia a los laicos cripto-conciliares progresistas antes aludidos que iniciaron la operación de deconstruirla. En los ochenta, con un decalaje de una década en el proceso de derrumbe, aterrizó Lligadas, sacerdote comunista como él mismo siempre se ha definido y hoy secularizado, como vicario de Santa María. Allí comenzó su labor ideológica y montó Creure Avui, un programa de la TV local absolutamente tendencioso y en no menos ocasiones heterodoxo al cual el arciprestado dedica más dinero que a Caritas.
Toda una colección de posturas y afirmaciones contrarias el Magisterio inimaginables se predicaron en ambas parroquias sin ningún rubor fuera en los púlpitos, en conferencias, en las hojas parroquiales o en Creure Avui. Una labor de deconstrucción en toda regla practicada con un celo sectario y pertinaz. Un joint-venture de clérigos y laicos que aisló la práctica de las parroquias de la vida y comunión católica universal.
Mientras Lligadas fabricaba los Bassas y compañía, que iniciarían pronto su carrera política en el PSC y la futura ICV, y predicaba un catolicismo social absolutamente desvinculado del Magisterio Social de la Iglesia, los católicos de Mataró vivían aislados en una vida parroquial desvinculada absolutamente del ejemplo de las enseñanzas y testimonio de Juan Pablo II. Su pontificado lisa y llanamente no pasó por Mataró.
Después de tres décadas de autodestrucción y aislamiento de la Comunión universal, y un intento de la Unión Sacerdotal de Mn. Joan Batlles Alerm de convertir el arciprestado de Mataró en un feudo suyo bajo Mn. Josep Colomer, llegó el nuevo siglo XXI.
Mataró sumaba ahora, a esta gran epopeya de la autodestrucción, la marginalización respecto al obispado. Tras la crisis provocada por los encontronazos entre el cardenal Carles y el obispo auxiliar Carrera, Carrera se exilió en una Badalona y un Maresme que quedaron convertidos en reducto. Allí recogió enseres y supervivientes del naufragio de la más que heterodoxa Casa de Santiago colocándolos en diferentes parroquias de su demarcación. De esta manera llegó Jordi Cussó a Sant Josep, un verdadero desastre que agudizó el asilvestramiento de los laicos más limitantes en el desmantelar progresista de la parroquia; también el Atila Socías que se asentó los fines de semana en la parroquia de Montserrat. Allí, en una operación más que dudosa con Matabosch y Batlle por medio, se hipotecaron los locales parroquiales para 30 años. A estos desastrosos nombramientos, Carrera unió el de su amigo ultranacionalista Joan Barat i Graell a la Basilical de Santa María. El nuevo párroco, entre otras lindeces, se sumó a la campaña de recogida de firmas contra el cardenal Carles animando por activa y por pasiva a sus feligreses. Una campaña contra el cardenal que montó Joaquim Brustenga, entonces jefe de la Unió Sacerdotal, y que Carrera recogió como párroco en la parroquia de la Sagrada Familia del barrio de Cirera de Mataró, “fugitivo” de Mollet.
Mataró se convirtió en poco tiempo en una especie de tienda de los horrores clerical a la cual se sumó el párroco de María Auxiliadora del barrio de Cerdanyola (Mataró) quien se autodefinía como cura comunista y que entre otras perlas llamó en directo en TVMataró para autoinvitarse como tertuliano. Para los anales de la historia fue también el episodio de regalar lo recaudado en la colecta específica para edificar el campanario a Cuba sin permiso de nadie. Después de esta etapa, y para rematar si es que quedaba algo en pie, vino la etapa Sistach. Nadie podía sospechar que fuera posible empeorar el rectorado de Barat en Santa Maria o Cussó en Sant Josep. Pues sí, fue posible. Allí destinó Sistach, para vigilarle el gallinero y para las dos parroquias a la vez al medallitas Segis. Tambien por Mataró ha merodeado Batlle. Últimamente en forma de operaciones financieras opacas.
Lo que empezó en los sesenta como un atracón ultra-ideológica de dogmatismo cripto-cristiano ha acabado en el pasotismo y la vagancia en el mejor de los casos y el relativismo dogmático y moral, en el peor. Que impresionante paradoja. Ya ha hablado largo y tendido esta web de estos dos personajes. Barcelona expulsó a Mataró lo más impresentable en lo cotidiano, porque no hay cosa más babosa que ver a estos dos individuos rendir pleitesía en los encuentros personales con el obispo. El prelado se queda con el jabón y los feligreses de Mataró con el salfumán.
El mil homes Segis desgrana su rectorado en forma de falta absoluta de criterio, desgana, broncas y estupideces varias, hasta el punto que otro párroco lo tuvo que enviar a la mierda (literal) hace poco por su desidia ante una reiterada demanda de intercesión para un tercer sacerdote anciano. Sonada (a gritos) fue el encontronazo con Taltavull en Santa María en la sacristía ante el resto de párrocos el día de la celebración penitencial jubilar.
Tampoco abandona la sombra de Batlle Mataró, con sus operaciones financieras, jugando con patrimonios de distinto titular, mentiras (otro elemento que la feligresía se ha tenido que acostumbrar) y vendas de piel del oso antes de cazarla. Pese a su reciente paso a San Ramon de Penyafort, no deja de marear la perdiz en el complejo caso de la Llar Cabanellas, la casa de la calle de Molas de la parroquia de San José o el futuro de la iglesia de las Sureras (Mn Cabané). Mataró, patio trasero y trastero de Barcelona, como lo fue la colonial Argelia para la Francia metropolitana. Esperemos que Don Juan José no abandone el territorio al melifluo, pero con mordisco si le llevas la contraria, de Taltavull, como lo hizo Carles con el bueno de Carrera (nulo en el gobierno pastoral). Don Juan José, no somos una colonia ni el penal del imperio. Sino, que eleven Mataró a sede episcopal.
Lluís Llach de Banyoles