Infinidad de veces y con diversas imágenes he tratado de explicar, a lo largo de casi nueve años de andadura de Gérminans, cuál es el propósito y los porqués de esta lucha singular que nos hemos propuesto llevar adelante. Hoy quisiera detallar, esta vez bajo la imagen de los soldados que viven en la trinchera y defienden o abren brecha en el frente de combate, los rasgos que creemos necesarios en esas personas que en la Iglesia se ponen al frente para guiar la Iglesia y protegerla, alimentando al pueblo de Dios.
Afirmar que hacen falta hombres que trabajen muy duro, física y espiritualmente, para restaurar la “Ciudad de Dios”, puede sonar a épico, si no a poético, y quedar reducido a algo teórico y por tanto irreal. Sin embargo estoy convencido de que Dios quiere que edifiquemos una nueva cultura cristiana y presentemos una nueva esperanza; y a otra cosa no me refiero cuando, siguiendo a san Pablo, afirmo la necesidad de “restaurar” todo en Cristo.
Por definición, una brecha representa un lugar donde hay debilidad, vulnerabilidad y peligro. Es un lugar de indefensión causado por la exposición y la limitación; un sitio en el cual la persona se enfrenta a amenazas reales. Que existen brechas en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades parroquiales y religiosas, o en nuestros movimientos o incluso en nuestras familias, es cosa que nos hemos permitido señalar durante este largo periodo de singladura informativa. Son muchos los que nos abominan por ello, otros tantos quizá los que se felicitan por nuestro trabajo y contribución.
Estamos convencidos de que la gloria de Dios habita en cada uno de los hombres y mujeres a los cuales está destinado el mensaje cristiano de salvación. El proyecto de Nueva Evangelización que tan en el corazón tienen los últimos papas, no tiene otro fundamento que éste: salvar almas, llevándolas a Cristo y santificarlas. Como católicos, tanto seglares como sacerdotes, tenemos la obligación de defender y albergar la gloria de Dios que está en el hombre: es por ello que hemos de preservar la integridad del mensaje cristiano y la obediencia al mandato evangélico con fe, esperanza y amor. Si por ello nos llaman integristas, somos integristas. Aunque nosotros no nos tenemos por tales: sólo abogamos por la integridad de la fe.
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En nuestro campo de batalla, nuestra querida Cataluña, alrededor de nosotros, el enemigo ataca continuamente al pueblo de Dios; pero hay quienes se hallan demasiado absortos en las dudas, la codicia y el temor para contratacar. Su templo ha sido saqueado, y sus muros se hallan en ruinas. Algunas veces, no son nuestros parientes, amigos o compañeros de trabajo los que se encuentran en ese estado de devastación. A veces somos nosotros mismos.
Dios siempre está buscando alguien que se pare en la brechay responda a su llamada. Para ello es necesario soltar el lastre de la respetabilidad y la comodidad que supone no implicarnos y dejar que otros hagan el trabajo, para seguir siendo hombres de confianza respetados por todo el mundo. Quienes nada quieren comprometer, no son aptos para la tarea de la Nueva Evangelización.
Una de las responsabilidades que recaen sobre nosotros es ser hombres y mujeres de oración, que no se apresuran a tomar conclusiones ni actuar de manera impulsiva. Todos tenemos el corazón quebrado por tantas miserias, empezando por las más hondas en nuestra alma: necesitamos prepararnos antes de actuar. Estamos llamados a llorar, ayunar y orar. Son los medios que nos da el Señor para asegurarnos el éxito. Únicamente con la oración podemos obtener la perspectiva de Dios sobre cada una de las situaciones con las que nos iremos encontrando. Parece una obviedad, pero no lo es. Y cuando digo ayunos, me refiero muy especialmente a ayunar de esa búsqueda de reconocimiento y gratitud a la que estamos demasiado acostumbrados. Esta tarea exige renuncia también de las glorias humanas. Como de la misma manera están aseguradas muchas lágrimas. Llantos de soledad, de impotencia, de incomprensión, de persecución, de calumnias, de aparentes fracasos. Todo eso dadlo por descontado. Es la preparación para la acción a la que somos llamados.
Todo pastor, líder, maestro, sea seglar o consagrado es llamado a actuar.En momentos y lugares concretos, necesitamos superar nuestros temores para hacer lo que Dios nos está llamando a hacer. Los santos rezaron y su oración la llevaron a un plan. Sabemos que Dios nos proporcionará los recursos necesarios para reconstruir la Iglesia. Ha llegado el momento de la verdad en nuestra Archidiócesis de Barcelona. Podemos sentirnos débiles o temerosos de sucumbir ante la tarea. Pero Jesucristo nos infundirá valentía para esa misión. Y nos obsequiará con una alegría que nadie nos podrá arrebatar. No nos desilusionemos por los resultados quizá magros que podremos cosechar al principio. Corremos muchos riesgos y tenemos derecho a expresar nuestras preocupaciones. Pero el Señor nos dará el salvoconducto para el viaje y para realizar la labor.
La semana pasada afirmaba la convicción de que nuestro Arzobispo, don Juan José, está dispuesto a vivir en la brecha. Él tiene necesidad de identificar los problemas y después trazar un plan para solucionarlos. Creo que está dispuesto a arriesgar su vida. Si fracasa, estamos obligados a seguir adelante: pero hemos de mostrarnos muy cercanos a él.
Estoy personalmente muy contento de que no hable con nadie acerca de su visión de los problemas y de sus planes. Está inspeccionando la diócesis y los restos de lo que queda de ella. Un día nos convocará personalmente a cada uno: hablémosle con sinceridad, digámosle que todo lo bueno que desea hacer no es algo que únicamente él ha soñado. Respondamos positivamente a la invitación de unirnos a su gran tarea. Pongamos las herramientas y la ropa de trabajo que él nos pida. Acudamos a él para que nos dé instrucciones. Dejémonos persuadir para el bien. Seamos también persuasivos ante él con nuestras convicciones. Eso nos dará la autoridad necesaria para poder ser sus fieles colaboradores.
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Ponerse en la brecha trae consigo dificultades y provoca hostilidades. Cuando alguien pone las manos a la obra aparecen los conflictos. Cuando nos enfrentamos a males como los que sufrimos, debemos esperar hostilidad. Gérminans con sus virtudes y errores ha hecho experiencia de todo eso. Estamos curtidos en esa lid. Nos hemos sentido amenazados. Pero nuestra obligación es aferrarnos a Cristo, sufrir el sarcasmo y la humillación, y sobre todo no sucumbir ante la intimidación. Jesucristo nos dará sabiduría y fortaleza para mantenernos firmes contra la tentación de hacer concesiones en cuanto a nuestra ética, en cuanto a la verdad y en cuanto a la visión que Dios nos ha dado.
Es posible que nuestro trabajo cause resentimiento, confusión y división. Desde Gérminans creemos que los conflictos en sí no son problema: el problema lo constituyen los conflictos sin resolver. Cuando las personas son sinceras unas con otras, cuando perdonan y restauran, las relaciones se vuelven más fuertes que antes. Winston Churchill hizo una vez esta observación: “¿Tiene usted enemigos? Eso es bueno. Significa que usted ha tomado una firme posición a favor de algo en algún momento de su vida”.
No sé cuántas veces se desalentarían los santos, pero siguieron buscando en Dios su esperanza y su fortaleza. No sé cuántas mentiras inventaron en su contra, pero sí sé que ellos confiaron en que Dios protegería su reputación. Las tormentas eran feroces. Dios no los protegió de ellas, pero sí les dio la valentía necesaria para salir triunfantes de todas ellas. Cerraron los oídos a la murmuración y a la crítica, y les abrió el corazón a Dios y a su llamada para que se pusieran en la brecha y siguieran en ella: no un breve tiempo, sino siempre, hasta el final de sus días. Eso hará de nosotros auténticos creyentes.
Muchos nos han aconsejado en los últimos tiempos que cerremos Gérminans y dejemos que las cosas fluyan a su propio ritmo. Yo les he dicho: “No. Vamos a vivir también en la red. Queremos tener presencia y voz. Estar así en medio de nuestra gente, compartiendo en internet sus esperanzas y temores”. Por supuesto desde aquí no hay tanta seguridad como tras la barrera. Las amenazas jamás han cesado. Durante un corto tiempo temí que hubiéramos tomado una decisión equivocada. Pero entonces, recordé lo importante que es vivir en el vecindario al cual servimos. El pueblo de Dios se enfrenta todos los días a amenazas. ¿Cómo podrán saber que los comprendemos, si no vivimos en su mundo? Mis compañeros de Gérminans y yo queremos vivir, guiar y movernos junto con el pueblo de Dios que Él nos ha encomendado. También en la red.
Hoy nos encontramos ante el peligro de que la Nueva Evangelización sea interpretada como una puesta al día del Evangelio, una modernización de la Iglesia para hacerla más amable a los ojos del mundo, una selección del Evangelio tipo Reader´s Digest que lo haga más digerible y más simpático, una nueva puesta en escena, incorporando esos toques de modernidad espiritual de autoayuda. Y no es eso, sino la vuelta al Evangelio del que tanto nos hemos alejado. He ahí una brecha por la que se nos escapa la energía a chorro. Ahí estaremos, luchando en esta trinchera.
Otra enorme brecha es el ya vergonzante AMDG que con tanta discreción llevamos la gente de Iglesia. No, ya no nos mueve la gloria de Dios, eso ya no se lleva, es cosa arcaica y de integristas: pero lo cierto es que no paran de vaciarse las iglesias orientadas a rendir culto al pueblo de Dios en vez de rendírselo a Dios. La gente de Germinans también en esto somos integristas: nos importa la gloria de Dios.
Encontremos el valor para identificar los problemas, sumergirnos en ellos y resolverlos. Así seremos personas que nos pararemos y viviremos en la brecha.
Prudentius de Bárcino